FOTOS: Ollas comunitarias en respuesta a la crisis alimentaria #Especial

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El 14 de enero de 2016, cuando se desarrollaba la eucaristía central en Santa Rosa con motivo de la procesión de la Divina Pastora, monseñor Antonio José López Castillo exclamó “el pueblo tiene hambre, el pueblo necesita medicinas, necesita de esfuerzos” (…) “sentimos su hambre, su falta de alimento, nos duelen sus colas y horas bajo el sol”.

Muchos criticaron las palabras del arzobispo, quien acababa de llegar de Caracas donde anualmente se realiza la Conferencia Episcopal Venezolana, en la que sacerdotes de todo el país discutieron de qué manera paliar la situación.

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Diez meses después del discurso de monseñor la crisis ha empeorado. El acceso a los alimentos se hace cuesta arriba y buena parte de la sociedad se alimenta precariamente, realidad que ha devenido en casos de desnutrición en niños, jóvenes y adultos.

Para el año 2016, diversas encuestadoras privadas mantienen la tendencia: Datos encontró que 90 % dice comprar menos alimentos; Venebarómetro estima que 31 % asegura comer menos de tres veces al día y Encovi 2015 halló que 15 % considera su alimentación monótona o deficiente. Encovi también encontró que 87 % de los entrevistados asegura que su ingreso no es suficiente para comprar alimentos.

La realidad económica del país ha golpeado todos los estratos de la sociedad, que perdió poder adquisitivo y no puede acceder a los rubros de la canasta normativa. El sueldo mínimo no alcanza para comprar un producto importado, a precio de dólar paralelo, al mismo tiempo, los alimentos regulados desparecieron de los anaqueles; alimentarse se volvió una odisea. En las comunidades más vulnerables la gente comenzó a mendigar, a buscar comida entre los desechos y a tocar las puertas de las iglesias.

Es así que surge la olla comunitaria. La primera se realizó el 29 de mayo de 2016 en la Catedral de Barquisimeto, donde casi 400 personas tuvieron la oportunidad de recibir un plato con sopa.

Cuatro meses después, justo el 29 de septiembre, la iniciativa arranca en algunas de las zonas más vulnerables de la entidad larense.El padre Omar Gutiérrez, director regional de Cáritas Barquisimeto, explicó que el programa se está desarrollando en Bor y El Tocuyo, coordinao por Projumi; en El Tosta y La Carucieña, coordinao por los padresjesuitas y las Hermanas Misioneras Médicas; en El Jebe, coordinao por la parroquia San Juan Pablo II; San Antonio de Padua en Cují-Tamaca y en Sarare por la parroquia San Nicolás de Bari.

 

En la unión está la fuerza

Cáritas Barquisimeto realizó un estudio para evaluar las carencias de las comunidades. Esto se hizo junto a Cáritas de Venezuela, tal y como lo estipuló la Conferencia Episcopal Venezolana.

“Hicimos el estudio para conocer la situación de cada comunidad. Consideramos a aquellos sectores con índices elevados de pobreza”, puntualizó Gutiérrez.

La olla, que en principio consiste en una sopa para 80 personas diarias, tiene como finalidad, proporcionar la proteína, por lo cual ha sido un alivio para los más necesitados, que cada día son más.

“La gente solo está comiendo harinas y carbohidratos. Quienes acuden a la olla comunitaria no tienen para hacer las tres comidas al día. La mayoría de los beneficiados son niños, adultos mayores y mujeres embarazadas”.

Vale mencionar también que gracias a una donación que hizo una fundación italiana la gente de Cáritas Barquisimeto apoyó a estas seis comunidades con vitaminas.

En cuanto a la olla, Cáritas de Venezuela facilita parte de la carne para la sopa que se elabora de lunes a viernes en las seis comunidades.

“La comunidad se ha incorporado de una manera extraordinaria. La gente ha crecido en la fe, fraternidad y solidaridad”.

Cecosesola también hace su aporte. Esta cooperativa dona 200 kilos de verduras a la semana para cinco comunidades, es decir, 40 kg para cada parroquia, mientras que la carne se distribuye entre las seis parroquias, aproximadamente 30 kilos semanales”.

