Terapéutico es el abrazo de Natura
“La mitad de la belleza depende del paisaje y la otra mitad de los ojos que la ven” (Lin Yutang)
Dentro de la naturaleza encontramos toda una magia para el disfrute: La cresta floreada de las arbóreas cúpulas del apamate y del araguaney, la brisa, el fresco aroma de las flores del mastranto, del orégano y de las albahacas; el crepúsculo, el paso de las nubes, el canto de las aves, los colores, las frutas y la paz de sus senderos. Es un privilegio disfrutar de tanta belleza y armonía en un mundo lleno de opresiones y de vicios.
El estrés, la ambición, el desamor y las preocupaciones se anteponen a lo que da vida, alegría al espíritu y tranquilidad al cuerpo. Si no gozamos las bellezas de natura que siempre se nos pone ante los ojos, ¿Qué gracia tiene la existencia? No comparto el deseo de escapar a los sentidos y a la materia física, presumiendo que lo mejor está en ese cielo construido de puro espíritu. Prefiero este planeta tangible y hermoso a lo que no conozco.
La costumbre de caminar anima, incita a observar y disfrutar el ejercicio como una bendición. Por donde vayamos se ve que la coordinación natural es perfecta y casi mística entre los sonidos, los olores y colores captados por los ojos, el oído, el olfato y el gusto, elementos que constituyen el argumento perfecto de la fe. Cuando decidimos cambiar el rumbo y la rutina, nos hacemos partícipes de la fiesta a la que día a día nos invita Natura. Para algunos el dinero es la gloria, su dios; olvidan que antes del dinero y de las mismas glorias, a todos gasta el tiempo, sepulta el olvido, tapa el barro. Cuando el fuego del cuerpo declina ya no ambiciona, es ceniza…
¡Ah mundo de locos! vivimos encarcelados en el cuerpo, en el alma y en los sueños, conocemos el miedo y la esperanza, el pasado que curte, el peso de una cruz, el hambre del estómago y también el de los deseos insatisfechos; uncido a nosotros llevamos el escribano de nuestra memoria, padre de las palabras pronunciadas y/o escritas que no se olvidan ni regresan, somos luz, sombra y fatigadas soledades que tejen y destejen sus ansias y sus esperas hasta el fin, somos los otros cuyo rostro es el polvo que seremos luego para quienes vienen detrás con inciensos y sudarios para sus muertos más queridos ¡Nosotros!!
El hambre del hombre, cualquiera sea, va siempre acompañada de una abundante dosis de emergencia cotidiana. Sin embargo ante esta realidad no hay nada mejor que el mundo en que vivimos con sus días, sus noches, sus albas y crepúsculos, sus cambios, alboradas, chaparrones y arbotantes arco iris.
Lo más sensato que podemos hacer ante lo rutinario es ganar alegrías participando de vez en cuando en el festín de la naturaleza, alejarnos de la asfixiante monotonía, del cansancio, frustraciones, soledades, falta de paz y de salud, de presiones y tiranías políticas y familiares. Nada es comparable al beneficio catártico que surte en el alma y en el cuerpo un momento en el regazo de Natura, refugio indescriptible, sanatorio del espíritu del hombre.
El amor y abrazo de Natura es el más emocionante, el más arrobador, el más sincero y sublime que podamos recibir, es pausa que ocupa la esperanza del que sufre, momento de aventura del mejor canto a la vida, paisaje que en momentos turbulentos y de crisis urge a buscar en la divina tranquilidad de Natura un momento de dicha y de sosiego.
No hay altar mejor ni templo, ni catedral, ni regazo que den la mayor paz y tranquilidad al espíritu como el que bajo el firmamento nos brinda nuestra querida madre Naturaleza.