La mayoría de los venezolanos quiere que haya un cambio de Gobierno.
Sobre esta afirmación se puede construir el primer consenso. Claro que quienes están en el Poder Ejecutivo apelan a todo tipo de laberintos legales, aunque ilegítimos, para tratar de insistir en permanecer donde están. En el comprensible apego al Poder, y todas sus prebendas, por parte de quienes hoy gobiernan es donde la voluntad de la mayoría se encuentra con un muro de contención de intereses y complicidades.
No hay que ser un genio para adivinar que la agenda de quienes están en el Gobierno es seguir amarrados al Poder a toda costa. Mientras tanto, ¿qué puede hacer el ciudadano común? Por un lado seguir apoyando aquellas iniciativas que contribuyan a generar un cambio Político en el país; pero también puede empezar a exigir a quienes tienen la responsabilidad de gobernar a que den respuesta a los problemas del día a día (inflación, escasez, inseguridad, y la larga lista de otros problemas).
Exigir a un Gobierno que gobierne no debería, aunque nunca se sabe, ser considerado desestabilización o terrorismo. Si cada comunidad se organizara para pedir solución a sus problemas, quienes gobiernan se verían obligados a pasar de la retórica en torno a complots internacionales y una tierra prometida a dar respuesta a cosas tan concretas como por qué hay personas comiendo basura, altas tasas de homicidios, y otras tantas deficiencias en la Gestión Pública.
Un punto adicional que se le puede exigir al Gobierno Nacional es que explique cuál es su plan para salir de la crisis actual. Si la estrategia económica se centra en que suban los precios del petróleo, no solo no se ha aprendido nada, sino que es poner en manos del destino la vida de millones de personas. Tal vez sería conveniente que organizaciones con capacidad de convocatoria empezaran a movilizarse en torno a la exigencia de la implementación de acciones serias para salir de la crisis.
La mejor ayuda que puede darse el propio Gobierno es resolver los problemas de millones de venezolanos. Lamentablemente el tiempo en el que podía corregir se le ha ido pasando, y hoy simplemente el tren avanza sin frenos hacia un precipicio. Si tan solo quienes gobiernan tuvieran la humildad de reconocer que su fórmula falló, y que se necesitan nuevas maneras de abordar la crisis económica y social, tal vez se pudiera dar un paso en la búsqueda de puntos de encuentro.
Hoy se habla de diálogo, el cual por cierto ninguna de las dos partes parece querer en realidad. Ésta mesa se ha convertido en otro intento de reconciliar lo irreconciliable, una táctica para ganar tiempo más que una solución definitiva. La liberación de los presos políticos, los derechos electorales de los venezolanos, entre otros puntos de la agenda, no deberían ser puntos de una negociación, al final de cuenta son puntos que en una Democracia cualquiera son dados.
Tal vez sería interesante exigirle al Gobierno que cambie varios de sus Ministros y coloque algunos de consenso, al menos en el área económica. Exigir un BCV independiente y con nuevos Directores. Hasta la consulta pública en el nombramiento de Magistrados, Rectores del CNE, y, por qué no, los mandos militares. Ciertamente estos planteamientos parecen propios de alguien que perdió la cordura, ¿pero no son más realistas que pedirle a quienes gobiernan que se vayan?