Cuando se está en medio de una tormenta política lo que suele ver el público – sobre todo con una prensa severamente restringida – es apenas la punta del iceberg.
Pero son palpables las condiciones de una nave cuando es conducida por una pandilla sin líder ni luz propia, con apoyo residual menguante, que va quedando sin combustible para sus redes clientelares; que teme medirse, es de gobernabilidad espasmódica, ineficiente y caótica, y flota sobre fuerzas oportunistas y veleidosas.
Un colosal naufragio y crisis humanitaria jamás se resolverá en medios sociales donde todos opinan, cual histriónico “reality show”.
Sin el radar de una prensa libre, los medios alternos pueden volverse cacofonía de voces disímiles, desinformación y opinión, donde algunos olvidan que la resolución pacífica de un conflicto exige negociaciones donde lo único efectivo son dinámicas y equilibrios de poder, posicionamiento y el inevitable arte de lo posible.
Cuando ninguna de dos partes tiene suficiente fuerza efectiva para incruentamente aplanar a la otra, quienes agitan “soluciones” absolutas o salidas utópicas no hacen sino enturbiar el caldo y aletear estérilmente desde las barreras.
Hasta en guerras y sin que las grandes mayorías se enteren, se emplean distintos instrumentos, medios y tácticas, hay avances y retrocesos, retos, discusiones estratégicas, posturas, treguas y comunicaciones; y se eligen oportunidades, escaramuzas y batallas.
Lo esencial es no obsesionarse con tácticas sino mantener objetivos claros y mantener el foco. Más aún, cuando las armas se erigen en contrapeso a grandes mayorías inermes; cuya condición se magnifica en países como Venezuela, a la que el propio Libertador llamó “un cuartel”.
Contra toda mitología y por sólo citar los ejemplos recientes: El éxito del 18 de octubre de 1945 fue la alianza de militares con políticos; el 23 de enero de 1958 fueron cinco coroneles quienes tomaron el poder, y todo el sustento del actual experimento ha sido a punta de padrinazgos castrenses. Ninguno de estos casos resultó de lo que algunos llaman “calle”, que no es sino un elemento más del repertorio.
Hoy, con el tiempo en contra suya, un desvencijado “Titanic” del siglo 21 choca con un verdadero iceberg tropical: La vasta mayoría que quiere navegar en paz hacia una democracia representativa, electoral, democrática y constitucional, deslastrada de un fracasado modelo rentista cuya única cosecha es miseria, hambre y desesperación. No todos pueden ser pilotos en medio del vendaval, todo tiene su momento, y lo cortés jamás quita lo valiente.