En el recorrido de la procesión número 161 de la Divina Pastora se otorgaron permisos para la instalación de 183 tarimas, 23 adicionales a las instaladas en la procesión del año 2016, según los registros que lleva la Dirección de Planificación y Desarrollo Urbano de la Alcaldía de Iribarren (DPCU).
La presencia de estas tarimas, pertenecientes a distintas instancias, entes, organizaciones y empresas de la región, era evidente tanto por la actividad que desarrollaron durante el recorrido de los feligreses como por la cantidad de ruido que generaban. La mayoría se enfocaron en el evento religioso, pero muchas hicieron lo contrario y colocaron, por ejemplo, música que no tenía como propósito la formación católica y en este punto fue donde se centraron las críticas de muchos feligreses que vivieron la procesión.
Según el padre Jesús Lárez, quien sirvió en una de las tarimas de la avenida Venezuela, adscrita a la Ruta del Encuentro ideada por la Arquidiócesis de Barquisimeto con el propósito de ofrecer formación a los feligreses, “el problema no es la cantidad de tarimas que se ubiquen en el trayecto, sino el comportamiento de sus responsables”.
“Mientras exista respeto no hay problema, el asunto es que en ocasiones el sonido de algunas afectaba la actividad de sus vecinas y, en algunos casos, no había un contenido religioso, aunque al momento del paso de la imagen de la Virgen buscaban lo mejor de su repertorio religioso y lo cantaban”.
El sacerdote asegura que en este sentido la Iglesia ha venido ganando el espacio que le corresponde, puesto que la manifestación de fe mariana “no es un acto político, no es un acto de farándula y tampoco algo meramente cultural, tampoco es un acto social… se trata de un acto religioso”, reiteró.
“Por tal motivo, el sentido religioso de la procesión se debe respetar, porque de lo contrario somos nosotros los católicos quienes estamos dando mal ejemplo, mal testimonio, dañamos el sentido religioso de la procesión. Poco a poco, la Iglesia tiene que ir asumiendo el control total de la procesión, sobretodo teniendo el propósito pastoral que cobró mayor sentido este año. La iglesia, tiene que ganar todavía más espacio, es una responsabilidad que va más de la jerarquía institucional, porque involucra a toda la masa que asiste a la procesión de la Virgen”.
Explica que los católicos deben involucrarse en esa labor, en ese trabajo de formación que ayude a tomar consciencia sobre el carácter sacro de la procesión.
Normas que se incumplen
El ingeniero Daniel Peñaloza, director de la Dirección de Planificación y Control Urbano (DPCU), explicó que la planificación de este tipo de eventos religiosos masivos requiere de tiempo.
“Nosotros iniciamos esa planificación dos meses antes de la procesión, se ubicaron en primera estancia los puntos destinados a hidratación, seguridad y atención médica- asistencial, este último de la mano con el Cuerpo de Bomberos y órganos de seguridad en general. Fue algo bien elaborado en el seno de la Comisión integrada por el alcalde Alfredo Ramos y la primera dama Carmen de Ramos, junto a todos los entes y órganos participantes”.
Detalló que en el año 2015 se emitieron 158 permisos para la instalación de tarimas, en 2016 la cifra subió a 160 y en este enero 2017 se emitieron más de 183 permisos. “Los interesados acudieron a la DPCU, desde el 1º de diciembre de 2016”.
Al principio notaron una baja en las solicitudes pero a medida que se acercó la fecha, estas se incrementaron, prácticamente a última hora. “Todos los interesados fueron ubicados, la DPCU hizo recorridos en los días previos… el 13 de enero y hasta la madrugada del día 14, se realizaron inspecciones en las que además se resolvieron confusiones de personas que se ubicaron en sitios que no les correspondía. Hubo incidentes con ciertos organismos gubernamentales que insistían en ubicarse en sitios donde no debían hacerlo, pero al final fuimos escuchados”.
Peñaloza destaca que el evento religioso se desarrolló en sana paz, aunque admitió que “hubo ciertos focos de anarquía, dados por la obstaculización de las vías de escape, pero los funcionarios de seguridad de todos los organismos que prestaron su colaboración, lograron solventar la mayoría de los inconvenientes”.
De igual forma, indicó que disminuyó la cantidad de vendedores ambulantes que utilizan bombonas para la venta de perros calientes, tequeños u otros alimentos preparados que representan un peligro para los feligreses. “Se hizo una presión que apuntó a la disminución, aunque no a la erradicación completa”.
Añadió que existen normas que deben cumplir quienes colocan tarimas, el reglamento de “actividades vinculadas a la procesión de la Divina Pastora” está disponible en la página web de la Alcaldía. Además, “se hizo una exhortación de los interesados para que se adaptaran al evento religioso, se trataba de una procesión mariana y no tenía por qué convertirse en un Carnaval”.
Entre otras cosas, la norma establece que el sonido en cada tarima no puede superar los 65 decibeles. “Pero muchos lo irrespetaron ante la falta de fuerza logística para controlar, sin embargo, la DPCU hizo lo posible para lograr que la procesión se desarrolla en sana paz y con los brazos abiertos a todos los ciudadanos. El alcalde nos pidió no escatimar detalles para marcar la diferente y esta procesión fue muy bonita y no hubo incidentes qué lamentar, cada experiencia es tomada como un aprendizaje”.