Aquidiócesis de Barquisimeto: Las protestas contra la iglesia buscan arrinconar el catolicismo (COMUNICADO)

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La Arquidiócesis de Barquisimeto emitió un comunicado este miércoles en donde fijan su postura con respecto a los hechos suscitados desde el pasado 14 de enero en la visita 161 de la Divina Pastora, en donde el Arzobispo Antonio López Castillo durante su homilía, cuestionó las políticas del gobierno de turno por la situación que atraviesa el país.

La iglesia asegura que las protestas y consignas no son más que «el burdo intento por arrinconar al catolicismo en la comodidad del culto privado y el ritualismo» y a su vez ratifican que la libertad de palabra no se negocia ni se condiciona al gusto de los oídos gobernantes, sea cual sea el color partidista.

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A continuación, el comunicado:

Ha sorprendido la reciente reacción de un grupo de ciudadanos por las palabras proferidas por Monseñor Antonio López Castillo en la eucaristía de la Procesión n° 161 de nuestra Madre y Señora de almas, la Divina Pastora.

En su obligada actitud como pastor de la grey católica larense, elevó con la valentía propia de un Soldado de Cristo, sus sinceras plegarias para la intercesión de nuestra santísima Virgen María ante tanto corazón blindado por la mezquindad, el sectarismo, la idolatría humana y la ceguera desconocedora de una lacerante realidad venezolana.

Tan igual como el viejo liberalismo del siglo XIX y el materialismo dialéctico del XX; las doctrinas de la «felicidad» colectivista del siglo XXI repiten el error maniqueo cuando buscan dividir nuestro pueblo en dos sociedades.

Por un lado, la fiel a las consignas y los uniformes, y por la otra, la devota y religiosa que posiciona a nuestro creador y redentor, en la cúspide encumbrada por su divinidad. En fin, las protestas y palabras subidas de tono, acompañados por carteles y consignas, no es más que el burdo intento por arrinconar al catolicismo en la comodidad del culto privado y el ritualismo.

Pero, queremos dejar muy en claro que nuestra respuesta no se enmarca en la crispación, el asombro o el desasosiego ante las críticas desproporcionada contra el Arzobispo de la Arquidiócesis de Barquisimeto.

Nuestra respuesta -y no reacción- parte de la fuerza para denunciar estas formas de nueva persecución contra el pensamiento católico y su fe, que lamentablemente fue en esta oportunidad contra Monseñor Antonio López Castillo. ¿Y mañana, si no respondemos, no podrán volcarse contra nosotros el pueblo de Dios?

En el pasado estos comportamientos de histeria incomprendida contra la palabra y las reflexiones sociales de quien posee una responsabilidad y voz ante Dios, la Santa Madre Iglesia, la historia y su pueblo; fueron resultado de un poder terrenal político enceguecido por los errores ocasionados en el ejercicio desmedido de la razón sin fe.

Hoy, en 2017, tan igual como lo denunciara Su Santidad León XIII [Carta Encíclica RerumNovarum, 1891] y fuera aggiornado por San Juan Pablo II [Carta Encíclica CentessimusAnnus, 1991] también «EXISTEN COSAS NUEVAS» que abaten a la dignidad de un pueblo.

El deber de la doctrina social de la iglesia por combatir la nueva “cuestión social” en Venezuela: la inseguridad, el desprecio por la dignidad humana, la escasez de alimentos, la corrupción y la pasividad de las autoridades gubernamentales ante el sufrimiento de un pueblo.

Las palabras de Monseñor Antonio López Castillo invitando a los corazones y mentes de quienes hoy gobiernan, para llamarlos a la reflexión y corrección de errores y absolutos securalizantes; es la manifestación de lo que en la historia de occidente se denominada la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Esta última, como ha sido ratificado en cada uno de los documentos papales desde 1891, no es una ideología que influye jerárquica y coactivamente en las diferentes expresiones intelectuales y de acción del pueblo de Dios.

La DSI, en pocas palabras, es una enseñanza estructurada cuyo objetivo cristiano es la denuncia sobre los diferentes problemas sociales que trascienden de los sistemas que pudieron devenir en injustos e inequitativos. Además propone la DSI ideas y directrices alternativas para conjurar toda fuente de inequidad social, así como los factores distorsionantes de los diversos órdenes sociales que atenten contra la Dignidad de la Persona Humana.

Una de las características que más molesta a quien ejerce el poder político de espaldas a Dios, es la capacidad de la DSI para permanecer ininterrumpida en el tiempo. Su fortaleza es la humildad y dinamismo que día a día aporta soluciones para obras humanas perfectibles pero sin un final «perfecto» temporal, pues, lo que ocurre en este mundo y sus cosas, nunca será ni granítica ni mucho menos imperecedera [Cfr. SS. Pablo VI. Carta Apostólica Octogésima Adviens, 1971, n° 42].

En fin, las palabras en la homilía pastoral del pasado 14 de enero en la población de Santa Rosa, al momento de iniciar la procesión, es una de las voces para corregir las atrocidades de la cuestión social, como de suyo nos enseñaba el querido Pontífice Pío XI [Carta Encíclica QuadragesimoAnuo, 1931, n° 19

Esta necesidad de ir a la acción, previa reflexión por la palabra generosa y valiente de nuestro Arzobispo, es lo que precisamente nos ha motivado escribir las presentes líneas.

