A Venezuela, hoy descosida de libertad y rota de soberanía, no le hace falta la puntada de hilo revolucionario chavista ni el zurcido o remiendo castrocomunista.
Venezuela hoy lo que necesita es un ropaje fabricado con hilo constitucional y tela democrática. Venezuela lo que necesita es un traje nuevo de democracia. El gobierno neo cubano de Nicolás Maduro ha mostrado su verdadero talante botando a la cuneta de la vía amplia de la historia el sistema de libertades públicas alcanzado el 23 de enero de 1958, consagrado en principios fundamentales, derechos y garantías esenciales, de la constitución del año 61, ampliadas en la carta magna del ’99.
El teclado coloca al miedo como el gran culpable de esta hora. Indiscutiblemente el miedo de Nicolás Maduro fue el detonante de la situación de este momento. El miedo a no continuar disfrutando del hartazgo de poder absoluto que detenta y le ha corrompido hasta los tuétanos. El miedo a que junto a los suyos pueda terminar parando en la cárcel por los abusos y desviación de poder cometidos. No cabe duda, Nicolás Maduro le tuvo miedo a la gigantesca lección que el pueblo le daría los días 26, 27 y 28 de octubre con la masiva concurrencia hasta los centros de votación en un acto de legítima manifestación de voluntad en contra de su gobierno, que por ilegitimo vale aclarar ya no es el gobierno de Venezuela.
Democracia, y no otra cosa, es lo que necesitamos en la hora actual para salir de esta crisis. Ahora mismo, en una cosa si estamos claro, con este gobierno espurio, forajido, casquivano e inepto de Nicolás Maduro no parece posible encontrarse el menor resquicio de democracia. A contravía de la constitución e infringiendo las leyes han cerrado ya cualquier salida a esta inaguantable situación. Esta es la razón por la cual es indeclinable desconocer las decisiones, en contra de la Constitución y las leyes, no solo del Ejecutivo sino de los poderes Judicial, Ciudadano y Electoral. La protesta es nuestro derecho constitucional. Las manifestaciones de calle y la desobediencia civil sus herramientas. Por tanto hace falta revivir el espíritu unitario que hizo posible aquel 23 de enero de 1958. Es pertinente entonces alertar acerca de los peligros de la desunión. Preocupante, por decir lo menos, la contramarcha de los alcaldes zulianos opositores en relación al tema del presupuesto nacional. No parecen entender la gravedad de los acontecimientos. No parecen estar a la altura de la historia. Es necesario reafirmar que si nos unimos seremos fuertes e invencibles. Si no perderemos irremediablemente la oportunidad que como pueblo nos entrega Dios y nos da la historia. No faltemos a nuestra responsabilidad en esta hora.
Con la unidad de propósito y acción necesarios conquistaremos la libertad y soberanía extraviadas. Una cosa les aseguro: no se perderán nuestros afanes por lograr el anhelado y luminoso día de alegría en las calles, de sonar de cornetas y repique de campanas, en que se abran las cárceles para que salgan los presos de conciencia y retornen los exiliados políticos al país, día para comenzar a recobrar la estabilidad política, el progreso económico y el desarrollo social que tanto reclama la población, en que el imperio sea la ley y el respeto a los derechos humanos una constante, de autentica separación y autonomía de los poderes públicos, de igualdad de oportunidades para los venezolanos en todos los órdenes del quehacer humano, de regreso a la desconcentración política y descentralización administrativa de los estados y municipios, día de poner fin a la autocracia y anarquía derivados en dictadura, de terminar con los antagonismos, divisiones, odios y rencores para la resiembra de la idea y pasión de Venezuela por la unidad y la paz, día final de la resistencia cívica en contra del socialismo de estado para volver a la democracia a través del voto popular, día augural de provechosos destinos y nuevos derroteros para el bien común, día de cambio de traje, para botar el descosido y roto traje del Socialismo del Siglo XXI, para lucir el hermoso y nuevo traje de la Democracia con su carga de libertad, igualdad, soberanía, justicia y paz.