#EspecialSociedad: Estudiantes, entre desafíos y esperanzas

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Después de cursar el bachillerato o la educación técnica, muchos jóvenes recién graduados optan por estudiar una carrera universitaria. Esto ha sido así por muchos años y, con altas y bajas, el sistema de educación superior ha permitido que gran parte de la población tenga una profesión. Por esta razón, el país ha invertido significativamente en este sector y ha beneficiado a quienes sueñan con ser abogados, educadores, científicos, entre otros.

No obstante, la situación actual hace que muchos estudiantes cambien sus perspectivas y tengan opiniones que, al final, resumen sus desafíos y esperanzas dentro del país petrolero. Una generación que vive la segunda década del siglo XXI con un panorama sacudido política, social y económicamente. Son las visiones de una población que camina en una encrucijada llena de retos y apegos, así como de puntos de vistas firmes y, al mismo tiempo, llena de dudas. La comunidad denominada “el futuro del país” es el reflejo de una nación donde la mayoría de la población es joven. Entonces, ¿qué reflejamos?

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“Se estudia con las uñas”

Luis Saavedra es un barquisimetano estudiante del quinto semestre de Biología en la Universidad de Los Andes (ULA), lleva unos 3 años  en esa casa de estudios. “La parte económica es lo primero que se me viene a la mente”, comenta porque está residenciado en Mérida y considera que su vida es costosa, no por lujos, sino porque la comida, la residencia, el transporte y la compra de materiales para su carrera “resulta cada vez más cara”, por ello considera que es “frustrante” querer ejercer en un país donde “no se apoya la investigación”.

La molestia de Saavedra está estrechamente relacionada con la preparación práctica que se debe tener para optar al título de biólogo. La ULA muchas veces no tiene reactivos para poder hacer experimentos en los laboratorios, los viajes de campo quedaron sin pasaje y la práctica quedó como una posibilidad cada vez más lejana. Otro factor que observa Saavedra es la burocracia que hay en todos los ministerios. Entonces, entre papeles y papeles los estudiantes se desaniman de la carrera que al principio los mantenía ilusionados.

Con tan solo 20 años, este universitario cree que su futuro como científico está fuera del país, más allá de la migración que existe debido a temas principalmente económicos, es para poder prepararse en su especialidad, pues la crítica más grande de este estudiante es la poca atención que hay para la educación (en todos sus niveles). Con un rotundo “quiero quedarme aquí, pero no soy una planta que vive de la fotosíntesis”, Saavedra resume su postura frente al escenario que enfrenta actualmente Venezuela.

“Si me voy, será con dinero”

A mitad de su carrera (el quinto semestre), María Gabriela García camina por las calles de Valencia todos los días para asistir a la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Carabobo (UC), donde cursa la carrera Educación mención Orientación. Entre paros (uno de ellos abarcó un semestre completo), los pasajes y el tiempo que invierte a diario, García cree que su carrera no da abasto en este país, sin embargo, su perspectiva es un tanto diferente a lo que podemos predecir en relación con sus planes a largo plazo, pues la estudiante de 22 años de edad piensa especializarse en psicología y asegura: “una de las dos me tiene que dar”.

Ella quiere quedarse en el país por su familia, aunque ha observado que las plazas de trabajo son cada vez más limitadas. Sin embargo, no descarta la posibilidad de irse si la situación se acentúa, pero quiere hacerlo cuando tenga dinero suficiente que la ayude a subsistir las primeras semanas en el país que elija. “Una de mis dos carreras me tiene que dar, ojalá”, concluye la estudiante de la UC.

“La solución para mejorar el país es resistir lo que se pueda”

Post nubila phoebus es el emblema en latín de la centenaria Universidad del Zulia (LUZ), una frase que insta a creer en la transición de días difíciles a un mejor panorama. Se traduce: “después de las nubes, el sol” y quizá Syremni Bracho, estudiante de periodismo en la Facultad de Humanidades y Educación, es la representación de este pensamiento optimista, pues admite que aún quiere apostar por el país.

Bracho no niega la situación socioeconómica de la Venezuela actual y considera que uno de los desafíos más grandes para los estudiantes universitarios es “no quedarse en el camino”, sin embargo, hace hincapié en que cada persona debe ser emprendedora y también debe ayudar a emprender a los demás. Esa es su propuesta.

Es una partidaria de la educación y la considera “una llave que puede abrir muchas puertas”, pero al igual que un videojuego, donde el objetivo es llegar a la meta después de pasar varios  obstáculos, uno de ellos, en el caso de los estudiantes de Maracaibo, es el transporte público (por mencionar uno), porque deben pagar un pasaje preferencial ficticio y, por ende, en muchas ocasiones los choferes prefieren ignorar a los estudiantes en las paradas “para evitar que les paguen menos”, apunta Bracho.

