La reciente ratificación del Acuerdo de París sobre el clima por parte de 7 estados de la Unión Europea, ha logrado reunir el número mínimo de países establecido en dicho acuerdo (55%), por lo que su entrada en vigor se hará efectiva, a partir del próximo 4 de noviembre. Ya en el mes de abril, 171 países reunidos en la sede de la ONU en New York, habían firmado el Acuerdo en cuestión.
Recordemos que este Acuerdo, compromete a los países y sus gobiernos a desarrollar estrategias que contribuyan a detener el alza del calentamiento global, manteniendo los incrementos en las temperaturas por debajo de los niveles de los 2°C, e incluso llevarlos hasta un mínimo de 1.5°C hacia 2070.
El calentamiento del planeta es fundamentalmente consecuencia del aumento de las emisiones de gas de efecto invernadero, producto del modelo de desarrollo industrial que ha privilegiado el uso de combustibles fósiles, elevando las temperaturas hasta niveles que han generado un riesgo climático de proporciones impredecibles.
En la última década, y particularmente en 2016, se han presentado los mayores incrementos de las temperaturas a nivel planetario, produciendo sequías, incremento en el nivel de los océanos, derretimiento de glaciares, degradación de la superficie terrestre y pérdida de biodiversidad.
Costos del calentamiento global
La contaminación del aire, cuesta 225 mil millones de dólares anuales a la economía global, y fue responsable de la muerte de hasta 5,5 millones de personas en 2013, según datos del Banco Mundial y del InstituteForHealthMetric and Evaluation (IHME) (Le Monde 08 septiembre 2016), todo ello, sin contar los costos adicionales por enfermedades, pérdida de competitividad y una merma de la productividad agrícola y de los recursos hídricos, condicionando los requerimientos futuros en materia de seguridad alimentaria.
El 90% de los habitantes de los países de bajos y medios ingresos están expuestos a los efectos de la contaminación del aire ambiental. Ya la OCDE, en estudio publicado en junio, consideraba que esas muertes prematuras pudieran ubicarse anualmente entre 6 a 9 millones de personas, y costos del orden de los 2.600 millardos de dólares para 2060 (OECD:TheEconomicconsequencesof outdoor air pollution- 2016).
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), 23% de la mortalidad es atribuible a factores medioambientales. La FAO, ha estimado en su informe anual publicado el 17 de octubre, que el cambio climático propicia los desastres naturales y hace más difícil la producción de alimentos, exponiendo entre 35 y 122 millones de personas suplementarias a situaciones de hambre y de extrema pobreza de aquí al 2030 (FAO: TheState Of Food and Agriculture. 2016)
Por su parte, la revista CurrentBiologyen publicación del pasado 8 de septiembre, revelaba que el planeta ha perdido cerca de tres millones de km2 en espacios naturales, desde 1990 a la fecha, necesarios para la regulación climática y la supervivencia de especies biológicas en riesgo de extinción.
Las estimaciones de la NASA y la Universidad de Columbia publicados en agosto, establece que durante los 8 primeros meses del 2016, las temperaturas batieron todos los records de incrementos promedios. Carolyn Snyder, investigadora de la Agencia de Protección Ambiental en Washington, en polémico artículo publicado en la revista NatureClimateChange del 27 de septiembre, sugiere que, después de una reconstrucción mediante modelos de simulación de la temperatura global de los últimos dos millones de años, los niveles atmosféricos actuales de gas carbónico (CO2) podrían poner el planeta en vías de un calentamiento a largo plazo de 5°C por encima de los niveles preindustriales. Estimación que está muy por encima de lo contemplado en el Acuerdo de París.
A pesar de las consideraciones anteriores, países, empresas, consumidores, sectores industriales señalados como los de mayores efectos contaminantes: petróleo, química automotriz, aeronáutica, entre otros, se plantean hasta dónde una transición hacia el uso de energías renovables puede garantizar mantener el crecimiento económico y las rentabilidades financieras. Aunque no hay consenso en las opiniones, se parte del criterio de que el cambio tecnológico permitirá ir logrando rentabilidades a niveles comerciales en el uso de las energías sustitutivas, hasta lograr una armonía entre la actividad económica y el medio ambiente.
Sin embargo, los países pobres, y más vulnerables, estarán condicionados a las ayudas técnicas y financieras que los países ricos y las instituciones multilaterales les puedan otorgar.
No se dará la transición energética en un período corto de tiempo, pero el reto está en asumirla y financiarla. Creemos que marchará paralela a la transformación que impondrán las nuevas tecnologías, sustentadas en sistemas ciberfísicos.
Para un país como Venezuela, con casi un siglo de actividad en la industria petrolera, debería ser política de Estado, el diseño y puesta en marcha de mecanismos de largo alcance, que posibiliten diversificar el esfuerzo productivo en función de estas nuevas realidades, no como algo coyuntural, sino como un desafío que involucra a la sociedad global.
Algo es seguro: no actuar, será siempre más oneroso que cualquiera de las alternativas que se instrumenten al respecto.