Predecir los eventos que traerá el 2017 para los venezolanos luce como una aventura, sin embargo es un ejercicio necesario para todo aquél que quiera vislumbrar algún indicio de esperanza, o al menos de certeza. Lo evidente es que el año 2016 fue como un tren cayendo por el barranco, y como tal es una situación que no cambiará por entrar a un nuevo año; así, de mantenerse las estrategias del Gobierno la crisis económica seguirá socavando la vida de los venezolanos, y con ella todo el caos social continuará tomando las calles y llenando la cotidianidad del pueblo.
El 2016 puede ser definido sin temor como un año marcado por la crisis, manifiesta en todos los niveles de la vida de quienes viven en Venezuela. Lo importante de lo anterior es que, como señalara Manuel Caballero, las crisis no son permanentes, y es por ello que si alguna certeza puede haber para el 2017 es que será un año de cambios. La afirmación anterior no implica necesariamente que habrá un cambio de gobierno, y esto es importante adelantarlo pues pudiera ser lo que pase por la mente de muchos cuando escuchan algo relacionado a cambio en el país.
El cambio puede adquirir varias formas. Una evidencia de lo anterior es que tanto el Gobierno como la MUD comenzaron el año anunciando cambios, que aunque en algunos casos no sean de fondo dan muestras de la necesidad que ambos actores tienen de transmitir que las cosas deben hacerse de otra manera. En el caso de la MUD esta necesidad es evidente dada la percepción de fracaso que la ronda luego de un año que comenzó con expectativas y terminó sin logros. Su reto es volver a generar credibilidad, algo que aspiran lograr amparándose (una vez mas) en algún proceso electoral.
El caso del Gobierno es más complejo, debe atender de manera simultánea la crisis económica y social que atraviesa el país y la crisis política interna que lo debilita más que la propia MUD. En cuanto a lo primero, aparentemente el modelo a seguir será el de la radicalización de un modelo basado en un Estado rico y un país pobre, sostenido básicamente por ingresos petroleros que permitan mantener un aparato ineficiente cuya razón de ser es generar dependencia en la población. El mantener esta línea se evidencia en los cambios superfluos anunciados los primeros días de enero.
Por otro lado el Gobierno se enfrenta a una crisis interna, la cual tiene su base en el hecho de haber perdido el apoyo popular. Esto es grave para un Partido que se jactaba de representar al pueblo. Hoy la crisis de liderazgo junto al mal gobierno ha hecho que sus bases se hayan debilitado, trayendo como consecuencia que a lo interno haya fuerzas en movimiento. El temor y el interés por seguir accediendo a recursos del Estado es la única “ideología” que une a los distintos grupos de interés que hacen vida a lo interno del Gobierno. Acá también todo indica que también habrá cambios.
No se puede afirmar que el 2017 será un año de desenlaces, pero sin duda será un período de movimientos, y como tal pensar que las cartas están echadas y no hay nada que hacer es el peor error que cualquiera que quiera una situación mejor puede cometer. El 2017 es un año en el que la historia está por escribirse, y depende de cada quien el desenlace que haya, el cual puede ir desde la profundización de la crisis hasta el cierre de un ciclo de malas políticas públicas, pasando por los llamados imponderables que sin duda están latentes.