A raíz de la publicación de los “planteamientos” referidos a la preocupación por el estado actual en el que se encuentra el Instituto de Previsión Social de los Profesores de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, por una lado; y, por el otro, la tendencia al cierre del mismo, de no tomarse las medidas administrativas necesarias para su reorganización, el criterio generalizado entre los profesores con quienes abordamos el tema es que se trata de un problema de gerencia en materia de salud. Algo que para muchos pareciese no estar claro.
Antes de agregar otros comentarios, conviene puntualizar dos cosas: Una, se mantiene aún con mucha fuerza en el imaginario profesoral la denominación Ipspuco, la cual corresponde a la época de la UCO. No así, las siglas de Apuco y Capuco, ya actualizadas a raíz de la adopción del nombre de la UCLA.
Segundo, por un error involuntario, debo reconocer que aludí a Ipstaucla y a su funcionamiento interno cuando me referí a una serie de debilidades organizativas presentes en el Ipspuco. Ofrezco mis disculpas a los amigos directivos de la entidad de previsión social del gremio de empleados administrativos. Paradójicamente, una organización que vimos nacer y apoyamos cuando buscó asesoría, en momentos en que nuestro instituto era modelo universitario en gerencia de la salud.
En medio de la aguda crisis económica que vive el país, de acuerdo con la Patología en las Organizaciones, lamentablemente y, es triste reconocerlo, los síntomas en el caso del Ipspuco, son de mayor gravedad, ante unos directivos cuyas responsabilidades están concentradas en la gestión de Apucla y de Capucla, respectivamente, pero de manera desarticulada y no debidamente coordinada para la previsión social de la salud, como estatutaria y aun legal y legítimamente corresponde al Ipspuco.
Desde la perspectiva de sus orígenes, en buena parte de su trayectoria, quizás podamos encontrar explicaciones que nos permitan salir del asombro que nos genera dudas y, en clave de proactividad, el mejor de los ánimos, y el mayor de los optimismos, guiarnos en ese laberinto para alumbrar salidas y soluciones. Ese extravío, esa orfandad, ese descuido, esa pérdida de rumbo, esa falta de visión, ese desconocimiento de los valores de unidad e integración gremial con el cual los fundadores, y buena parte de sus seguidores, incluyendo a las autoridades universitarias, que también ejercen representación en la directiva y, por lo tanto, responsabilidad, tiene dos expresiones concretas: Primera, la creación de un sindicato en el seno de la institución. ¿Causas? Segunda, proyecto de nuevos estatutos para una gestión separada.
Pero, a fin de cuentas, eso deja de ser relevante. Son hechos concretos con los cuales una gerencia, los directivos, tienen que lidiar. Mientras se espera que los nuevos estatutos obtengan la certificación legal y la validez expedida por la instancia oficial competente, lo peor sería quedarnos cruzados de brazos. Parafraseando a Keynes, en el largo plazo todos quedaremos desamparados en materia de salud. Es obvio el déficit gubernamental. ¿Por qué no se convoca a una mesa técnica? Son los extravíos de una gerencia universitaria en salud.
Cierro con una invocación inevitable: la desaparición física de la Prof. Amanda Oliveros, ex presidenta de Capucla, con quien compartimos responsabilidades gremiales al frente del IpspucoO, con directivos claros en el trabajo de equipo. Ejemplo de profesionalismo y espíritu de integración. Paz a sus restos.
