Por norma de vida y por convicción personal, practico el diálogo en mi vida familiar, social y profesional, con clientes y contrapartes, en el mundo de la docencia con los estudiantes, con los vecinos y en general en cualquier situación que pueda presentarse un conflicto, privilegio el diálogo y el entendimiento. El diálogo, supone el uso correcto de la razón y de la palabra, de la persuasión y del entendimiento, está hecho, precisamente, para los seres humanos. Dios nos dotó de tres atributos muy importantes a los seres humanos: la razón, la libertad y la sociabilidad. La libertad supone la luz de la razón. El ser irracional, aquel que haya perdido la cabeza, no podrá ser libre ni podrá ser sociable. La sociabilidad requiere también de la razón y del respeto a la libertad de las personas.
En el contexto señalado, la práctica del diálogo es obligatoria en todas las relaciones humanas. Sin embargo, la historia de la humanidad está llena de rupturas en cualquiera de los órdenes de la vida. La humanidad ha vivido y vive, rupturas irreconciliables, en muchos casos imposible de restaurar la convivencia y la armonía. El conflicto milenario podría decirse, entre judíos y palestinos que a tantos diálogos ha obligado, es un ejemplo de ello. El diálogo y su acuerdo, en el caso cercano de las FARC y el gobierno colombiano, rechazado en plebiscito por el vecino país. Y varios casos más. Los venezolanos llevamos ya más de dieciocho años en una polarización de odios y violencia, que antes no la había. Para mi generación acostumbrada a vivir en paz y democráticamente, parece interminable este conflicto. El destino de Venezuela no puede ser su destrucción y aniquilamiento como país. No repetiré la lista de lo que hemos vivido estos dieciocho años, sobre todo durante los años de Maduro, sólo mencionaré el drama de la mortalidad infantil, la corrupción y la escasez de alimentos y medicinas. Urge un cambio y densos sectores democráticos hemos luchado para que se produzca ese cambio. El régimen ha respondido siempre con insultos, persecución, detenciones, control de los medios de comunicación social, desconocimiento de la Constitución Nacional y del estado de derecho y control absoluto de las instituciones.
Frente a esa actitud gubernamental, se ha planteado un referendo revocatorio de Maduro y cuando aparentaba tener su curso, es impedido ese derecho. La conflictividad creció. La población salió masivamente a protestar esa inaceptable conducta del régimen con inmensas manifestaciones en todo el país el día 26 de octubre y con un paro nacional el día 28 del mismo mes. Ahora se propone un diálogo con el gobierno. Me pregunto si es sincero el régimen al acudir a ese diálogo. Si hay buena fe, si honrará los posibles acuerdos o si, como siempre, querrá ganar tiempo y marear a la oposición. Si fuera esto último, el diálogo para nada serviría y estaríamos ante una burla gigantesca al país, a la oposición y a los mediadores.