Esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad. Recuerdo los días como hoy en el Barquisimeto de mi niñez y primera juventud. Desde temprano amanecía el rebullicio de los preparativos para la cena en familia, como ir a buscar el pavo que preparaban en casa y horneaban en la Panadería El Sol. Mamá llevaba a mi abuela a esa diligencia o iba ella sola, siempre impaciente abanicándose en el mecedor, hasta que pedía una carrera que le hacía Colmenares de la Línea San Juan, donde ya conocían sus prisas.
Yo salía a comprar algo para lo que me alcanzara lo que había reunido por aguinaldos y mandados. De repente hacía una escala en la Majestic y venía a la casa a alistarme. Mis tíos Germán y Angelina pasaban en la noche con sus regalos y valía la pena esperarlos. Eran Navidades sencillas, provincianas, sabrosas. Después dejamos de ser niños, y fué época de amigos y amigas, de fiestas y de noches que llegaban hasta el amanecer.
Me provoca escribir de esas cosas de la nostalgia, pero con la situación que vivimos y con la angustia de la incertidumbre que contagia el alma nacional, da como pena hacerlo. Este diciembre de 2016 no parece diciembre. Hasta disturbios y saqueos ha habido, a una semana de la fecha pascual, y ellos son síntoma de la hondura de una situación crecientemente grave de la cual el gobierno no se apercibe o no quiere apercibirse. Y es imposible no preocuparse por eso, aunque estemos en estos días que siempre han sido de paréntesis y de encuentro afectivo.
Como esté será mi último artículo del año en esta página, no quiero que termine sin decir unas palabras acerca del movimiento político en el que la mayoría de los venezolanos deposita su esperanza de un cambio para mejor. Hablo de la Mesa de la Unidad Democrática, con cuya política soy solidario y a la que he dedicado más de un desvelo.
La responsabilidad de los hombres y mujeres de la Unidad es inmensa, y no hay otra opción que estar a la altura de ella. Comprendiendo que hay diferencias, ninguna es más fuerte ni más importante que lo que nos ha unido.
Comprendiendo la legitimidad de las aspiraciones, ninguna está por encima de la responsabilidad común y, además, tampoco podrá realizarse sin la Unidad, que es la base de nuestra credibilidad nacional e internacional. Comprendiendo la naturaleza humana, sus aristas, sus debilidades, estamos obligados a sacar lo mejor de nosotros y a vencer nuestras limitaciones y carencias.
Creo que se impone una revisión profunda, sincera, honrada, de si hemos hecho todo lo que podíamos para superar diferencias, ubicar aspiraciones y vencer humanas flaquezas. De seguro concluiremos que podemos hacer más y hacerlo mejor.
Porque en este desconcierto, los venezolanos necesitan mirar hacia nosotros con confianza y saber que su esperanza está en buenas manos.
Feliz Navidad y un mejor año 2017 para todos.