Para recordar: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1ª Corintios 1:10).
La verdadera unidad no existe; ya que los más elevados Atributos, solo le pertenecen a Dios. Como humanos, lo que hacemos es aproximarnos a la unidad como una realidad de su sustancia, porque Dios lo permite o autoriza.
En ese sentido, el mismo Jesucristo realizó una hermosa oración, registrada en Juan 17 y en esas palabras está el secreto de la verdadera unidad: “Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad” (v.17); “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (v.21); “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad…” (v.23).
La crítica situación que vivimos en Venezuela, no deja de ser el pan de cada día. Los males están por doquier: El sufrimiento, dolor, crimen, hambre, enfermedad y el diálogo se une al coro de la expectación. Para mejorar o corregir lo anterior, se necesita un cambio radical de todo quien haga vida pública, o privada en esta nación.
Por dicho diálogo, aflora el escepticismo, lo cual es normal o natural. Sin embargo, esperamos que se llegue a feliz término. Pero, gracias a Dios y a los representantes internacionales, estas reuniones han llegado a ser un pequeño respiro, al sentarse a deliberar la “oposición” y el gobierno. Deseamos que no olviden o el gobierno le “eche tierra” a puntos, como el tema electoral.
Por su parte Gacía Urquiola, Diego (2.016) se preguntó: ¿Qué es la verdadera Unidad? Muy simple, depongamos nuestros intereses personales y grupales y… entendamos que todos somos necesarios…”. Dicho autor agrega en su artículo, “Llegó la hora y el momento de convocarnos unos con otros en función de Venezuela. Por ella debemos abandonar el sectarismo y la arrogancia que perjudica ‘al país’…” (www.turimiquire.com, 05/11/16).
La unidad en la diversidad es una “bandera” en cualquier ámbito, siempre que mantengamos o elevemos la norma. Las personas que fungen como dirigentes de la “unidad” debería tener un sitio de reunión, de paredes con aislantes, para que cuando se sientan a planificar, hablen todos los sectores, se digan la verdad, ¡Hasta se griten! Pero al final, un vocero escogido comunica lo que se llega por consenso. Si no están de acuerdo, y salen a la calle cada quien diciendo lo que les provoca, no hay unidad.
Eso es lo que nos enseñó Jesús: Que todos debemos presentar la verdad de la misma manera. A una sola voz. Nadie contradice al otro. Por ejemplo: Sobre la Segunda venida de Cristo, no sabemos el día, ni la hora (Mateo 24:36), por lo tanto, nadie debe colocar una fecha de dicha venida.
Al buscar la verdadera unidad se cuenta mucho con la parte humana y se tiende dejar a Dios de un lado. Es Jesucristo, quien debe estar en el centro de toda reunión. Quieran o no, el mundo lo acepto o no: Sin Dios, no hay verdadera unidad.
Por ello, se inspiró al apóstol Pablo para que escribiera: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1ª Corintios 1:10).