El este de Caracas fue durante décadas reflejo de la opulencia de un país petrolero. Por allí circulaban automóviles último modelo y la gente se paseaba con trajes de marcas reconocidas. Hoy pululan las mujeres con niños en brazos y los hombres con rostro agobiado que mendigan o escarban entre la basura para subsistir.
El riesgo de que la crisis económica que atraviesa Venezuela lleve a un estallido social es cada vez mayor ante la creciente escasez de productos básicos y una inflación de tres dígitos que, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional, podría superar al 1.000% en 2017.
Desesperada por la falta de dinero para comprar alimentos y medicinas para su pequeño hijo que padece convulsiones, María Vásquez, una empacadora de 32 años, decidió comenzar a pedir dinero en una de las calles aledañas a un exclusivo centro comercial del este de Caracas.
«Esta es mi segunda vez en la calle. Me da pena pedir pero prefiero mil veces pedir que estar robando o andar en cosas malas», confesó mientras sostenía el cuerpo delgado de su hijo e intentaba avanzar en medio de una fila de vehículos para no cruzarse con un anciano y una joven que pedían dinero en la misma avenida.
«El dinero que me pagan en mi trabajo ya no me alcanza para mis dos chamos (hijos) ni para mí. Ya no los quiero ver pasar hambre», dijo entre lágrimas a The Associated Press. Su salario de 22 dólares a la semana sólo alcanza para dos comidas diarias.
«Hace tiempo que no comemos ni pan, ni carne, ni pollo. Lo que gano sólo me da para algo de arroz y a veces pasta». La creciente pugna entre los poderes públicos y la insistencia de la oposición en presionar una salida electoral para poner fin al mandato de Nicolás Maduro presagian tiempos difíciles para Venezuela, cuyo desempeño económico estará seriamente comprometido en 2017 debido al deterioro del precio del petróleo, su principal fuente de ingresos.
El Vaticano y un grupo de expresidentes, con el apoyo de Unasur, promueven desde octubre una mesa de diálogo entre el gobierno y la oposición para tratar de conciliar a las partes y aliviar la tensión política. Pero hasta el momento no se han logrado mayores avances. Yeina Manrique, un ama de casa de 36 años, hizo fila durante horas frente a una farmacia a la espera de conseguir un número para comprar pañales.
«Tengo cuatro meses buscando pañales para mi niño y no los conseguía. Tuve que ponerle unos pañales de tela que le generaron una alergia tremenda», dijo mientras apretaba a su hijo contra su pecho e intentaba protegerlo de la lluvia. «Yo hago colas para todo. La semana se me va en la cola del arroz, la cola para el jabón, la cola para la leche de él. Si no hago así, no comemos».
Manrique pasa buena parte de su tiempo esperando afuera de los comercios que venden alimentos a precios controlados debido a que los productos que se expenden a precio libre son inalcanzables para su familia, que tiene un ingreso de 74 dólares al mes. «Aquí un paquete de pañales me cuesta 600 bolívares (89 centavos de dólar). Por mi barrio un buhonero (vendedor ambulante) me vende el mismo paquete a 60.000 (89 dólares).
¿Quién puede pagar eso?», se quejó. En medio de decenas de compradores presurosos en el mercado municipal de Chacao, al este de la ciudad, Amarilis Andrade, una asistente de médico de 43 años, intentaba avanzar por un estrecho pasillo con un carrito repleto de verduras y frutas.
«Uno sólo trabaja para comer. El precio de un kilo de tomate está en 4.000 bolívares (6 dólares). El kilo de carne subió a 5.800 bolívares (8,6 dólares). ¿Quién puede comer con esos precios?», se preguntó molesta ante el alza de algunos alimentos que en menos de una semana duplicaron su valor. «La paciencia ya se está agotando. Ya no tenemos ninguna salida. Yo pienso que si esto sigue así puede haber un estallido social», afirmó.
Una encuesta de la firma local Venebarómetro reveló que casi nueve de cada 10 venezolanos perciben de forma negativa la situación del país.El pesimismo de la población responde en buena parte al deterioro de las condiciones de vida. El estudio, que se realizó la tercera semana de noviembre entre 1.200 personas y tiene un margen de error de 2,37%, encontró que 45,5% de los venezolanos comen dos veces al día contra 24,3% de la población que se encontraba en esa condición en febrero.
La compleja situación económica, social y política de Venezuela ha despertado la atención de la comunidad internacional, que ha manifestado inquietud ante el riesgo de que la crisis pueda llevar al país sudamericano a un desenlace violento.
A mediados de mes algunas ciudades y poblados fueron escenario de violentos disturbios y saqueos de comercios protagonizados por enardecidos pobladores que protestaban por la eliminación de los billetes de 100 bolívares, los de mayor denominación. Tras las protestas Maduro decidió extender hasta el 2 de enero la vigencia del billete que equivale a 15 centavos de dólar.
El secretario ejecutivo de la coalición opositora, Jesús Torrealba, afirmó que Venezuela enfrenta una «situación inflamable» desde el punto de vista económico y social y planteó que es necesario que el gobierno abra un canal humanitario para recibir alimentos y medicinas del exterior y así bajar la tensión.
El investigador y académico de la Universidad Simón Bolívar, Marino González, dijo a AP que si aún no se ha producido un estallido social es porque «la estructura de socialización política de los venezolanos es fundamentalmente democrática. Eso significa que hay un rechazo a todo lo que pueda ser una acción violenta».