El estado socialista debe garantizar el bienestar social, la justa distribución de la renta, ofrecer iguales oportunidades para la educación, la salud y el trabajo digno, garantizar la seguridad de los ciudadanos y del territorio, pero no puede pretender ser el dueño de todo y producir todo. Como ya ha sido demostrado muchas experiencias se han dado de expropiaciones, nacionalización de empresas, empresas cogestionadas, que en su mayoría han sido un fracaso, estando hoy en ruinas y plagadas burocratismo e ineficiencia.
Hoy todo se nos ha juntado; crisis económica, inestabilidad política, crisis del agua y de la electricidad, pues, debemos decir: bienvenidas sean estas crisis, si permiten que surja una nueva sociedad, un nuevo venezolano. Es necesario reactivar las Tres R de las que hablo Chávez, “revisión, rectificación y reimpulso de la Revolución Bolivariana”, debe surgir una nueva administración pública, una nueva política económica llamada mas a planificar que a controlar.
Es necesaria racionalizar la economía es decir planificarla, no podemos seguir improvisando y produciendo lo que queramos sino lo que podamos. Esta planificación socialista no surge solamente de los buenos deseos, de lo que desearían producir, sino de lo que potencialmente podríamos producir. Para ello hay que tener un conocimiento profundo de las potencialidades del suelo, el clima, la condiciones hidráulicas, los sistemas de distribución, vía de comunicación, industrias existentes, capacidad ociosas de las industrias, producir lo que realmente podemos producir y no lo que las pautas de consumo nos han obligados a consumir, la mayoría bienes importador o de materia prima del exterior.
El agotamiento de la renta petrolera debe ser el que haga posible el proyecto de desarrollo endógeno que desde el principio del siglo XX intentó propulsar el presidente Chávez y el cual nuevamente el rentismo petrolero imposibilitó. La revalorización de antiguas formas de organización y de trabajo, el trabajo de aquellos que han sido marginado de la producción capitalista, desde la producción de alimentos tradicionales, medicinas naturales, viviendas, tecnología popular, transporte todos ellos representan la ruptura de la que hemos hecho señalamiento, pero además garantizan un cambio en las relaciones sociales ya que al revalorizar este tipo de trabajo, además de elevar la autoestima de quienes han sido históricamente marginados y explotados, establecen nuevas formas de reconocimiento social y de participación política.
Con la crisis se ha puesto de manifiesto la creatividad del venezolano, hoy vemos una revalorización del trabajo del campo, han surgido nuevas pautas de producción: desde nuevas industrias, en el área de automotriz, en los trabajos domésticos, los venezolanos están buscando la manera de ahorrar el dinero y utilizar de mejor manera los recursos. Desde la familia clase media que ante todo lo pagaba para que lo hicieran otros, hoy se unen para buscar soluciones familiares a problemas de servicios, uso más eficientes de los automóviles, ahorro de la gasolina, cultivos familiares, organización en los barrios para producción de bienes básicos para satisfacer sus propias necesidades, como lo son los productos de limpieza, del hogar y de cuidado personal, igualmente lo vemos en la alimentación, cuando las amas de casa llevan al máximo su capacidad creativa y ahorrativa; cocinar sin aceite y gas, hornear, usos de plantas aromáticas y nuevos tipos de vegetales desconocidos, fabricación de nuevas harinas, producción de carnes usando vegetales. Todas estas habilidades que forman parte de nuestra cultura milenaria, pero que se habían olvidado por los males del consumismo que genera la renta petrolera.
No deseo terminar este artículo sin expresar mi crítica a la reciente medida de la salida del billete de 100, la cual puede ser justificada por las razones ya señaladas por el gobierno contra la mafias que desde adentro y afueran intentan acabar con el gobierno, pero negar que fue mal implementada es innegable, por poco no se produce un “autogol”. Un gobierno que soportó durante todo un año la más inclemente guerra en su contra, no solo resistió, sino que, a mi modo de ver, salió fortalecido, a finales de año, por una torpeza, por poco no se le levanta el país. Errores de esto, improvisaciones de este tamaño son imperdonables, no se pueden repetir.