Los siete kilómetros y medio correspondientes a la visita número 161 de la Divina Pastora a Barquisimeto culminaron en la avenida Venezuela, frente a la Catedral, donde todo estaba dispuesto para la celebración de la eucaristía de cierre presidida por el obispo de Acarigua, Juan Carlos Bravo, quien estuvo acompañado por monseñor Antonio López Castillo; el rector del santuario de Santa Rosa, Humberto Tirado; el de la Catedral, Pablo Fidel González, y el resto del clero.
Circundada por las almas suplicantes aguardó la imagen de la patrona de los larenses detrás del enrejado de entrada de la Catedral mientras transcurría el acto litúrgico. Así, frente a la pastora de almas la autoridad eclesiástica extendió desde el altar central una invitación a despertar la alegría desde el corazón, si es que se quiere disipar la tiniebla.
“Entre nosotros falta alegría y los cristianos católicos no debemos dejarnos arrebatar la alegría cristiana de nuestra fe y nuestra confianza en el Señor por nada del mundo”, alertó el obispo de Acarigua al principio de la homilía. Es necesario, dijo, saber que Dios reinará en el corazón de quienes lo invoquen.
Si a este sentimiento lo opaca la tristeza, las adversidades de la vida adquieren un peso superior: “Cuando falta la alegría la fe pierde frescura, la cordialidad desaparece, la amistad entre los creyentes se enfría. Por eso, todo se hace difícil cuando no existe la alegría”.
Por eso, aconsejó, “es urgente para nuestra patria, en nuestras comunidades, en nuestras iglesias particulares expresar la alegría y recuperar la paz. Es urgente seguirle y hacer de Jesús el rey de nuestros corazones para hacer de este mundo uno verdaderamente justo”.
Sacudir el temor también forma parte de la tarea de los cristianos, apostilló Bravo, pues a su modo de ver permitirle ser una sombra causa daño: “El miedo nos está hundiendo en el abismo del individualismo y la indiferencia. Nos está impidiendo mirar hacia el futuro con esperanza”.
Antes de que la Virgen entrara a la Catedral el gobernador Henri Falcón se hizo acompañar del alcalde Alfredo Ramos para la entrega de la Orden Divina Pastora al maestro Armando Villalón, al sacerdote Jaime Vivas y a las servidoras de la Virgen Claret Torrealba y Lila Suárez.
Una vez abierto el paso a la Virgen, la energía juvenil abrazó a la Pastora, esta vez de frente a su pueblo, con mirada afable, para despedirlo.