Hace unas semanas escuché a un analista político amigo hablar de la inconveniencia de convertir fechas en lemas o promesas, advirtiendo que las luchas exitosas de la historia no han tenido nunca vencimiento anticipado ni han estado atadas al calendario. Es así como Churchill sentenció a Hitler con su llamado de “sangre, sudor y lágrimas” y no tratando de predecir la fecha exacta de una rendición alemana. Oyendo al experto me vino a la mente el atemporal “por ahora” de Chávez. El caso es que las luchas históricas no tienen vencimiento por lo que resulta inconveniente ponerle plazos ficticios que terminan convirtiéndose en derrotas comunicacionales autogeneradas.
Así pasó con el plazo de “seis meses” para escoger un mecanismo de salida a la crisis. Llegó el vencimiento y lo único que hubo fue un documento con un listado de opciones enumeradas. Luego creamos las expectativas del primero de septiembre como fecha límite, solo para descubrir que había llegado luego el dos de septiembre y seguíamos en la misma lucha. Igual pasó con la “Toma de Venezuela” el 26 de octubre, la cual generó otra fecha “decisiva” para marchar a Miraflores y acabar todos los problemas. Ahora tenemos al país expectante con el nuevo plazo del 10 de noviembre, fecha límite del dialogo. ¿Ese día o se resuelven todos los problemas o nos paramos de la mesa? Rompimos record rayando el calendario 2016 con fechas emblemáticas que no trajeron nada.
Y es que el problema no es de fechas ni plazos, el problema es de resultados. Hemos dicho que los representantes de la MUD deben pararse de la mesa de dialogo si esta no garantiza un acuerdo beneficioso para el pueblo venezolano que incluya la restitución de la democracia y el cambio político necesario. Pararse de la mesa no es una amenaza sino una decisión que se ejecuta en cualquier momento una vez constatados los pro y los contra. Claro que debe evaluarse rápidamente la voluntad de negociación del Gobierno y actuar en consecuencia, pero sin la presión de una fecha autoimpuesta que nos cree otro falso dilema con expectativas que posiblemente no podamos cumplir. La MUD asumió un importante costo de imagen sentándose a negociar con el gobierno con mediación internacional, ahora debe agotar esa vía con seriedad y responsabilidad.
Sin resultados tangibles y probabilidad cierta de concretar un cambio político en democracia, no podemos seguir avalando un dialogo a costa del sufrimiento de la gente, ese es el consenso estratégico. El debate debe ser sobre el fondo del asunto, sobre los acuerdos posibles, sobre la conveniencia de seguir o no en esa instancia de medicación internacional. Ojalá esa discusión sea amplia en el seno de la MUD y no esté atada a consignas cronológicas. Se requieren menos profetas apocalípticos y más políticos responsables. A veces por tratar de resguardar la popularidad se pone en riesgo la credibilidad, y esa, es mucho más difícil de recuperar. El objetivo es el cambio posible y sostenible para pasar de una dictadura a la democracia, lograr eso es lo único que definirá nuestro éxito o fracaso ante la historia.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.