El historiador francés François Marie Arouet, conocido en el mundo como Voltaire, escribió una frase que encaja perfectamente en la libertad que debe prevalecer en una democracia: “No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”. Claro que la libertad de expresión tiene límites y la censura es uno de ellos. En estos tiempos globalizados, de revolución, el reproche tiene el poder suficiente para evitar que ciertas ideas lleguen a la mayor parte de la población, por eso hay momentos en que las herramientas suaves de dominio, tales como diálogo, negociación y compromisos, deben ser conducidos con mucho cuidado.
En el año 1933, Adolfo Hitler obtuvo el poder en Alemania. En mayo de 1940 los nazis invadieron Holanda y comenzaron a apoderarse de la enseñanza y de la prensa católica para someter al pueblo. El padre Tito Brandsma, designado entonces asistente de la Unión de Periodistas Católicos, alzó valientemente su voz para denunciar la persecución contra los hebreos en las escuelas católicas y el atropello total de la libertad de prensa y religiosa por parte del nazismo. No calló ante los desmanes nazis, denunciando el peligro antropológico, político y religioso que significaba el nazismo. Fue ardiente defensor de la libertad de prensa, de los judíos y de otros grupos étnicos y sociales. También se enfrentó a los nazis cuando estos exigieron que los judíos fueran expulsados de las escuelas católicas, donde todavía podían estudiar en paz. Y, sobre todo, se negó a prostituir su amada prensa católica con propaganda nacionalsocialista.
Este insigne sacerdote fue beatificado por el Papa Juan Pablo II 1985. Durante este acto el Santo Padre recordó el infierno de los campos de concentración nazis, que el padre y periodista holandés había soportado «con cristiana resignación y no respondiendo al odio con el odio, sino con el amor». Tito, siempre buscó el diálogo con el ejército del Tercer Reich. Lo hizo desde la palabra. No pidió cese al fuego como condición. Decía que primero estaba la sociedad antes que los intereses del gobierno.
Este buen samaritano fue asesinado por defender la prensa libre. Siempre se le oía decir: “Es mejor perdonar, darse la mano y olvidar. Lo demás no arregla nada”. Murió en 1942 luego que una enfermera le aplicara una inyección de ácido fénico. Hoy, cuando en nuestro país, los ciudadanos sufrimos la arremetida de un régimen autoritario y conculcador de los derechos de las mayorías, vale la pena recordar ejemplos como el de Tito para reforzar nuestro carácter libertario.
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