Fidel Castro, el líder cubano que lideró a un grupo de rebeldes a una victoria que parecía imposible, impuso un modelo comunista de inspiración soviética en América Latina y desafió a diez presidentes de Estados Unidos, murió el viernes por la noche. Tenía 90 años.
Con voz temblorosa, por momentos entrecortada, el presidente Raúl Castro, anunció en la televisión estatal que su hermano mayor había fallecido a las 22:29 horas del viernes.
«En cumplimiento a la voluntad expresa del Compañero Fidel, sus restos serán cremados», dijo el mandatario cubano, quien cerró su mensaje con el lema más conocido de la revolución cubana: «¡Hasta la victoria, siempre!»
La era de Castro al frente de los destinos de esta isla del Caribe, ubicada a 140 kilómetros (90 millas) de Florida, estuvo marcada por la invasión de Bahía de Cochinos en 1961 y, al año siguiente, la crisis de los misiles cubanos que llevó al mundo al borde de una guerra nuclear.
El revolucionario barbudo, que sobrevivió un intenso embargo comercial estadounidense además a de decenas o quizá cientos de intentos de asesinato, falleció una década después de que una enfermedad le obligase a ceder formalmente el poder a Raúl.
Fidel Castro sobrevivió al encarcelamiento en manos del dictador Fulgencio Batista, al exilio en México y a un aparatoso inicio de su rebelión antes de llegar a La Habana triunfalmente en enero de 1959 para, con 32 años, convertirse en el gobernante más joven de Latinoamérica. Durante décadas, fue inspiración y fuente de apoyo de todo tipo de revolucionarios de América Latina a África.
Fue un acérrimo defensor del socialismo, aunque su poder comenzó a menguar a mediados de 2006 cuando una dolencia gastrointestinal lo obligó a entregar las riendas del país a Raúl, primero provisionalmente y luego de manera permanente tras las elecciones en 2008. Su imagen de guerrero desafiante perduró incluso años después de haber dejado de fumar cigarros Cohíba y de encorvarse por la edad.
«Socialismo o muerte» fue siempre el lema de Castro pese a que la gran mayoría de los países decidieron adoptar el modelo de gobierno de las democracias liberales y naciones comunistas como China y Vietnam abrazaban formas de capitalismo.
Incluso, vivió lo suficiente para ver a Raúl Castro negociar una reconciliación diplomática histórica con el presidente estadounidense Barack Obama el 17 de diciembre de 2014, cuando Washington y La Habana anunciaron la restauración de relaciones entre los dos países suspendidas en 1961.
Aunque, en una carta publicada tras un mes de silencio, bendijo el histórico acuerdo con su eterno enemigo. Ambos países abrieron sus respectivas embajadas en julio de 2015 por lo que desde su retiro vio como la bandera estadounidense volvía a ondear junto al Malecón de La Habana.
Obama visitó la capital cubana en marzo de 2016, otro hito en las relaciones entre ambos países.
Carlos Rodríguez, de 15 años, estaba en el vecindario de Miramar de La Habana cuando se enteró de la muerte de Fidel que fue anunciada por el mandatario a las 23.59 hora local, tomando por sorpresa a todo el mundo.
«¿Fidel? ¿Fidel?», dijo golpeándose la cabeza con la mano. «Eso no me lo esperaba. Uno siempre piensa que va a durar siempre. No me parece verdad».
«Es una tragedia», señaló por su parte Dayan Montalvo, de 22 años. «Todos crecimos con él. Estoy muy afectado por la noticia».
La última vez que se le vio fue a mediados de noviembre, cuando se mostraron fotos suyas en su casa con el presidente vietnamita, Tran Dai Quang.
Al darse a conocer el anuncio, La Habana permanecía tranquila y poco a poco los ciudadanos iban conociendo la noticia de boca en boca o escuchando la radio que tenía una programación especial con viejos discursos de Fidel Castro intercalados con marchas revolucionarias y canciones de la Nueva Trova.
Fidel Castro Ruz nació el 13 de agosto de 1926 en la zona azucarera del este de Cuba donde su padre, un inmigrante español, reclutaba obreros para compañías productoras de azúcar de Estados Unidos antes de fundar y construir su propia finca.