El dinamismo de la enseñanza social de la Iglesia, si bien no interviene para dar una estructura determinada o para proponer un modelo prefabricado, ella no se limita simplemente a recordar unos principios generales, tal como lo advertía Pablo

La Iglesia y su acción social en el siglo XXI no puede contentarse -como parece interpretarse de quienes protestaron al Arzobispo de forma pública- en evocar ritualismos estériles y la tentación arrinconante de regresar a una societas utópica que se contentaba con indicar pecados y la falsa oración.

Nuestra época -apunta San Juan XXIII- «(…) esta azotada y penetrada de errores radicales, está desgarrada y alterada con profundos desórdenes; pero es también una época que abre inmensas posibilidades de bien al espíritu generoso de la Iglesia (…)» ICarta Encíclica: Mater et Magistra, 1961, n° 260]

La Doctrina Social de Iglesia hoy, liberada de toda condicionante pragmática terrena, asume un carácter más compromisorio frente al futuro y no hacia un retorno al pasado, con la peculiaridad de no olvidar el patrimonio legado por ese pasado.

La civilización del amor, hija del Concilio Vaticano II, además de ser una utopía, es un objetivo más consecuente y materialízame que aquellos en la tierra prometen cielos revolucionarios y otras monedas devaluadas por la idolatría a líderes humanos fallecidos o teorías desfasadas y desechadas por la propia historia humana.

Entonces, si Monseñor Antonio López Castillo (según la voz unísona y rampante de estas personas imbuidas en el error) cometió un grave pecado de mezclar lo divino con lo humano, decantándose por una de las opciones partidistas presente en la Venezuela del siglo XXI, nos preguntamos, ¿es censurable la Doctrina Social de la Iglesia, que amén de denunciar y proponer alternativas contra la injusticia social, busca darle voz a la Dignidad de la Persona Humana y la primacía del Bien Común sobre el egoísmo?.

¿Es escandalizante que el Arzobispo de Barquisimeto, ante la realidad de encontrarnos en las puertas de nuestra aniquilación como sociedad política y pacífica, pida con su voz autorizada que despierten las conciencias como lo sugirieron Pontífices y estudiosos en otros tiempos? [Cfr. Concilio Vaticano II: Constitución Gaudium et Spes, 1965, n° 36.

San Juan XXIII. Carta Encíclica Mater et Magístra, 1961, n° 65. Carta Encíclica Pacetn in tenis, 1963, n° 55. PÍO XII: Radiomensaje navideño Con SempeNouva de 1942, publicado en AAS 35, 1943, n° 13. Congregación para la Educación Católica: Orientaciones para el Estudio y Enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la Formación de los Sacerdotes, 1988, n° 37. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA Fe: Instrucción LibertatisConscientia, publicada en AAS 79,1987] .

La apuesta por la Dignidad Humana y la valentía de Monseñor Antonio López Castillo de elevar la voz ante las formas de silencio oficial que acallan las almas del pueblo de dios. la falacia de apoyar un discurso partidista.

Asumir el pulpito para buscar el despertar de quienes pueden tomar decisiones y corregir las injusticias, como en efecto ocurrió en la homilía de Monseñor Antonio López Castillo en la visita n° 161 de nuestra Divina Pastora, al advertir que el pueblo de Dios sufre de hambre y no encuentra medicinas para aliviar sus enfermedades, amén de cumplir su deber en denunciar lo que SS Pío XI y el resto de los Pontífices calificaron como un error, como es el comunismo; es un compromiso cristiano ante la manifestación divina de nuestra humanidad, como es el servicio a la persona de todas las instituciones de este mundo porque «(…) cada uno de los seres humanos es y debe ser el fundamento, el fin y el sujeto de todas ¡as instituciones en las que se expresa y se actúa la vida social: cada uno de los seres humanos visto en lo que es y en lo que debe ser según su naturaleza intrínsecamente social, y en el plan providencial de su elevación al orden sobrenatural (…)» [Carta Encíclica MATER ET MAGÍSTRA, 1961, n° 219].

La invocación y la denuncia de Monseñor Antonio López Castillo ante el desgarrador viacrucis en que han convertido a Venezuela quienes debían transformarla en lo más cercano a un paraíso, es el cumplimiento de una tradición de obispos venezolanos que en otros tiempos también alzaron su voz contra la opresión, el desaliento y las desviaciones que olvidan lo que Maritain denominaba realidad superior de persona sobre las ideologías [Cfr. MARITAIN, JACQUES: Los Derechos del Hombre. Buenos Aires, Editorial La Pléyade, 1972, pág. 11].

Como reflexión final y contestación ante la infamia, el error y el empleo de epítetos abyectos contra Monseñor Antonio López Castillo, la homilía no estaba enfilada hacia el apoyo de ninguna oferta partidista venezolana o foránea. Nunca se pretendió que la misa y la denuncia era una suerte de caja de resonancia de la conjunción partidista opositora, conocida como Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

La libertad de palabra no se negocia ni se condiciona al gusto de los oídos gobernantes, sea cual sea el color partidista.

 

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