Siempre fuimos un país que al margen de los “sannicolases”, renos, trineos y recientemente, el “espíritu de navidad”, mantuvimos una fuerte tradición navideña que incluye el cruzamiento de árbol nevado con pesebre. En éste, la decoración surrealista permite lunas y soles simultáneos, “nacimientos” que rompen la escala, con pastores, ovejas, patos, gallinas, ángeles, lagunas de vidrio y cualquier cosa que a grandes o chiquitos se le ocurra colocar.
Este sincretismo y desdén por la composición y el equilibrio e irrespeto por la escala, podría definir a veces el país. A veces nos salva y otra nos condena, por incluir o excluir en nuestra vida política, económica y social, asuntos que por contradictorios, rompen esquemas conservadores mientras los refuerzan. Por ejemplo, al haber permitido el uso de un lenguaje básico en los libros escolares o en los discursos parlamentarios, no solo confundió sencillez con simpleza, sino que vació muchísimas palabras de su riqueza semántica o las limitó a un solo sentido. Pero no pudo con “navidad”.
Nos salva cuando dejamos la puerta abierta a la coexistencia de lo diferente y permite el ejercicio de la tolerancia. Nos condena, cuando lo “diferente” es la aceptación acrítica de conductas inaceptables ayer y hoy justificada hoy en la crisis p. ej, la especulación como forma lícita y hasta envidiable de sobrevivir, sin diferenciar las diversas formas de recuperación de lo invertido en bienes, metiendo en el mismo saco, formas lícitas e ilícitas de intercambio comercial y de enriquecimiento.
Todos sabemos qué sectores ligados al poder, trafican con los cargamentos de alimentos, haciéndolos llegar a los especuladores que juegan con el encarecimiento generado por el desabastecimiento. Negocio que abarca a quienes defienden y atacan al gobierno. Todos sabemos también que en dicho negocio, participan muchos negociantes chinos en cuyos establecimientos se maltrata a la población de menores recursos,olvidando la generosidad de un país que abrió sus puertas desde siempre a los inmigrantes. Igualmente que el miedo a parecer xenófobos, nos exime de decir situaciones que trajeron violencias condenables.
A pesar del “mayamerismo” y sus variantes, siempre fuimos y seguimos siendo el país latinoamericano en donde se conservan practicándolas, las más variadas expresiones de la tradición navideña, nutridas del sincretismo religioso y cultural,de tres culturas, española, africana e indígena, evidente en las hallacas yen las celebraciones específicas de cada región.Tradiciones que a pesar de las enormes dificultades económicas, animan a los venezolanos de cualquier creencia y condición, a “inventarse” su navidad, aunque las hallacas de este año se parezcan más a los tamales, el pan de jamón a un cachito y el dulce de leche no lleve leche y apliquemos dotes detectivescas para conseguir el papelón o el azúcar para el dulce de lechosa. Los panettones, las nueces, almendras y turrones, de clara estirpe europea, son hoy inalcanzables en nuestras orillas.
Seguirán en el centro del país aunque en menor escala, los Velorios y Romería de los pastores del Niño Jesús, con sus misas, procesiones y danzas rituales, en la calle y la iglesia, con música de cuerda y percusión. En los pueblos andinos, previo acuerdo con los dueños, se “robarán” por tres días el niño Jesús, que será devuelto en cortejo de músicos que tocan y cantan, formas musicales que llegaron en los barcos de los conquistadores, para ser transformadas en nuestras décimas, aguinaldos y romances, acompañadas quizás, por algún cohete del año pasado y niños vestidos de San José, la Virgen, pastores y reyes magos. Costumbre similar pero diferente a la Paradura, surgida de la costumbre de hacer el sincretismo pesebre familiar.
Las gaitas zulianas y las Zaragozas larenses no pueden quedar fuera, ni el hecho de que obedecen a un rígido sistema de normas y comportamientos aplicado a sus participantes –todos hombres aunque dirigidos por una mujer, la capitana- ni la alusión a la matanza de inocentes por Herodes. Curiosa forma de machismo que se disfraza de locaina pero sometido a la libertad de expresión vigilada por una mujer.
En fin, la esperanza atraviesa todo lo que nos salva, aunque a veces parezca que todo nos condena.