El tema de la “crisis” en Venezuela no solo está afectando el bolsillo de los venezolanos, la alimentación, la salud y la seguridad social; al contrario, como consecuencia de estos problemas estructurales, el país ha venido desarrollando otras diatribas, por demás preocupantes, que afectan el rumbo del país, deterioran las estructuras sociales y desmejoran la calidad de vida de los ciudadanos.
Un ejemplo de esto es el deterioro de las zonas rurales, de los campos y las haciendas del país que se están quedando cada vez con menos habitantes, así lo señala Simón Valero, agrotécnico, productor jubilado e integrante del Movimiento Agropecuario de Avanzada Progresista, al indicar que “lo más angustioso no es la migración como tal -porque este fenómeno ha existido desde que apareció el petróleo en Venezuela y se ha acentuado durante los últimos 30 años- lo realmente preocupante es que los jóvenes son los principales protagonistas del éxodo rural actual, y lo están haciendo bajo conceptos totalmente diferentes a los de otrora”.
Lo que hace pensar de manera inmediata en un deterioro del sistema educativo pues “si el joven abandona el campo, quiere decir que también está abandonando las escuelas y la deserción escolar en las zonas rurales va en ascenso”. Una realidad que aunque parezca imperceptible, ajena o utópica está ganando cada vez más espacios y atenta contra el principio constitucional número 103 que establece: “toda persona tiene derecho a una educación integral de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones…”
Ahora bien, según el director de educación estadal en el municipio Morán, profesor Rafael Pérez, está deserción y migración del joven campesino a la ciudad, tiene que ver, en estos momentos coyunturales del país, con “el alto costo de la vida y la falta de alimentos, dos causas que están generando pérdidas invaluables para la educación y el desarrollo progresivo de los campos” y que se ven directamente influenciadas por “la falta de ingresos económicos propios, la escasez de fuentes de trabajo, la falta de capacitación y la hostilidad del entorno”; cuatro causas que Valero, al ser cuestionado sobre esta misma realidad, agregó sin temor a equivocarse.
“La situación de los niños, niñas y adolescentes en el campo es deprimente; sus padres no tienen como alimentarlos, no encuentran los productos y el dinero no les alcanza (…) ni siquiera maíz encuentran, y si consiguen, en muchos de los casos no tienen como rellenarles la arepa” así sentenció Pérez al informar que zonas como el municipio Morán, Barbacoa, Humocaro bajo y Humocaro alto están registrando fuertes casos de desnutrición en niños y niñas de edades comprendidas entre los 4, 5, 6 y 7 años.
Lo mismo que sucede en el municipio Andrés Eloy Blanco donde, a juicio la presidenta de la comisión de salud y directora de educación estadal en la zona, Rita Pérez, los índices de desnutrición en niños, niñas y adolescente se acercan al 30 o 40 % más o menos.
Ante esto, la deserción escolar en los municipios rurales del estado Lara está oscilando, según las valoraciones del profesor Pérez, entre el 50 % de la población. Esto quiere decir que “de una matrícula de 35 niños solo están asistiendo a las actividades escolares 10 o 12 de ellos”, los demás, cuando son niños, se quedan en sus casas ayudando con las tareas del hogar o con los pocos trabajos de cultivo y tenencia de la tierra que se están haciendo, y cuando son adolescentes emigran a la ciudad” que les brinda “relaciones sociales hostiles, pocas oportunidades de trabajo, ausencia de normas controladoras, y se convierten en presas fáciles de los grupos delictivos y los vicios”.
Así pues, ante este panorama resulta claro porque la población rural ha disminuido en los últimos tiempos y se ha ubicado –según las cifras del movimiento de productores de avanzada progresista- en un 8 o 9 % de la población general; creando barrios marginales en las ciudades y descuidando la producción y labranza de la tierra.
Es por ello que las fuentes consultadas para este trabajo hicieron un llamado a las autoridades y al Gobierno central para que fijen sus ojos en el campo, con la celeridad, la sinceridad y el compromiso que amerita el caso, y trabajen “verdaderamente” por recuperar lo perdido.
