Hoy se cumplen ciento ochenta y seis años de la muerte de Bolívar y dieciocho de sufrir la patria espantosa destrucción.
A medida que el tiempo corre el fuego de los abusos, odios e intolerancias arrecia, crecen los lamentos, las protestas, las lágrimas brotan del pecho de las madres que ven morir a sus hijos de inanición a causa del hambre o de las balas de la delincuencia producto de la gran inseguridad reinante.
No sé si el héroe grandioso de la humanidad, de las batallas victoriosas, del sinigual amor a la patria, aquel que nos rescató de la mano del sanguinario verdugo, que detuvo las hordas invasoras destructoras de libertades, aquel que juró sobre el Chimborazo hacer a su patria feliz, no sé si podrá descansar en paz hoy que su tierra padece feroz tiranía. Con la impetuosidad del huracán ha destruido las siembras de paz, de progreso, trabajo y libertad de un pueblo sediento de justicia, cansado de las humillantes colas que se hacen cada vez más largas. El espanto anida en los campos productivos que araron sus hijos de ayer.
La gloria de Bolívar no ha podido eclipsar la nueva tiranía. Hace falta valentía, capacidad, educación, decencia y mucho amor patrio para siquiera llegarle en grandeza a los tobillos. Como dijera el visionario aquel: “Su gloria crecerá como crece la sombra cuando el sol declina” sigue igual, grandiosa en el alma de los que no hemos olvidado el camino por donde nuestros ilustres antepasados ascendieron a la cumbre del auténtico prestigio, de la indiscutible celebridad del héroe grande que decía que había que unir todas las fuerzas morales para oprimir la ambición y proteger la libertad, aquel cuyas palabras hoy más que nunca recordaremos.
Aunque ahora Venezuela no cuente fuera de fronteras con defensores ni dolientes, los tiene aquí, porque es aquí donde deben defenderse los colores de la bandera, donde se liberen la batallas por la libertad, la paz de los caminos, el derecho de los ciudadanos, la historia que hizo libres a otros pueblos; a esos que hoy niegan su apoyo a los hijos de esta patria que abrió puertas al mundo y tan destruida está hoy por el odio, la ambición y la opresión.
Cuando se consolide la unión y cese la ambición de los que matan y devoran la patria, podremos decir al mundo que nuestro libertador ha bajado tranquilo al sepulcro, que él fue el hombre que juró luchar por la independencia de los pueblos oprimidos y declarar la guerra al despotismo y “como Atlas lleva la libertad de un mundo sentada en su cabeza”. (R.N.), el que a la voz mágica de su protesta estalló la revuelta de Caracas el 19 de Abril de 1810, fecha desde la cual se dedicó sin tregua a luchar y enfrentar al enemigo hasta la consolidación de su obra por la independencia. Su vida fue una serie ininterrumpida de periódicas acciones y de sublimes hechos, ante sus ardorosas palabras se formaron ejércitos de hombres cabales a la patria, inteligentes, honorables, valientes y para mayor gloria destinado por el cielo para instalar en América el imperio de la libertad. El trabajo que realizó en los palenques de América lleva su sello originalísimo, obra que trazó con su pluma en discursos, códigos, cartas y proclamas.
A los que amamos la patria nos toca reparar los desastres, rescatar lo perdido, renacer y seguir luchando por una patria productiva, unida, feliz y libre.
Ayer fue víctima Bolívar de sus perseguidores que lo condujeron a las puertas del sepulcro, hoy es Venezuela su patria víctima de los nuevos tiranos quienes la conducen al hambre, a la miseria, a la muerte…
