La democracia es “el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”. Dijo Lincoln al cierre del discurso de Gettysburg, una alocución que no requirió de más de doscientas setenta palabras para ser memorable, una lección a la que parecen impermeables los especialistas en hablar mucho sin decir nada. Se sabe que su fuerza está en su sencillez y claridad. Del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Nuestra Constitución, esa que juran cumplir y hacer cumplir nuestros gobernantes, representantes y funcionarios, lo subraya varias veces. La primera en el artículo 5, “la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo” quien la ejerce directamente, en los referendos y otros modos de participación, o indirectamente, “mediante el sufragio, por los órganos” del Poder Público.
Al Presidente y a la Asamblea los elige el pueblo. También a gobernadores y alcaldes, y a cuerpos deliberantes regionales y locales. A Magistrados, rectores electorales, Fiscal, Contralor y Defensor, los designa la Asamblea, plural y representativa, siguiendo la pauta constitucional. El principio que une el poder al pueblo está siempre presente, aún en la justicia, pues según el artículo 253, la potestad de administrarla “emana de los ciudadanos y ciudadanas”.
¿Es ociosa o redundante esta insistencia? No, porque la historia nos enseña cuantas veces quienes ejercen el poder se equivocan sintiéndose sus amos y se alejan de su republicana condición de mandatarios. Se creen con títulos para servirse del poder y ser servidos, y olvidan su condición de servidores, que es la real. La indisolublemente unida a su legitimidad, que es su origen en el pueblo.
El poder es del pueblo en su finalidad de bien común, en los derechos que lo fundamentan y en los límites que protegen al pueblo de abusos y desviaciones. Es por el pueblo porque nace del voto que pone y quita. Y es para el pueblo. No olvidarlo. Su fin es su principio. En su beneficio, no es su perjuicio.
La Asamblea controla el gobierno y la administración, legisla y debate los grandes temas nacionales para que se escuche la voz del pueblo. Voz plural que siempre debe estar presente. El Ejecutivo gobierna para el pueblo. En servicios adecuados, manejo pulcro de sus recursos, salud de su economía que se traduce en moneda estable, poder adquisitivo, abastecimiento. También seguridad de su vida y de sus bienes, fruto de su trabajo.
Cuando se abandona esos deberes, el pueblo se siente abandonado. Y lo está.