Las consideraciones acerca del país y las condiciones de marginalidad bajo las cuales pudiese estar viviendo la población venezolana hoy, en medio de esta crisis que el gobierno no termina de atacar en sus raíces, porque las medidas no pasan de ser paliativos cada vez más ineficaces, dado su carácter estructural, hacen pensar que está perdiendo la guerra económica, si se asumiese que este es el factor que representa la contradicción principal en la dinámica propia de una economía política cuyas nociones fundamentales, desde el punto de vista teórico, obligarían a repensarla y reelaborarla, frente a una realidad tan compleja como la nuestra.
Los indicadores elementales que en materia del combate a la pobreza y la desigualdad social, vistos en serie histórica, así como exhiben registros negativos en el período correspondiente a los años del golpe militar del 2002 y, subsiguiente recuperación en los años posteriores, no es menos cierto que en la actual fase de ese ciclo histórico, resultan alarmantes por los niveles que alcanzan. En materia de Desarrollo Humano, en términos teóricos, por ejemplo, se postula que al crecimiento del Producto Interno Bruto debe sustentar una política social que redistribuya invirtiendo para elevar la calidad de vida, con logros concretos en cuanto a educación y salud, que traducen expectativas de bienestar en la población. Las medidas anunciadas y adoptadas por el gobierno lucen ineficientes.
La cifra del 10% en negativo representa un hito histórico. La inflación se tornó incontrolable y, según estimaciones conservadoras, finaliza el año situándose en 500%. El costo real de la canasta básica está muy lejos de ser cubierta, pese a los sucesivos incrementos salariales indirectos que se amplían por la compensación del bono de alimentación. Contrastan las cifras de desempleo oficiales con las aportadas por organismos internacionales como la CEPAL y el FMI, con anuncios del 18%. Todo lo cual induce a pensar que las cifras de la pobreza están en regresión.
A las variables económicas, se suman otras de naturaleza política, a su vez asociadas con factores de naturaleza psicosocial, ampliamente estudiadas con anterioridad y relacionadas con la autoestima. Entre otras investigaciones, las de M- Barroso (Autoestima del venezolano; y Autoestima: Ecología y Catástrofe) y J. del Grosso (Autoestima: Talón de Aquiles de la Revolución Bolivariana). Se pone de manifiesto y reitera allí, que el venezolano no cree en sí mismo, mucho menos podría creer en el otro. Lo utiliza cuando le conviene. El otro no tiene derechos, no importa… La historia de Venezuela en su primera etapa, fue toda negociación del otro como persona: el indio, el esclavo, el pobre. Sólo el mantuano era importante, el español, el extraño. Y en la segunda parte, a pesar de toda la lucha por los derechos y por la conciencia de esos derechos, el otro siguió pintado en la pared. El marginal, asomado, no reconoce que a su lado pueden existir otros con iguales derechos. Por lo demás, el Desarrollo Humano Integral es una alternativa ante la vulnerabilidad. Es la búsqueda del bienestar por todos, para todos y de todos.
La gobernanza, como nuevo modo de gobernar, va mas allá de las simple gobernabilidad o, si se quiere, la gestión cotidiana de decisiones rutinarias que socavan la legitimidad del poder, con todo el riesgo que ello implica. Requiere asumir una visión trascendente que articule en un nuevo sistema de innovación social, en modo de red, a los diferentes actores claves del proceso: organismos del Estado, del sector empresarial y de la sociedad civil, en procura de la sostenibilidad institucional: ¡2017 podría ser un año diferente!