En nuestro país las violaciones a la Constitución son frecuentes. Se han convertido en una política de Estado actuar al margen de la Constitución. Las coordenadas para entender las decisiones públicas no están en ese texto sino en la cultura política del partido de gobierno.
El 6 de diciembre los venezolanos elegimos nuestros representantes ante la Asamblea Nacional. Las dos terceras partes de los diputados electos por el pueblo fueron postulados por la referencia electoral de oposición más reconocida, la Mesa de la Unidad.
Para anular las facultades que ese cuerpo legislativo tendría al haber alcanzado esa representación opositora 112 diputados, todo el peso del gobierno se puso al servicio de una trampa. Fue así como desde el poder, no desde la Constitución, se dejó al estado Amazonas sin representación.
El Tribunal Supremo de Justicia invalidó a esos diputados. El Consejo Nacional Electoral se hace que no es con ellos y se niega a convocar nuevas elecciones para corregir las supuestas irregularidades que dieron lugar ala exclusión de esos diputados.
La treta está clara. Que Amazonas se quede sin representación el tiempo que sea y, en consecuencia, que no se pueda conformar la mayoría de dos terceras partes a la que la Constitución atribuye facultades específicas.
La Asamblea Nacional, en respuesta a la arbitraria decisión de descalificar a esos diputados, protesta esa medida política e incorpora a los representantes del pueblo de Amazonas, lo que es usado por el Poder Judicial para declarar en desacato a la Asamblea Nacional.
Con esa sentencia el desconocimiento ya no es sólo de los diputados de un estado sino que toda la representación nacional ha sido barrida de un plumazo. De esta manera han sido desconocidas en bloque las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015.
Esta operación conjunta del presidente de la República, TSJ y CNE ha sido el más escandaloso fraude electoral de nuestra historia. Todos encompinchados para desconocer la voluntad popular.
Si esa grave anomalía no se subsana en el diálogo al que asiste como intermediario el Vaticano, todo habrá sido una burla.