Desde 1882, el lienzo de la Virgen de Altagracia cruza la puerta de La Ermita llevada en los brazos de hombres devotos para dirigirse al templo que lleva su nombre, ubicado frente a la plaza Bolívar de Quíbor. Con la puntualidad de la fe, ayer, se cumplió la esperada cita: la visita 135 de la patrona espiritual de los quiboreños.
Para dar la bendición previa a la peregrinación presidió la eucaristía monseñor Antonio López Castillo acompañado del rector del santuario, Ángel Bastidas, y otros miembros del clero larense.
Frente a una feligresía que copó La Ermita y los alrededores el arzobispo de Barquisimeto abrió la homilía con un mensaje que, dijo, como pastor de la Iglesia católica no puede eludir: el país.
Sin intenciones de crear un discurso partidista, como lo aclaró antes de comenzar, cuestionó a los presentes si había hambre en la calle y al unísono respondió la audiencia un “sí” sostenido y fuerte. “Nos duele ver venezolanos buscar comida en la basura. Qué cosa tan indigna de ver en un país petrolero. Eso no puede ser”, lamentó López Castillo desde el altar.
Aunque “algunos”, afirmó, no quisieran que pronunciara críticas frontales como lo ha hecho en las últimas semanas es necesario hacerlo: “Tenemos que decir, hermanas y hermanos, que este socialismo comunista fracasado nos ha precipitado por caminos de miseria, de hambre y de destrucción. Por eso ni ustedes ni yo, como mayoría, creemos en este socialismo fracasado”.
Lo urgente, apostilló, es un sistema democrático, pacífico, justo y lleno de paz. “No quisiera seguir viendo a nuestro pueblo en estas circunstancias tan tremendas, tan terribles. Queremos que esto pase, que haya un cambio social por los caminos de los derechos humanos”, auguró el arzobispo.
Ratificó el lazo de la institución que representa con el pueblo: “Tenía que decirles estas cosas para que no se sientan solos. La Iglesia católica está con ustedes. Los ama, se preocupa y los protege par que puedan vivir con dignidad”.
Sus palabras, subrayó, no entrañan ofensas. En cambio, dijo, son una muestra de preocupación por el desarrollo y la prosperidad del país.
De las sagradas escrituras del día resaltó la importancia de que como cristianos se aprecie a la Virgen María como modelo de solidaridad y servicio. Ella, recordó, es el camino más genuino para llegar a Jesucristo.
Concluyó el análisis de las lecturas con tres invitaciones para los fieles: rezar el rosario, leer la biblia porque es palabra que educa y reconforta y fortalecer la fe acudiendo a las misas, especialmente, las dominicales.
Trecho de tradición y fe
Con impenetrable celo los quiboreños anualmente toman en brazos el trono donde está expuesto el lienzo de Nuestra Señora de Altagracia para movilizarlo desde el templo La Ermita hacia el santuario matriz ubicado en la plaza Bolívar.
El honor de sostenerla está reservada para los cargadores, un grupo de hombres comprometidos con la tarea como agradecimiento por un favor concedido. Sin rayos del sol que la rocen, como es costumbre, salió la imagen de La Ermita.
La despidieron con un rocío de pétalos para encaminarla por la avenida Pedro León Torres, un trecho signado por las tradiciones conservadas con rigor a través de las generaciones y con el fervor de los fieles agradecidos.
Un mariachi y los salveros, músicos locales interpretan La Salve y décimas dedicadas a la Madre María, homenajearon a la Virgen a lo largo de todo el recorrido.
No faltaron las expresiones de agradecimiento a “La Caimana”, como se le conoce a esta advocación por la leyenda repetida entre las familias según la cual alguna vez un quiboreño fue atacado por un caimán y al pedir socorro a la Virgen pronunció “Caimana, sálvame”, tal como lo recordó el historiador Harry Lozada Castaneira.
Francys Medina, una lugareña que nunca había completado la peregrinación, debutó como parte de una promesa hecha el año anterior a la Virgen de Altagracia. Después de intentarlo durante un prolongado tiempo, pudo convertirse en madre solo después de suplicarle a la Virgen. Ayer, con su primogénita en brazos vestida de Nazareno comenzó a cumplir el compromiso: caminar en la procesión durante tres años.
Otra madre, Yosleida Rodríguez, le pidió la curación de una infección grave para su hija recién nacida. Después de orar la niña se recuperó y ayer la vistió de ángel para asistir a la misa.
Hubo devotos de otros pueblos que se encontraron con la Virgen. Así lo hizo Yolimar Perdomo, quien se trasladó desde Tintorero, como lo hace desde hace 15 años, para seguir la imagen por la avenida como retribución por el favor concedido: el progreso del hijo que nació con parálisis cerebral y dificultad visual. “Mientras más evolución veo más me aferro a la fe”, reconoció la mujer, cuya creencia en la Virgen de Altagracia floreció gracias a las recomendaciones de la abuela.
Amenaza contra monseñor López Castillo
Al finalizar la eucaristía en honor a la Virgen de Altagracia al arzobispo de Barquisimeto, Antonio López Castillo, quien incluyó los problemas sociales de Venezuela en la homilía, fue alertado sobre la presencia de funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) en las cercanías de la iglesia de Quíbor con posibles intenciones de detenerlo.
Ante la advertencia, el obispo debió permanecer dentro de la sacristía del templo mientras se organizaba un grupo de funcionarios de la policía regional para resguardarlo. Una vez finiquitado esto López Castillo salió escoltado junto con el alcalde del municipio Jiménez, como lo relató el arzobispo a El Impulso horas después del hecho.
“Intentaban buscar una ocasión para detenerme, pero no lo lograron”, afirmó. Haber estado siempre en el altar y el apoyo de los asistentes a la misa, cree López Castillo, conllevó a que no se atrevieran a acercársele.
La presencia de los funcionarios, pues, la calificó como un intento de amedrentamiento, acción que rechazó: “Están equivocados. Ese no es el camino”.