Fue el Consejo Nacional Electoral (CNE) que trancó el juego político en Venezuela al ilegalmente subordinarse a jueces penales inferiores, que actuaban coordinadamente en estados gobernados por media docena de ex-militares veteranos del intento golpista de 4-F-1992, y en el estado Aragua.
Tal dislate –mientras no se revierta- frustra la más idónea opción de cambio constitucional, pacífico y electoral para una sociedad que atraviesa una preocupante situación de crisis política, social y económica; y puede ser catalizador de salidas contrarias a la paz y a la institucionalidad democrática.
La soberana Asamblea Nacional, electa libre y legítimamente por la mayoría del voto popular, ha declarado un golpe de estado por parte del Ejecutivo, se apresta a enjuiciar el Presidente de la República, a remover a los magistrados del Tribunal Supremo y del Consejo Nacional Electoral, y ha pedido a las Fuerzas Armadas que desconozcan toda orden que viole derechos humanos o constitucionales de los venezolanos.
Es un enfrentamiento radical entre poderes del Estado, de los cuales apenas dos –Presidencia y Asamblea Nacional– se pueden llamar legitimados de origen por voto popular directo.
Al mismo tiempo, la oposición inicia una serie de acciones de calle para restablecer la constitucionalidad, mientras los partidarios del régimen planean otro tanto en su apoyo.
En medio de tantas presiones, el Presidente de la República viajó de improviso a Roma a encontrarse con el Santo Padre, a quién ha cancelado anteriores encuentros. Al salir, anunció un nuevo intento de iniciar conversaciones con la oposición, ahora con facilitación por parte de un representante pontificio.
¿Significa todo esto que la oposición venezolana se encuentra en desventaja entrando a cualquier eventual diálogo con el régimen?
No, siempre que mantenga intacta la agenda de lucha que ya tiene trazada, manteniendo presente aquello de “a Dios rogando y con el mazo dando”, con los ojos bien abiertos y escarmentada de otras tácticas dilatorias usadas por el régimen para salir del paso.
Serán muchos los puntos a discutir en el pretendido diálogo nacional, pero éste solo obtendrá credibilidad al momento que el propio CNE rectifique su grave exabrupto y reinicie el proceso de referendo revocatorio, con cronograma y condiciones justas este mismo año. Aún queda tiempo.