Creo, ningún padre o madre será capaz de desmentir el sabio decir que reza “La felicidad de los padres es la felicidad de los hijos”, por cuanto es una verdad inocultable. Ver, oír, un hijo reír, saltar, sano, fuerte y vigoroso es algo que no tiene precio. Y cualquier sacrificio que hagamos por ellos, por verlos felices, no es sacrificio, sino un verdadero gozo. Y es lo que han entendido los padres del grupo de niños nadadores del Polideportivo Máximo Viloria. Quienes han unido fuerzas, voluntades, sus escasos recursos económicos y luchado contra viento y marea. Contra la desidia de algunos y las actitudes negativas de otros, de su mismo entorno, para apoyar a sus hijos en este deporte, en mi opinión, el más completo que existe. No es un simple cliché afirmar, que “hacer deporte es hacer labor de patria” por cuanto también es hacer labor de familia, de hogar. Por ello, son los ganadores de la medalla de oro.
Yo alabo Dios, porque las buenas actitudes del hombre vienen de EL. Y este grupo de padres, sin escatimar esfuerzo y asumiendo una responsabilidad que le toca a la entidad federal correspondiente, la asumen con firmeza y por amor a sus hijos, costeando ellos mismos los viajes. Excepción que hacemos con la Sra. De Sousa y su empresa Inversiones VN Fénix, quien bondadosamente aportó una valiosa colaboración. Sin embargo, ellos, no se detienen a lamentarse por lo costoso de la indumentaria para nadar. No se sientan a quejarse por el abandono oficial. Ni a llorar, por la crisis que vive este país gracias a los motivos que todos conocemos. !NO! Se mueven, hablan, protestan y reclaman. Sobre todo, piden, buscan y llaman, siguiendo las recomendaciones divinas que susurran a sus oídos. «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» Mat.7:7. Por eso, son los ganadores de la medalla de oro.
Cualquiera puede contar una historia que le digan. Pero vivirla y compartirla no tiene desperdicio. Ya que he podido presenciar las batallas que semana a semana estos padres tienen que dar para que sus amados practiquen, se desarrollen y puedan viajar a competencias importantes. Recién les acompañé junto a mi esposa a su viaje a Mérida, gracias a la invitación de mi hijo mayor, por dos de mis nietos. Y vine “repotenciado” en fe, esperanza y optimismo por la inigualable experiencia familiar y deportiva que allá vivimos.
Mis más sinceras palabras de fortaleza para que sigan adelante con su labor. A los esposos Roxana y Jhonny con su hijito Fernando, Eurídice y Cesil con Alejandro, Glorimar y Segismundo con sus hijos Bárbara y Adán, Mairenis y Ender con Magdielis. La señora Inés Ochoa con María Daniela, Cristina de Román con Karina, Ilmary con Arianna, Ligia con Gabriel. Además de dos atletas «adoptados» por estos padres, Hector y Deiver. A mis hijos Wilter y Maria Eugenia con su hijo Samuel y William Hamurabí y Nora Elisa con Isabel Graciela. Y por supuesto, a los jóvenes entrenadores Erixon y Jesús, que a pesar de su precaria paga se dan por entero con la preparación de estos niños. A todos, un ¡DIOS LES BENDIGA! Uds. son los verdaderos ganadores de la medalla de oro. Esa, que solo otorga DIOS a aquellos padres que se esfuerzan día a día en darles una educación de calidad que no excluye la formación espiritual a sus hijos. Con toda seguridad, recibirán con esa medalla, la bendición del Dios Altísimo. ¡Hasta el martes Dios mediante! Próximo artículo: «Lo que Dios ha unido…»