Hasta hace un mes Alejandro González y Carolina Medina vivían junto con sus cuatro hijos en la estrechez de un cuarto de 2×2 metros.Haber logrado ampliar la pieza con láminas de madera es una de las mejores satisfacciones saboreadas este año para el padre.
En el material de construcción y un saco de maíz se consumió la mayor parte del dinero de la liquidación del empleo que tuvo como vigilante hasta hace seis meses. Tiene un techo y comida y eso le basta para estar tranquilo en Navidad.
Este 24 de diciembre, cuando la tradición incluye reunirse en familia en torno a la mesa para degustar manjares, vestir ropa nueva y dar regalos, para la familia González Medina el día transcurría “como uno prácticamente normal”, describió resignado el progenitor.
La mamá se ocupaba de terminar el almuerzo en el diminuto espacio apartado para cocinar en la casa unifamiliar, con la hija de tres meses cargada en brazos, mientras los varones de seis, tres y dos años se divertían correteando en el patio de la vivienda, en Moyetones III, al oeste de Barquisimeto, donde se instalaron desde hace dos años.
De los cuatro hermanos solo el mayor, que ya estudia primaria, pregunta por la llegada del Niño Jesús. Respetándole la inocencia González y Medina le explicaron que este año no había obsequios. La prioridad, cuando los únicos adultos de la familia no tienen trabajo estable, es la comida.
“Lo importante es asegurarles estar bajo techo y que tengan comida”, fijó el exvigilante de 54 años las metas que como cabeza de familia se ha fijado.
Después de todo, dio uno de los pasos más importantes. Salir del hacinamiento en la casa de la suegra y comprar un terreno de los que bordea la Circunvalación Norte, con el dinero obtenido por la venta de una nevera, para así fundar su propio hogar.
Cumplidas las necesidades básicas: comida, agua potable y electricidad, para el padre de cuatro niños, a quienes mantiene desde hace seis meses con las ganancias de la venta de cocuy, cigarros y tostones, solo le encomienda al Niño Jesús “un chance de trabajo y salud para ellos (los hijos y esposa).
Con menos carga de responsabilidad que González, pero haciendo también maniobras para alimentar a su familia transcurren los días para el latonero Saúl Cáceres, su esposa e hijo de un año. “Estamos pasando las Navidades más difíciles”, afirmó mientras almorzaba un plato de pasta con sardina este 24 de diciembre.
Aunque trabaja de forma independiente, el dinero obtenido solo le alcanza para hacer la compra de alimentos. La inflación y la especulación, dijo, le dificulta la tarea a diario.
“Hace un año teníamos la nevera full de carne”, recordó al abrir la nevera ocupada solo por envases con agua y una botella de salsa.
Por las limitaciones, solo le pidió al Niño Jesús: “Que llegue un buen trabajito y Dios nos repare algo mejor para el año que viene”.