La MUD vive una nueva crisis parecida a la de hace dos años cuando el episodio denominado “La Salida” dividió conceptual y estratégicamente a los partidos de oposición ocasionando entre otras cosas la renuncia de Ramón Guillermo Aveledo. Aquella vez la crisis se superó con la llegada de las elecciones parlamentarias, escenario que unificó nuevamente todas las fuerzas con resultados favorables históricos para la alternativa democrática.
Esta vez sucede algo similar. La suspensión del revocatorio por parte de un régimen ya dictatorial, revivieron los fantasmas de la división en cuanto a la estrategia a seguir sin que a la fecha se avizore un consenso sobre la agenda de lucha de cara al 2017 Nuevamente el debate se centra en falsos dilemas que confunden deseos con política y pretenden dividir a la dirigencia entre héroes y serviles. Pedir la renuncia a Maduro y decretar en las redes la desobediencia civil, están lejos de ser una agenda de lucha eficaz y real. Por otro lado el diálogo no puede sino catalogarse como un fracaso. Lo que debemos es consensuar una estrategia política real que nos devuelva la ofensiva para avanzar sin plazos autoimpuestos que se convierten en autogoles.
El 2016 nos deja derrotas que debemos admitir con responsabilidad y sobre las cuales nos toca aprender lecciones para mejorar. Insistir con las mismas estrategias sería ya no un error sino una necedad. Unidad y coherencia deben ser los dos grandes pilares para relanzar una dirección política que trascienda al fracasado G4 y retome la senda ganadora trazada en 2015. Para esto el escenario conveniente y posible son las elecciones regionales, las cuales deben ser asumidas por la MUD sin complejos entendiendo que toda elección es favorable para quienes somos mayoría y perjudicial para una dictadura impopular. Cualquier elección puede convertirse en la práctica en un revocatorio, en un acto de desobediencia, en una petición de renuncia. A eso es lo que le teme el régimen, porque es el único escenario que no puede controlar. Igualmente debemos asumir como prioridad el restablecimiento de las competencias de la Asamblea Nacional y la defensa de su legitimidad. Un parlamento vigente y veinte gobernaciones en manos de la MUD, abriría las puertas del cambio posible y sostenible en el país.
Pero lamentablente hay quienes insisten en fabricar falsas expectativas con atajos inviables que solo sirven de discurso a quienes están enfrascados en luchas internas. Plantear ahora que el juicio político puede destituir a Maduro antes del 10 de enero es irresponsable, mucho más cuando se acompaña a esa oferta engañosa con la criminalización de las elecciones a gobernadores. Eso de pedir que se cumpla la constitución para unas elecciones si y para otras no, es realmente incoherente, y no puede entenderse sino como una estrategia divisionista. Declarar la responsabilidad de Maduro en el seno de la Asamblea, es políticamente importante, pero está lejos de resolver el problema. El mundo no se acaba el 10 de enero, y si de verdad queremos viabilizar un escenario de cambio de presidente en 2017 no queda otra opción que la enmienda constitucional, la cual por cierto sigue engavetada.
Reeditar “La Salida” a costa de la Unidad necesaria sería un error imperdonable. Lo coherente sería asumir con seriedad y Unidad las elecciones regionales proponiendo ahora una Enmienda que permita elecciones presidenciales en 2017. Esto último sí está en la constitución y ya fue aprobado por la MUD toda. El tablero electoral es el que nos une y fortalece, al tiempo que nos permite avanzar de verdad.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
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