Castro se educó en escuelas jesuitas y luego en la Universidad de La Habana, donde recibió títulos en derecho y ciencias sociales. Su vida como rebelde comenzó en 1953 con un osado ataque al Cuartel Moncada, en la ciudad oriental de Santiago, donde la mayoría de sus camaradas cayeron en combate, y tanto Fidel como su hermano Raúl fueron capturados y encarcelados.
Fidel usó el proceso penal que se le siguió como una tribuna para exponer sus ideas, escritas en un manifiesto durante su confinamiento. Fue entonces donde proclamó su famosa frase: «La historia me absolverá».
Puesto en libertad como parte de una amnistía, Castro huyó a México y organizó un grupo de rebeldes que regresó a Cuba en 1956 navegando por el Golfo de México a bordo del yate Granma. Tras un aparatoso desembarque, donde perdió a la mayoría de sus camaradas, consiguió apoyo campesino en la Sierra Maestra, al oriente de la isla, e inició una guerra de guerrillas.
Tres años después, el 8 de enero de 1959, decenas de miles de personas salieron a las calles de La Habana para darle una eufórica bienvenida a la capital, celebrar la caída de Batista y verlo junto a sus compañeros en el momento de asumir el poder.
Washington fue uno de los primeros gobiernos en reconocer oficialmente al nuevo gobierno, confiando en las promesas iniciales de Castro de que sólo quería restaurar la democracia y no imponer un modelo socialista.
Pero en cuestión de meses, Castro aplicó reformas económicas radicales. Figuras del gobierno anterior fueron sometidas a juicios sumarios y por lo menos 582 de ellas fueron ejecutadas en poco más de dos años.
Se clausuró a los periódicos independientes y en los años iniciales de la revolución los homosexuales fueron llevados a campamentos para su «reeducación» en las llamadas Unidades Militares de Ayudas a la Producción.
En 1964 Castro reconoció que en Cuba había 15.000 prisioneros políticos. Cientos de miles de cubanos huyeron, entre ellos su propia hija, Alina Fernández Revuelta, y su hermana menor, Juana.
Aun así, la revolución inspiró a millones de personas en Latinoamérica, que la consideraron un ejemplo de cómo se podía derrotar a los yanquis y construir una sociedad de mayor justicia social. Y en la isla, muchos apoyaron las expropiaciones de los bienes de la clase adinerada, la expulsión de la mafia estadounidense y el cierre de sus casinos.
Los discursos de Castro, que a veces duraban hasta seis horas, se convirtieron en parte de la vida cotidiana en Cuba. El líder llegó a pronunciar una alocución de 269 minutos (cuatro horas y 48 minutos) ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1960, un récord que se mantenía más de cinco décadas después.
A medida que Castro y Cuba caían en la órbita del bloque soviético, Washington empezó a intentar castigarlo suspendiendo las importaciones de azúcar, el principal producto de la isla. Castro, por su parte, confiscó activos estadounidenses por valor de 1.000 millones de dólares.
El gobierno estadounidense impuso entonces un embargo comercial que prohíbe casi todas las exportaciones a la isla a excepción de alimentos y medicamentos, y cortó relaciones diplomáticas con su vecino el 3 de enero de 1961, presionando por un cambio de modelo.
El 16 de abril de ese año, Castro proclamó que su revolución era socialista y al día siguiente unos 1.400 exiliados cubanos trataron de asaltar Cuba desembarcando en Bahía de Cochinos. Pero la invasión, apoyada por la CIA, fracasó.
La debacle obligó a descartar la invasión como opción para cambiar el gobierno de Cuba, pero Washington y el exilio cubano hallaron otras formas para intentar deponer a Castro. Según estimados de los propios cubanos, hubo más de 630 intentos de asesinarlo.
La mayor crisis de la Guerra Fría estalló el 22 de octubre de 1962, cuando el presidente John F. Kennedy anunció que había misiles nucleares soviéticos en Cuba y que Estados Unidos estaba imponiendo un bloqueo naval a la isla.
El planeta entero aguantó la respiración y, tras una semana de tensas gestiones diplomáticas, el líder soviético Nikita Krushov accedió a retirar los proyectiles. Nunca antes el mundo había estado tan cerca de una guerra nuclear.
Castro logró unir a distintos grupos revolucionarios en el nuevo Partido Comunista cubano, con él como primer secretario. Hubo hostigamiento contra la iglesia católica y otras instituciones religiosas. Se crearon «Comités de Defensa de la Revolución» para mantener una vigilancia constante.
