Las fotografías del brasileño Sebastiao Salgado, ejercen sobre la mayoría de quienes hemos observado el resultado de su arduo y laborioso trabajo de muchas décadas, un atractivo del cual es difícil sustraerse. La belleza de la composición y de la imagen nos movilizan doblemente, de la forma al contenido: la terrible situación de la ferocidad del ser humano en la guerra, la explotación del débil por el fuerte, la masacre entre iguales, el trabajo minero, la sequía y el hambre, la destrucción de la naturaleza, la desigualdad en la tenencia de la tierra. Nos obliga a pensar y repensar en la naturaleza del arte de hoy y las nuevas formas de mirar y mostrar la realidad.
Ver y Mirar más allá de lo aparente, pareciera ser la consigna en estos tiempos tan rudos. Mirar a fondo, implica traspasar lo sensorial para anclarse en lo cognitivo, asunto en lo cual los referentes culturales, sociales y personales, abrirán o cerrarán las puertas de quien mira, extendiendo o restringiendo su horizonte. Ya no hay duda de la importancia del punto de vista, tan caro a las artes visuales y a la escritura creativa, incluyendo la periodística, de la cual hay numerosos ejemplos en este continente, al punto de poner en cuestión, si el llamado “nuevo periodismo” norteamericano”, en lugar de ser origen, es consecuencia de la variedad e intensidad de la crónica latinoamericana.
Tiempos rudos en una Venezuela, que a veces pareciera ser una abstracción para quienes sólo la perciben, como un “no lugar”, dejando a la buena de Dios o de los demás, el compromiso de rehacerla. Abstracción que es la otra cara de la moneda de los que la usufructúan sin piedad, devorándola mientras la entregan sin rubor alguno, a quienes no sólo se llevarán sus riquezas mineras, sino que cometerán a gran escala, lo que pareciera ser parte de un guion iniciado con el petróleo y su industria. Me refiero al ecocidio y un ejemplo de su epítome —el arco minero— cuyas consecuencias las pagarán también generaciones que aún no han nacido. Habrá que oficiar viejas y nuevas formas del compromiso.
Mirar comprometidamente, para mostrar lo evidente, es necesidad apremiante en una sociedad como la nuestra, acostumbrada a mirar para “otro lado”, cuando la realidad fustiga y exige nuestra participación. Aunque la narrativa y poesía actual, especialmente la de escritores jóvenes, da cuenta de estos tiempos bizarros, prefiero aludir ahora a la mirada que exige formas expresivas directas, como la fotografía, en sus vertientes artísticas y el fotoperiodismo y la escritura “urgente”, especialmente las crónicas, reportajes y entrevistas, que al ser concebidas también como un trabajo sobre el lenguaje, permanecerán como constancia impresa de acontecimientos que no deben olvidarse, pues adquieren una doble razón para que sea así: el fondo y la forma, que aunados, permitirán a los que nos siguen, saber en buena prosa o certera imagen, lo que hoy nos ocurre, de la misma manera como hoy disfrutamos, de la buena escritura o viejas pero novísimas imágenes, de periodistas y escritores de acontecimientos del pasado reciente o remoto.
En el campo fotográfico ocurren cosas muy interesantes, como el afianzamiento de un quehacer que a pesar de estar atado al día a día o acontecimientos políticos y sociales, no deja fuera la creatividad ni la estética, entregando en su lectura de lo cotidiano, un compromiso con la realidad que nos perturba y exige nuestra participación para el cambio. Puede ser—en un ejercicio de síntesis para aludir a ejemplos representativos— a la manera de Nelson Garrido, Roberto Mata, Luis Cobelo,el jovencísimo Alejandro Cegarra o de Juan Toro, cuya original muestra fotográfica sobre la violencia,”Expedientes”, se exhibe aún en la Galería del Palacio Municipal de Iribarren. Muestra que apela a la capacidad simbólica del espectador para pensar nuestro país, a partir de los restos de cascotes, granadas y balas que conservan trazos del cuerpo que atravesó en su recorrido.
Mirar es un compromiso al escribir o fotografiar desde diversos puntos de vista, la crónica de lo que somos como país, de nuestros gritos, silencios, cobardías o valentías.