¿Es válida la manida afirmación según la cual lo que ocurre en nuestro país agota la capacidad de asombro, de propios y extraños, coterráneos e internacionales? ¿Los eventos, por distantes que parezcan en el tiempo y en el espacio, efectivamente, no guardan una relación que mediante el análisis, más allá de lo superficial, permite visibilizarla? ¿La banalización y el tratamiento frívolo que muchas veces está presente en la información de cuanto acontece puede considerarse “ingenuamente intencionada” o responde a intereses concretos? ¿Las acciones, declaraciones, posiciones tomadas, no son equivalentes a las jugadas que los actores acometen con sus piezas, de diferente valor, como si se tratara de un tablero de ajedrez, en procura de una estrategia para capitalizar el “jaque mate”?
¿Qué ha pasado en nuestro país en los últimos diecisiete años? ¿De qué tamaño es la brecha o abismo histórico que nos separa de una cultura política que hoy por hoy, muestra ciertos rasgos, definidos, inocultables e inobjetables, heredados de los siglos anteriores? ¿Intra e intergeneracionalmente, cuáles son las fortalezas éticas que exhibe el país al momento de plantearse y resurgir el fantasma de la ruptura del “orden constitucional” y el argumento del restablecimiento de la democracia, en favor de los intereses personales, grupales y partidistas?¿Cuál es el grado de vulnerabilidad institucional que promueven los protagonistas del hecho político en Venezuela? ¿Y la incapacidad para negociar un acuerdo?
¿Guardando las distancias, ubicándonos en el contexto de cada época, la geopolítica internacional no es reveladora acaso, en pleno siglo XXI, en tiempo real, merced a la velocidad de circulación de la información, de declaraciones contra el país, haciendo caso omiso del “principio de la autodeterminación de los pueblos”, tan caro al Derecho Internacional y tantas veces violentado? ¿No son los cocodrilos apostados en la boca del caño, parafraseando a Mariano Picón Salas, en su magistral ensayo “La Aventura Venezuela”?
¿El escritor merideño, en sus reflexiones apuntaba que Venezuela, con todo el trayecto que le significó el siglo XIX, y la impronta del caudillismo potenciada al máximo por Juan Vicente Gómez, no dejó en claro – qué duda cabe – que entramos al siglo XX con dos décadas de atraso? ¿Qué lecciones nos va dejando la dirigencia del país, a casi dos décadas de haber transcurrido el siglo XXI? ¿Siguiendo con el símil, que hicimos con la proclama de “Sembrar el Petróleo”, que hace más de ochenta años nos dejaron compatriotas, igualmente preocupados por el destino del país?
¿Si la legislación venezolana no contempla el “impeachment”, por qué se promueve un juicio político al presidente, a diferencia de lo ocurrido en Paraguay y Brasil, por ejemplo? ¿No significa que la estrategia y credibilidad de la dirigencia opositora añade otro eslabón a su cadena de desaciertos, minando aún más la esperanza del sector de la población que es partícipe de un cambio de gobierno?
¿Qué es lo peor que puede ocurrir? ¿Pensemos en el llamado a la rebelión popular, en la línea dura de la estrategia política avalada por los sectores radicales y la respuesta del mismo tenor, por parte del gobierno, como acontece en cualquier país cuando de subvertir el orden público se trata y, por lo tanto, la guerra civil? ¿Cuántos muertos se necesitan para ponerse de acuerdo?
Planteamientos – ¿Qué pasará en Venezuela?
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