El padre agregó que aunque la situación es compleja la gente colabora, por lo cual la olla comunitaria se realiza tres, cinco o seis veces a la semana en una misma parroquia.

“En medio de la crisis tenemos que compartir, nuestra preocupación es que este programa está diseñado para seis meses. Es algo que tenemos que prever, por lo cual quisiéramos que los empresarios, productores y comerciantes se incorporen al proyecto. Si cada quien pone un granito de arena podemos ayudar a mucha gente”.

Esta iniciativa que ha ayudado a muchos pudiera replicarse en otras parroquias en virtud de que los sacerdotes conocen de primera mano las necesidades de la gente. En San José Obrero, Barrio La Paz, Palavecino y otras comunidades, los curas han pedido abrir ollas comunitarias porque todos los días crece el número de personas que va a pedir comida a las iglesias

 

¿Cómo funciona?

En la parroquia Jesús de Nazaret el comedor solidario está muy bien organizado. Primero se difundió el proyecto para sensibilizar a la gente, esto se hizo a través de las misas. Luego se dispusieron varias comisiones, que recogieron casa por casa las realidades de las familias.

Los organizadores se encontraron con realidades dolorosas y muy lamentables que los impulsaron a comprometerse mucho más. Ese equipo de visita se mantiene. También está el equipo de cocina, limpieza y el grupo que recibe a las personas.  Más de 150 personas están involucradas en la dinámica.

110 personas se benefician diariamente en el comedor solidario Betania. Son las personas más necesitadas de la comunidad, incluso, algunos reciben su ración de comida en sus casas debido a sus dolencias.

A la fecha hay personas en una lista de espera. No los han podido atender a todos porque los rubros no alcanzan, sin embargo, la lista existe para tener en consideración a esos ciudadanos.

Por medio de Cáritas, Cecosesola dona a este proyecto 40 kilos de verduras a la semana. Cáritas también aporta 18 kilos de carne semanales.

Proyecto Betania se adapta a lo que tiene, no solamente sopa, también pueden servir arroz, pasta o verduras. La comida queda muy bien preparada y la gente se alimenta en un ambiente limpio, fresco y agradable.

Este comedor ha acercado a todos los vecinos en la corresponsabilidad del uno con el otro. Todos se acompañan y son asistidos por las organizaciones parroquiales. Betania es una comunidad de acogida, de amor y solidaridad. Betania es un espacio sanador.

 

Nadie es mendigo

En La Carucieña, el padre Jorge Ulloa de la parroquia Jesús de Nazaret, compartió el júbilo que le otorga sentirse parte del proyecto Betania, que inició hace dos meses en respuesta a la crisis de alimentación.

“Es doloroso encontrar en nuestra comunidad a familias que no tienen nada qué comer. Muchos de los que se acercan a este comedor solidario solo comen lo que reciben aquí”.

Este proyecto llamado Betania tiene relación con una escena del Evangelio, en la cual Jesús es acogido por sus amigos. En La Carucieña le imprimieron ese carácter de ternura, acogida y cariño al comedor, para que las personas no se sientan desamparadas ni desasistidas.

“Aquí las personas encuentran un lugar digno, ese es el mensaje que queremos transmitir. Nadie es mendigo. Este es un lugar de encuentro comunitario, esta es una cocina comunitaria”.

Ulloa expreó que pese a la crisis no es el momento del lamento, es el momento de responder y comprometerse con gestos sencillos pero concretos. Quisieran atender a más personas pero hacen lo que pueden.

El padre agregó que si bien es tiempo de complejidad social, dificultad económica y crisis moral, la situación es propicia para sacar lo mejor que cada uno tiene.

Se destaca que el proyecto Betania es iniciativa de las Hermanas Misioneras Médicas, a través de la superiora Maigualida Riera, los padresjesuitas y Cáritas Barquisimeto.

 

Una buena noticia

Para la comunidad de La Carucieña la cocina comunitaria resultó una buena noticia, una gran alegría.En este sector del oeste de Barquisimeto curiosamente hay muchas necesidades pero al mismo tiempo mucha generosidad, si la gente tuviera posibilidad económica se lograría mucho más por los desposeídos.

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