En la década de 1960, Castro apoyó a los revolucionarios a varios países latinoamericanos, y en los 70 despachó tropas a África para combatir a los regímenes respaldados por las potencias occidentales que sostenían el «apartheid» en Sudáfrica. Además, envió médicos cubanos al exterior para atender a los pobres y dio asilo a miembros del grupo Panteras Negras de Estados Unidos, que huían de su país.
Pero el colapso del bloque soviético significó el fin de los cuantiosos subsidios y exenciones comerciales que recibía Cuba, por lo que su economía se fue a pique. Castro experimentó con una limitada apertura al capital internacional y a la empresa privada.
El fin de la Guerra Fría también propició una reducción de las tensiones internacionales y muchos países latinoamericanos y europeos restablecieron relaciones con La Habana. En enero de 1998, el papa Juan Pablo II visitó Cuba, una nación que era oficialmente atea hasta comienzos de los 90.
A medida que aumentaba el turismo y la economía cubana se recuperaba, Castro volvió a afianzar el control oficial sobre la sociedad reprimiendo, en gran medida, la empresa libre que había tolerado para capear la crisis.
Pese a ser una imponente figura pública, Castro era discreto en su vida privada. En 1956 se divorció de su primera esposa Mirta Díaz Balart, con quien había tenido un hijo. Luego, por más de cuatro décadas, Castro mantuvo una relación con Dalia Soto del Valle, con quien tuvo cinco hijos y con quien, según se reportó, se casó en una ceremonia discreta en 1980.
En el momento de su renuncia, 49 años después de su entrada triunfal en La Habana, Castro era el gobernante con más tiempo en el poder en el mundo a excepción de las monarquías.
En los años posteriores, Castro expresó su apoyo inquebrantable a Raúl, quien sin embargo implementó amplias reformas económicas en el sistema construido por su hermano y comenzó un proceso de acercamiento a Estados Unidos tras cinco décadas de hostilidades, aunque siempre defendiendo el modelo unipartidista y de democracia participativa cubano.
Su longevidad permitió que su hermano menor se consolidase en el poder, con lo cual la revolución bien podría durar más que ambos. En febrero de 2013, Raúl anunció que se retiraría como presidente en 2018 y designó al vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, como su sucesor.
Pero indiscutiblemente la muerte de Fidel marcará un nuevo capítulo en un país que lleva más de medio siglo gobernado por los Castro.
«No nos apresuremos en juzgar la obra nuestra, que ya tendremos jueces de sobra», dijo Fidel Castro a un grupo de artistas cubanos en 1961, según una biografía escrita por Tad Szulc. «A lo que hay que temerle no es a ese supuesto juez autoritario, verdugo de la cultura, imaginario, que hemos elaborado aquí. Teman a otros jueces mucho más temibles: ¡Teman a los jueces de la posteridad, teman a las generaciones futuras que serán, al fin y al cabo, las encargadas de decir la última palabra!».
Aunque no se entrevistó con el presidente Barack Obama en marzo de 2016, siguió de cerca la visita del primer gobernante estadounidense en viajar a la isla en casi 90 años.
Un artículo una semana después de la visita mostró lo poco que le gustó el discurso de Obama llamando a dejar atrás el pasado y le recordó el historial de hostilidades de Estados Unidos hacia la isla.
En abril de 2016 se despidió de sus correligionarios con un emotivo discurso durante el VII Congreso del Partido Comunista y los exhortó a continuar su legado.
«A todos nos llegará nuestro turno», dijo Castro en tono pausado durante su sorpresiva aparición en la cita partidaria que fue aplaudida de pie y con lágrimas en los ojos por los asistentes.
«Pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos», agregó Castro vestido con un mono deportivo azul e instalado junto a su hermano, Raúl Castro. «A nuestros hermanos de América Latina y del mundo debemos trasmitirles que el pueblo cubano vencerá».
El gobierno de Cuba anunció que las cenizas de Castro serán enterradas el 4 de diciembre en la ciudad oriental de Santiago, la cuna de su revolución. El sepelio llegará tras más de una semana de homenajes que incluirán una caravana que recorrerá casi todo el país repitiendo, a la inversa, su viaje desde Santiago a La Habana tras el triunfo de la revolución en 1959.