“Yo sí me iría del país”

“La casa que vence la sombra”, dice una línea del himno de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y es allí donde  estudia Mauren Fabiola Céspedes, quien cursa los primeros semestres de Historia. Ya es una experta en asuntos universitarios, pues se graduó de la Universidad Simón Bolívar (USB) como Licenciada en Comercio Exterior.

Al contrastar la experiencia obtenida desde el 2010 hasta el 2015, cuando viajaba desde Caracas hasta la USB (sede de La Guaira), con la actual en la UCV, asegura que los servicios, como el metro, son cada vez peores, la inseguridad se ha agudizado y muchos compañeros han desertado de la carrera por irse a trabajar (muchos de ellos, fuera del país).

“La mitad de mis amigos se han ido del país (…) en el fondo me alegra porque tienen trabajos estables”, comenta Céspedes. Aunque nunca imaginó irse del país, salvo para ir de vacaciones o a estudiar un tiempo, ahora ese pensamiento es cada vez más insistente en su cabeza; sin embargo, no titubea cuando dice que cree en los milagros y espera que las cosas cambien.

Pese al optimismo que le inyectó su primera carrera, Céspedes -con solo 22 años de edad- no está segura de terminar la segunda por el desempleo y la falta de apoyo para el campo de la investigación. No obstante, reconoce que aún vale la pena estudiar en Venezuela, pero el asunto está en ejercer y en seguir aquí.

“Los estudios siempre serán importantes”

Víctor Chirinos estudia Medicina desde hace año y medio en una de las casas de estudios más importantes del estado Lara, la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), en la que ha cursado tres semestres en medio de reiterados paros registrados en los últimos años. “Uno de seis meses, otro de tres y otro como de cinco”, comenta pensativo como si se perdiera en el tiempo.

Cada mañana sale de Cabudare, municipio Palavecino, para tomar un bus que lo llevará hasta Barquisimeto, pero –aunque parezca una acción sin relevancia- debe pagar 120 bolívares, es decir, no goza del pasaje estudiantil, ya que su tarjeta inteligente la usa pocas veces porque las unidades, en su mayoría, no tienen máquinas lectoras. Así mismo, el asunto de inseguridad hace que Chirinos se limite a salir en horas determinadas y no pase por sitios específicos (lo que le afecta cuando quiere reunirse con sus compañeros). Desde su punto de vista, estudiar siempre será fundamental para que un ciudadano pueda defenderse en la sociedad, por lo que espera graduarse y ejercer en su país, pues económicamente no está en las condiciones de irse y, más allá de un asunto monetario, no quiere marcharse lejos de sus seres queridos.

“Aquí no pagan por tu esfuerzo”

Punto Fijo es conocida por ser una ciudad movida gracias a su puerto, e incluso se considera más dinámica que la capital del estado Falcón, Santa Ana de Coro. Varias universidades funcionan en esa ciudad, entre ellas la Universidad de Falcón (Udefa). Paola Jiménez estudia el tercer trimestre de Derecho en esa casa de estudios y, aunque los problemas de transporte e inseguridad la afectan directamente, su mayor crítica es hacia el país en general, pues considera que en Venezuela no se respetan las leyes. Por eso, piensa irse pronto, porque teme a que sus estudios no sean suficientes para independizarse en un futuro. “Es peor no tener un título, pero aquí no te pagan por tu esfuerzo, sino por tu tendencia política”, subrayó Jiménez.

Para Nelson Fréitez, sociólogo y docente de la UCLA, la situación venezolana ha cambiado en estos últimos años, pues Venezuela en el siglo XX fue receptora (sobre todo, de personas provenientes de Europa y Latinoamérica), era muy atractiva para los inmigrantes. Fréitez considera que se ha generado una diáspora en la población, puesto que los jóvenes migran del país en busca de oportunidades, empleos e ingresos más atractivos.

“No hemos sido una población emigrante”, recalca Fréitez, es decir, no tenemos experiencia acumulada en ese sentido y esto ha iniciado un ciclo que exige mucha preparación emocional para los venezolanos.

Así mismo, para el sociólogo es imperativo mantener ocupados a trabajadores de la educación superior, sin embargo, actualmente hay más pobreza, los alumnos tienen mínimos recursos para estudiar y temen sufrir algún evento de inseguridad pública, también los profesionales  calificados se van y esto ocasiona que muchos jóvenes se sientan más limitados y solo estudien las posibilidades irse del país que los vio crecer, sobre todo académicamente.

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