Hoy es 28 de octubre del año 2016. Día de paro cívico en Venezuela convocado por la oposición. Veo por las redes fotos de las principales vías de Caracas casi vacías. Nadie a pie, pocos vehículos circulando. No sé cómo está la cosa en Barquisimeto porque no he salido de mi casa, pero supongo que no será muy diferente.
Me quito el sombrero ante los empresarios valientes que decidieron cerrar sus negocios hoy a pesar de las amenazas balurdes del mandatario que se rehúsa a cumplir con el mandado. El pobre cree que mandatario es el que manda. El solo hecho de que él y sus mortífagos manden confirma que no estamos en democracia. No hay que analizarlo tanto.
No soy ninguna experta en política; primero porque ignoro muchos detalles, y segundo porque la verdad es que nunca me ha interesado. Craso error. Nos tiene que interesar a todos. No creo que deba ser el único tema de conversación, pero debe interesarnos. Veo con satisfacción cómo tantos jovencitos están enterados de todo lo que ocurre y tienen pantalones –por no decir otra cosa- para participar y defender los derechos civiles; a su edad, yo solo pensaba en mis libros, mi música y en ir a bailar salsa en el Hoyo del Queque en Mérida. Hoy en día, albergo culpa en mi corazón por haber contribuido con mi indolencia y mi fatídico voto adolescente e inconsciente a este caos, esta hambre, esta mengua, este sufrimiento de todos.
Pido perdón a mi país, que se debate en una apnea dolorosa y desesperada entre aguas turbias por todos lados; mi país, que no tiene arepas con mantequilla y queso rallado para cenar en medio de la cháchara de los niños que piden Toddy y los papás que toman café con azúcar. Pido perdón a la gente que ha muerto, que está enferma, que está anémica, que hace colas para nada, que llora para nada, que se angustia para nada. Pido perdón a las mascotas que han sido abandonadas por sus dueños, famélicos, que tampoco tenían para alimentarlas. Pido perdón a mi país con el corazón en un puño y lágrimas diarias, y más porque sé que mi arrepentimiento no va a solucionar nada.
Como mínimo, debo pedir perdón a mi país, y hacer lo que me toca. Ya es tiempo de respirar fuera de la apnea.