Según la dirigencia política, 75% de los venezolanos apoyan el diálogo como medio para resolver la crisis política y social del país.
Sin embargo uno va al mercado, al abasto, a la farmacia, a la panadería y lo menos que se escucha por parte de los ciudadanos son ánimos de dialogar con estos crápulas.
Lo cierto del caso es que Henry Ramos Allup, quien hasta ayer era el nuevo héroe de la gran clase media venezolana, el non plus ultra, el último patricio, el Washington del sur, el Martín Valiente, el Pericles de por estos lados, el Winston Churchill del trópico, afirmó que la MUD está dispuesta a asumir el costo político de sentarse a dialogar con el gobierno de Maduro. ¿Será cierto? ¿Asumirán realmente ese altísimo costo?, pues parece que quién más ha ganado es el gobierno, que hasta hace pocos días era como un bloque de hielo expuesto al sol.
No es gratis esa desconfianza por parte de la gente, y es que como en 2004 y 2014, la cúpula opositora accede a dialogar con un gobierno tramposo, que no muestra verdadera voluntad de acometer los cambios que el país reclama, y el temor más grande ante eso es precisamente que nuestra representación, como en el pasado, se deje engañar por una falsa buena voluntad del gobierno.
Las condiciones de la oposición hoy son diametralmente opuestas a las de antes; Venezuela no está polarizada, existe una clara mayoría que en diciembre pasado eligió el cambio a través de un parlamento variopinto que ha sido la trinchera de lucha en estos meses. La dirigencia opositora debe entender la responsabilidad política e histórica que carga sobre sus hombros.
El pueblo embiste dentro de su desesperación; y realmente no se le puede pedir al pueblo que crea en unos pendencieros, quienes afirman que sí desean paz mientras siguen atacando a través de su TSJ. Es difícil igualmente pedirle al pueblo que confíe en la dirigencia opositora cuando piensa que esa dirigencia no ha sabido capitalizar la ventaja electoral que se tiene. La gente de a pié está cansada de que los crean pendejos, y además se encuentran disminuidos moral y espiritualmente; es entonces cuando las masas desconocen a la dirigencia, de cualquier sector, y la sobrepasan con su voluntad.
Para sobreponernos a ese desgaste moral es la presencia de El Vaticano como mediador principal. Confiamos en el poder disuasivo de una institución como la Iglesia Católica, que tiene una vasta experiencia en esa lid. Recordemos el papel fundamental de la Iglesia, en cabeza del Papa San Juan Pablo II, en la caída de la Unión Soviética. Tanto la Iglesia, el pueblo y la comunidad internacional saben que estamos tratando de dialogar con unos bandidos, y entendemos que dialogar no solamente en sentarse afablemente a escuchar el mensaje del otro, concretamente se están exigiendo condiciones y la toma de decisiones por parte del gobierno, quien es el causante de todas estas situaciones tan dramáticas y azarosas por las que atravesamos todos los venezolanos.