Es mucho el tiempo que he visto pasar en lo económico, político y social de esta mi querida Venezuela y como tal materializarse la primera, segunda y tercera ola descritas en el libro de Alvin Tolffen.
Hoy quizás en esa Venezuela se conjugaron las tres para llegar a la conclusión de que estoy totalmente desorientado puesto que el campesino no puede trabajar y producir ni con los implementos más rústicos, el que tiene el deseo de producir prácticamente a la altura de su nariz se frena por inseguridad personal y jurídica y el de la tercera que podría llamarse emprendedor no le queda otro recurso que mirar a la derecha y a la izquierda para tomar la decisión de “aquí no puedo”.
El Estado dueño de todo produce empleo mas no comida, el ciudadano dueño de nada no puede producir comida, el Estado protector produce leyes mas no comida, el Estado promotor sin incentivos tampoco produce comida y la gran afirmación no es otra que el ser humano depende de satisfacer esa necesidad básica de alimentarse.
Estas reflexiones las traigo a colación cuando se compara la moneda del país vecino con la moneda de mi país, y por qué no comparan toda la producción de productos agrícolas de ese país con los de mi país; y la respuesta no será otra que en ese país vecino la gente productora tiene garantías económicas y jurídicas para dedicarse a la producción de productos agrícolas y pecuarios, a manera de garantizar la alimentación de su población y exportar los excedentes.
Qué bellas son las estadísticas que reflejan los niveles de ocupación de los habitantes de mi país, algo así como: un productor de huevos que saca cuatro mil cajas de huevos y reparte una caja a cuatro mil personas para que sean vendidas en cada esquina de las calles de la ciudad, es decir un productor, diez obreros y cuatro mil comerciantes. “Estos últimos cuatro mil no producen nada”, se llamarán en la práctica empleados de la economía informal con la garantía que se podrán llamar bachaqueros y que su ganancia tal vez no le alcance para satisfacer la necesidad de comida personal y familiar.
Un conocido me manifestó la gran preocupación porque tenía sembrada y ya para cosechar una hectárea de quinchoncho y en una sola noche los amigos de lo ajeno lo recogieron y al día siguiente pudo ver en la ciudad cómo se vendían en cada esquina paqueticos de 200 grs de quinchoncho tierno a Bs. 3000,00 lo que quiere decir que un kilo su valor es de Bs. 15000,00
Esto también me dice que el venezolano adquiere proteínas para su alimentación sin tomar en cuenta que la carne de bovino un kilo es vendida la más cara por un tercio del valor de estos granos. Espero que no vea muy pronto en cada esquina de la ciudad vendiendo carne de bovino por medios kilos y otros productos que por sanidad y por razón económica y social no se debe permitir sin tomar en cuenta aquello que llaman regulación de precios y protección al consumidor y usuario, cuando en la realidad es una utopía.
Es muy triste ver estas descomposiciones por no decir aberración en un país como el nuestro que producía y le sobraba de todo y todo el mundo barriga llena y corazón contento. Sería bueno que quienes hayan promovido estos avatares que en nada ayudan a la ciudadanía, no se olviden de que el amor entra por una ventana y el desamor sale por un portón y amor con hambre no dura, por ello sigo pidiendo la unión sin excepción con carácter de urgencia, ya que la diatriba y la confrontación solo producen malestar e incertidumbre, nuestro país no se merece esto, sobre todo la población que trabaja, produce y comparte, no entendemos como pensamientos e ideologías que no concuerdan en nada con nuestra idiosincrasia nos tenga en circunstancias tan difíciles.
Ahora más que nunca el campo es la solución, unidos todos por la paz, la convivencia, el respeto y la prosperidad de nuestro país……
José Gerardo Mendoza Durán
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