Las conversaciones pueden desarrollarse en tres niveles diferentes: superficial, medio y profundo. Según el lugar, con quien estemos y para qué, será más conveniente recurrir a un nivel más lingüístico o a otro. Por esta razón es ineludible diferenciarlos:
La conversación superficial es la que habitualmente tenemos con las personas que acabamos de conocer o que apenas conocemos. Se trata de un mero intercambio de información para acercarnos un poco más a la otra persona o para ver si vale la pena hacerlo. Hablamos de temas superficiales, de anécdotas y vivencias cotidianas, o intentamos divertirle contándole chistes e historias graciosas.
La conversación media es aquella en la que expresamos nuestras opiniones personales, de manera que la otra persona percibe cómo somos, qué nos gusta, qué nos desagrada, etc. Nuestros comentarios, en este caso, marcarán un punto de inflexión, ya que la relación futura que mantengamos con ella dependerá del resultado de la misma.
Si nos damos cuenta de que no compartimos en absoluto nuestros valores con los de nuestro interlocutor, seguramente no querremos establecer ninguna relación con él. En este caso , optaremos por ser simples conocidos o por dejarnos de ver.
En cambio, en el caso de que descubramos sintonía en los mismos gustos o el mismo sistema de valores, procuraremos hacer todo los posible por vernos de nuevo y profundizar en nuestra relación, tanto si acaba siendo sentimental o de amistad.
En el caso de la conversación profunda, es propia de quienes han alcanzado entre sí un cierto grado de intimidad, la cual es necesario mantener a fuerza del gran valor de la confianza. Ya hablamos de nuestros sentimientos, pasado, futuro, sueños, proyectos, problemas, angustias, errores cometidos, entre otros. Podemos decir, que se expresa lo que hay en alma, se comparte con una confianza total.