El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega ganó el domingo su tercera reelección consecutiva para un periodo de cinco años con una aplastante mayoría, según los primeros datos oficiales. Sin embargo, había desacuerdo entre las autoridades y la oposición en cuanto al índice de participación, un dato clave porque parte de los críticos al mandatario habían llamado al boicot.
El mandatario, líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional, consiguió el 71,% de los votos con el 21,3% escrutado, mientras que su inmediato seguidor no llegaba al 17 por ciento, indicó el presidente del Consejo Supremo Electoral, Roberto Rivas.
De confirmarse estas cifras, los sandinistas también ganarían de forma abrumadora en el parlamento al conseguir 70 de los 92 diputados de la Asamblea.
La participación, también según datos preliminares, se situó en el 65,3%, dijo Rivas.
Sin embargo, la oposición a Ortega, que ha cuestionado la legitimidad de estas elecciones e instó a los nicaragüenses a no votar en señal de protesta, aseguró la noche del domingo que la participación fue mucho menor y no llegó al 30%.
«Más del 70 por ciento de la población a nivel nacional no se presentó a las juntas receptoras de votos», afirmó en un comunicado el principal movimiento opositor, el Frente Amplio por la Democracia, señalando que a su juicio, ese dato muestra el hartazgo de la sociedad hacia el gobierno.
La legitimidad de estos comicios generales, en los que también se renueva el parlamento, ya fue cuestionada antes de su celebración debido a los movimientos del oficialismo en los últimos meses para debilitar a los partidos de oposición, muchos de los cuales vieron cómo sus diputados eran expulsados del parlamento y de la contienda electoral mediante argucias legales. Estos grupos instaron a la ciudadanía a boicotear la jornada electoral y quedarse en casa.
«El día de hoy el pueblo de Nicaragua dijo íBasta Ya! Basta ya de tanta violación a la Constitución y las leyes. Basta ya de burlas a la voluntad popular. Basta ya de farsas y estafas electorales», añadía la nota del Frente Amplio.
Las autoridades electorales se habían mostrado satisfechas el domingo con la afluencia de votantes, pero la organización civil nicaragüense Panorama Electoral la calificó desde el primer momento de «rala» (escasa).
No obstante, los seguidores del ex comandante guerrillero, que está a punto de cumplir 71 años y de su esposa y compañera de fórmula, Rosario Murillo, vicepresidenta electa, comenzaron a celebrar desde antes de la lectura de los primeros datos oficiales.
Antes de la medianoche, las dudas comenzaron a llegar. El analista político Bosco Matamoros se mostró escéptico ante las cifras de participación publicadas por todos los bandos.
«Yo estimaba un 50 % de participación y 50% de abstención en el mejor de los escenarios y continúa por tanto el dilema en cuanto a la credibilidad de los anuncios que hace el Consejo Supremo Electoral», indicó en declaraciones a AP.
Sin embargo, también dudó de los datos dados por la oposición. «Ni los resultados de CSE son aceptables ni los de la oposición, porque no coinciden con la realidad y lo que se demuestra es que estamos ante un país partido que urge de un entendimiento político para evitar que la crisis se incremente».
Uno de los contrincantes de Ortega y aspirante a la presidencia por el Partido Liberal Constitucionalista, Maximino Rodríguez, a quien ciertos analistas tacharon de ser uno de los títeres del oficialismo por presentarse a la contienda cuando las encuestas no le daban ninguna posibilidad, también aseguró que la abstención «fue mayor» de lo que dice el gobierno, aunque dijo que esperaría a los datos definitivos para decidir si acepta o no los resultados.
Rodríguez quedó segundo con el 16,4% de los votos y su grupo obtendría 15 diputados.
La Iglesia católica lanzó el domingo mensajes contradictorios y mientras el cardenal Leopoldo Brenes, presidente de la Conferencia Episcopal, instaba a votar, Juan Abelardo Mata, obispo de Estelí y secretario de la Conferencia, pidió no participar «para no avalar un proceso ilegal y que no cumple con las garantías de transparencia».
Además de la candidatura de Ortega, había otros cinco aspirantes a la presidencia, todos políticos desconocidos para la gran mayoría de los habitantes, a los que las encuestas no les daban ninguna opción y que no son considerados opositores reales, sino aliados del actual gobernante.
Según el analista político Carlos Tünnmermann, habrían aceptado participar en la contienda a cambio de obtener ciertas cuotas de poder en la Asamblea Nacional.
Ortega llegó por primera vez al poder en 1979 tras una cruenta guerra civil en la que cayó la dictadura de Anastasio Somoza. Gobernó, primero como parte de una junta y luego como presidente, hasta 1990, cuando perdió las elecciones, pero regresó al poder en 2007. Desde entonces ha sido reelegido en dos ocasiones.
Las críticas a su forma de gobernar crecieron a partir de 2010, cuando logró que la Corte Suprema de Justicia, dominada por magistrados afines al sandinismo, declarara inconstitucional el artículo que impedía que un presidente pudiera ser reelegido de forma consecutiva. Sus detractores consideran que fue el primer paso para intentar perpetuarse en el poder.
Este nuevo mandato no será sencillo, auguran los analistas.
Según el sociólogo y economista Oscar René Vargas, catedrático de la Universidad Centroamericana, la falta de cooperación de Venezuela _un socio incondicional de Managua junto a Cuba, pero que vive una grave crisis_, el alto precio del petróleo y la posibilidad de que salga adelante la iniciativa estadounidense para bloquear créditos a Nicaragua, «hacen un panorama más que complejo para Ortega en el próximo período».