Recuérdese, apuntaron, que a falta de petróleo la esperanza de la nación está puesta en la tierra. Empero, si no se motiva y se da valor a las nuevas generaciones, posiblemente, al llegar la hora de la reconstrucción nacional, no habrá quien dedique su vida a esta loable tarea de sembrar y cultivar los campos.
Profesores abandonados, a la deriva, sedientos de dignificación
Aunado a esta “prostitución del sector” -como la llama Simón Valero- se suma la realidad que viven los docentes rurales. Los cuáles, asegura el productor, no cuentan con los recursos, medios y garantías para ejercer su profesión y brindar una educación de calidad.
“El educador del área rural no tiene beneficios, está desamparado en todos los aspectos (…) el sistema no le brinda una vida cómoda mientras está en el campo, no tienen insumos para ejercer la profesión en las aulas de clase, su salario es insuficiente y, ante la crisis, están presentando deficiencias en su alimentación que les obliga a cambiar sus ritmos, los enferma y los debilita”.
Una premisa que es reforzada por el director de educación estadal en el municipio Simón Planas, José Ramón López; quien aseguró que el docente rural percibe un salario por debajo de lo que establece la ley y contrario a los índices inflacionarios del país.
“El salario del docente rural no es digno, no se ajusta a nuestras necesidades, sobre todo los que somos estadales porque el Gobierno no baja los recursos (…) por ejemplo, nosotros deberíamos estar percibiendo el aumento del 50 % que emitió el presidente en el mes de septiembre y no es así, no han llegado los recursos porque la gobernación de Lara es opositora, pero eso nos afecta a nosotros, nosotros somos los perjudicados”, sentenció López.
Esto agrava la situación, pues los docentes se desmotivan y aseguran que no pueden sobrevivir con un ingreso de Bs. 48.000 que es lo que actualmente perciben. Para él, y para los demás directores de educación de las áreas rurales del estado, “los docentes, para que puedan gozar de una vida digna, deberían estar percibiendo por lo menos 4 salarios mínimos, esto les permitiría solventar sus necesidades básicas y tener una mejor calidad de vida”.
“El Gobierno se ha olvidado de nosotros, sobretodo en el estado Lara por tener un gobierno regional opositor; aquí la situación es crítica porque al tema del salario se le suma las deficiencias del transporte (…) los profesores pasan penurias para llegar a las escuelas, y mientras más lejos peor, porque el acceso se va haciendo cada vez más intrincado; de igual forma está el tema de la vivienda, muchos profesores tienen que albergar en las escuelas para poder ejercer sus funciones o residenciarse en sectores aledaños, lo que sucede es que el alto costo de la vida ya no les da para esto ni para cubrir sus necesidades”, declaró López.
Por esta razón, el llamado que hacen al Gobierno central es para que se sensibilice y entienda que la educación es una de las mayores empresas que tiene el país, en ella se cultiva el máximo capital de la nación y hoy se está viendo afectado, abandonado y debilitado por el egoísmo y la falta de tacto.
Delinquir: la nueva escuela
Simón Bolívar, en su pleno conocimiento del valor de la educación dijo: “Un ser sin estudio es un ser incompleto”. No obstante, en la actualidad pareciera que esta premisa se ha modificado un poco (sobre todo en las áreas rurales) y hoy se reza: “Un ser sin estudio es un delincuente”.
La razón de esto -explica Rita Pérez- es que “los jóvenes del campo se están vinculando con bandas delictivas y se están dedicando a robar la comida, las pocas cosechas que se están generando en la zona y los animales (…) en la Parroquia Quebrada La Honda de Guache, por ejemplo, los índices delictivos han aumentado considerablemente porque los jóvenes, por su conexión con el estado Portuguesa, están abandonando la escuela y se están uniendo a bandas y grupos delictivos que fácilmente los atrapan y los cautivan”.
“Una realidad que no puede pasar desapercibida y que debemos solucionar de inmediato. No es posible que nuestros muchachos tengan la delincuencia y la deserción escolar como su nueva escuela”, así puntualizó Rafael Pérez.