La conversación profunda no es con todos

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En el trabajo anterior hablábamos sobre la conversación superficial que es la que habitualmente tenemos con las personas que acabamos de conocer o que apenas conocemos y la conversación media, expresamos nuestras opiniones personales de manera en que la otra persona percibe cómo somos, qué nos gusta y desagrada, entre otros.

Esta vez hablaremos sobre la conversación profunda, propia de las personas que ya han alcanzado entre sí un cierto grado de intimidad. Con los amigos o con las personas del otro sexo tendemos a querernos dar a conocer más profundamente, por esta razón les hablamos de nuestros sentimientos, de nuestro pasado, de nuestros proyectos o sueños.

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Cuando entablamos una conversación profunda con una persona a la que no nos une ningún lazo, acabamos por tener una sensación de que hemos hablado demasiado. Esto pasa por no escoger el nivel de lenguaje correcto. No tenía sentido que compartiésemos con una persona desconocida nuestras intimidades ni que le diésemos nuestra confianza.
¿Qué es lo que podemos hacer para manejar correctamente estos tres niveles del lenguaje y evitar situaciones de este tipo. Cuanto mayor capacidad tengamos para fluctuar de un nivel a otro, más posibilidades tendremos de dominar el arte de la comunicación. Las personas que se mantienen en uno de estos tres niveles la mayor parte de su tiempo, acabarán por ver resentidas sus relaciones personales.

Si salimos con nuestro amigos a pasarlo bien, desde luego que procuraremos no iniciar conversaciones profundas: podrían aguar la fiesta. Contrariamente, utilizaremos un lenguaje superficial, ya que lo que pretendernos es divertirnos. Contaremos chistes, hablaremos de los que nos pasó el día anterior o de lo que hemos hecho durante la semana, de lo bien que le queda el nuevo peinado a María o de los pantalones a Juan.

Ahora bien, si quedamos con un amigo expresamente para hablar, huiremos de la conversación superficial, pues podría hacerse insoportables. Le hablamos de nuestras preocupaciones y nuestros sentimientos, de aquellas cosas que, al compartirlas el uno con el otro, hacen que seamos verdaderamente amigos.

Hay quienes no son capaces de pasar a niveles profundos de comunicación y que tiene dificultades para comprometerse emocionalmente. No son capaces de hablar de sí mismos ni de sus proyectos o sueños incumplidos y no dejan de mantener conversaciones superficiales con los demás. Este hecho dificulta que sus relaciones sean todo lo satisfactorias que podrían ser, pues todos necesitamos que nos conozcan tal y como somos y conocer los sentimientos de las personas con las que solemos relacionarnos más.

Otra de las reglas para manejar correctamente el uso de los distintos niveles de lenguaje consiste en no precipitarse. Es preciso que respetemos el proceso de desarrollo y madurez de las relaciones.

Si alguien da toda clase de informaciones y detalles personales a una persona que apenas conoce, seguramente provocará en ésta desconfianza y un cierto rechazo. La razón de ello reside en que esta actitud parece exigir una reciprocidad que todavía la otra persona no ha tenido tiempo de desear. Es un error que se comete debido a la precipitación.

Recuerda que tan inapropiado es implicarse emocionalmente con una persona que acabamos de conocer como no hacerlo con alguien con quien mantenemos una relación estrecha y duradera.

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