Si no fuese porque requiere de planificación y mucha entrega, diríamos que el país que queremos y nos gusta, crece como la verdolaga. A pesar de nuestros gobernantes y su equivocada manera de pensarlo y mirarlo. Asunto que alcanza al sector de cierta clase media, que insulta a quienes creemos que todos hemos de hacer esfuerzos para hacer de nuestro país, un lugar mejor para vivir, al margen de creencias e ideologías, de mesías y seguidores. Y de las diversas versiones, que en todos los estratos sociales se tiene del papel del Estado como benefactor o de milagros surgidos al calor de oraciones en cadena. En fin, que en esta tierra de bellísimos amaneceres, el sol y la luna, iluminan a quien quiera y sepa disfrutar de sus esplendores.
Esplendores que se presentan de variadas maneras. En la calle, la casa y algunos entes públicos o privados; en la sonrisa, la mirada y el buen humor que a pesar de la difícil situación cotidiana, persiste en mucha gente o las actividades espontáneas u organizadas desde los centros académicos, como la conferencia ilustrada que recientemente dieran los músicos y compositores, Mariantonia Palacios y Juan Francisco Sans,presentadacomo actividad de post grado por la UPEL y respaldada por la Fundación Carmona: “Educación musical para el desarrollo humano”.
Ambos músicos e investigadores, son viva expresión de la “venezolanidad”. Esa que por evidente, se olvida cuando hacemos coro a la imagen negativa de nuestra autoestima: la tenacidad, “buenagentura”, ahínco, resistencia, sencillez, buen humor, preparación académica dispuesta a ser compartida… En fin, que la tarde pasó volando mientras conocimos los resultados de su trabajo de investigación —a dos manos—, nacido por la necesidad de conocer piezas de piano a cuatro manos, de las que sólo se tenía noticia de una sola, publicada en el cuadernillo de “Valses venezolanos”. Sabían que existían por testimonios de viajeros del siglo XIX y referencias de músicos y compositores del siglo XX.
Imposible describir la mezcla de alegría y orgullo al saber que sus investigaciones los llevaron a un quiboreño que había escrito quinientos guiones —especie de chuletas o recordatorios— sobre música de baile en los salones. Guiones que estimulaban la improvisación del pianista. Es bueno recordar la capacidad de esta cualidad muy presente en el caribe, que dotara a las estructuras musicales europeas, de creatividad y originalidad.
Varios “productos” surgirían durante una investigación que les abrió nuevos afluentes: CD, DVD y numerosos libros y artículos que dan fe de una manera de vivir y ver el mundo al componer, tocar y bailar, como expresión de las maneras de relacionarse armónicamente hombres y mujeres entre sí y socialmente, en una especie de alto a la muerte propiciada por la guerra. “Los misterios del corazón”, única pieza conocida del piano a 4 manos, forman parte hoy de una nutrida colección que fuera recopilada de fondos públicos y fondos privados y publicaciones periódicas del siglo XIX. “El Zancudo”, transcribía en una de sus cuatro páginas una partitura musical, lo cual da una idea de la cultura pianística interpretativa, liderada por mujeres y el papel de los bailes de salón como parte de la interacción familiar y social.
Entre risas y un coloquialismo que permitió transmitir conocimientos especializados a estudiantes e interesados, supimos del autor de “El Diablo suelto”, Heraclio Fernández, quien era un gran improvisador —“Percances de un pianista”— ilustra su vida con humor. Fernández dedicó un métodoa quienes tocaban “por oído”, para aprender a acompañar piezas de baile al estilo venezolano.El dueto Sans-Palacios, lo ilustró a través del “chin chin”, en medio de risas y comentarios.
Algunas publicaciones y audiovisuales, publicados por separado o conjuntamente por esta pareja que comparte investigaciones y vida: ”La música en las publicaciones periódicas del siglo XX”, “Rasgos distintivos del vals venezolano en el siglo XIX”, “Patrones de improvisación y acompañamiento en la música venezolana de Salón del siglo XIX”, “A Bailar tocan. Géneros del pataleo en la Venezuela del siglo XIX”, “Los bailes de Salón en Venezuela”, ”Oralidad y escritura musical”y “La graciosa sandunga”. Agradecer es también un rasgo de la venezolanidad. Y una de sus formas es seguir atento a quienes hacen de la belleza, un puente para comprender mejor a nuestro país.