#Especial Ciudad: Bienvenida caótica a la capital (Fotos)

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A las 4 de la madrugada de un sábado, cuatro personas dormitan apretujadas en una de las banquetas de concreto  iluminada con la debilidad de una luz amarillenta en el andén derecho del terminal de pasajeros de Barquisimeto, el único foco iluminado a lo largo de ese trecho.

Unos pasos delante de ellos, se aglutina un grupo de jóvenes. Engullen arepas en un  quiosco instalado a escasa  distancia de la puerta de salida de los autobuses. Ellos a diferencia de las personas sentadas inmóviles en el banco están  desprovistos de equipaje. Se concentran en comer mientras el carro donde llegaron descansa del sonido del reguetón que le  hacía retumbar la carrocería.

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Frente a los comensales algunos comerciantes informales se entregan al dominio del sueño acurrucados en sillas bajo los tarantines y otros vigilan la mercancía por si llega algún cliente.

Entre los pasillos donde están las oficinas de las líneas los pasajeros comparten el piso con indigentes que lo escogen como cama.

Esa es la imagen recurrente después de las 9 de la noche y antes del despunte de  la aurora en el principal terminal terrestre de la capital del estado Lara. Cuando el sol sale, se multiplica la gente, la mayoría apresurada por salir de un espacio donde impera el desorden, las fallas estructurales y una sobrepoblación de  buhoneros ambulantes, cual mercado popular.

Estructuralmente, el terminal, desde donde se movilizan 23 mil personas diariamente a través de las 63 líneas activas con rutas hacia todo el país, se quedó anclado en el pasado y en  50 años de haberse fundado el mantenimiento  no ha sido la norma.

Las condiciones esenciales para una estancia cómoda no existen. Carece, por ejemplo, de una sala de espera. Por eso, quien quiera evitar sentarse en el suelo mientras  llega la hora de salida de la unidad de transporte debe cazar un puesto en los cafetines y para ocuparlo debe consumir algún  producto.

Como en las salas sanitarias de  carretera, para el uso de los baños se debe cancelar a las personas encargadas de la limpieza un monto de  100 bolívares y hacerlo antes de la hora de cierre, a las 11 de la noche. Por lo antihigiénico, hay viajeros que prefieren abstenerse, como lo admite la estudiante Francys Álvarez, usuaria frecuente del terminal.

Pasajeros foráneos como Julián Carmona, que viaja desde Punto Fijo, también desaprueban la imagen actual del espacio: “No son las condiciones más óptimas porque, primero que nada, debe haber factores como la seguridad. Segundo, las caminerías, las salas de baño. Tercero, ¿En qué se invierte la recaudación (de las tasas de salida)?  Debe  tener una buena sala de estar, accesos para las personas con discapacidad. Son esos factores importantes y deben estar en funcionamiento”.

El director del terminal, Luis Valencia, reconoce el atraso en el cual está sumido el lugar y para mejorarlo, dijo, desde la Alcaldía de  Iribarren han  echado a andar algunas reparaciones.

Entre las  concretadas este año está el mantenimiento del sistema de drenaje para evitar la anegación de los andenes cuando llueve, se recuperó el 60 por ciento del asfalto, se empezó el acondicionamiento del techo y de los baños y se instalaron 24 cámaras de seguridad. Esta serie de arreglos, especifica Valencia,  ha consumido una inversión de casi 60 millones de bolívares.

Para controlar el ingreso de personas, se instalaron rejas en la parte frontal y láminas de metal en  los accesos laterales. Se completará  con la colocación de torniquetes en la entrada. Mientras tanto, se desplegó un personal para recordar a los usuarios la compra de las tasas de salida y una hilera de conos de seguridad les indican el camino.

Pese a la instalación de rejas, el desorden  sigue predominando. Hay  mañanas cuando los vendedores ambulantes  se aglomeran entre los barrotes para regatear un kilo de maíz, pan, dulces o lentes de sol. Sus voces se mezclan con las de los colectores que más adelante gritan “Caracas, Caracas saliendo” o “Valencia con aire” y demás variantes para atraer clientes.

A mediano y largo plazo, se prevé hacer un  reordenamiento de los andenes con la idea de crear mejor fluidez. Hay también planes de la Alcaldía de descongestionar el recinto y construir terminales alternos divididos de acuerdo a los destinos de cada ruta para que el terminal actual solo sea utilizado por las unidades y usuarios de destinos dentro del estado Lara.

El acondicionamiento primario, sin embargo, despierta  pocas  ilusiones entre los comerciantes más antiguos, como lo desliza con sus palabras la propietaria de una de las tiendas internas del recinto y cuyo nombre quiso omitir: “El terminal no ha cambiado como debe ser en estos 30 años desde que  llegué aquí. Había una sala de espera y ahora no la hay. Empezando por ahí”, lamenta la mujer.

Los vendedores formales deben sortear limitaciones como la falla que los deja sin suministro de agua dos o tres veces  a la semana y deben ser suspicaces durante el trabajo, pues, a pesar de la presencia policial y de la Guardia Nacional  Bolivariana (GNB) dentro y en los alrededores  no se sienten totalmente protegidos.

Cama de indigentes

Hace un par de meses, entre el trajinar de las maletas y los pasos apresurados de quien  la conduce aparecía un hombre alto, moreno y desnudo deambulando entre los andenes. En ocasiones, llevaba puesto andrajos y otras llevaba la piel cubierta de lodo de la forma como se unta una crema  en el cuerpo.

Adultos  como él y ancianos, tanto hombres como mujeres,  recorren el terminal día y noche pidiendo limosna.  Hasta 15 indigentes han llegado a contar algunos comerciantes.

Ellos, si bien pasan la mayor parte del día y de la noche dentro del terminal, el director aclara que no son responsabilidad de la administración, porque se trata de un problema social y para atenderlos  el Gobierno nacional ha creado organismos.

“No es competencia de la Alcaldía resolver estos  problemas. En la Alcaldía lo que hacemos es solicitar a estas instituciones (Misión Negra Hipólita, Instituto Nacional de Servicios Sociales, centros siquiátricos) que nos den respuestas y cuando ellos no la dan el problema recae sobre nosotros  y no tenemos el mecanismo para controlarlo”, explica Valencia.

De allí, dice, se desprende la importancia de que todas las instituciones cumplan con sus funciones cuando se requiere su intervención.

Voluntad colectiva

Aunque se sustituya el piso maltrecho de los andenes, se instale un nuevo alumbrado, se resuelvan completamente las fallas del drenaje, se redistribuyan los andenes y se despeje el lugar de buhoneros ambulantes, mantener el terminal en condiciones óptimas depende de la colaboración de quienes allí laboran, las instituciones y los usuarios, evalúa Valencia.

Para que el trabajo de acondicionamiento perdure,  recomienda la autoridad del terminal, los transportistas deben cumplir con deberes como comprar  el listín o la autorización  para laborar como habilitado, si no pertenece a ninguna empresa del terminal; exhortar al pasajero a comprar la tasa de salida; vender los boletos al precio establecido en la  Gaceta Oficial; respetar las zonas de carga y no usarlas como estacionamiento.

Adicionalmente, los pasajeros  pueden aportar con tareas sencillas como no lanzar la basura en el suelo  o   evitar abordar vehículos  no afiliados al terminal conocidos como “piratas”, porque, advierte  Valencia, la administración no puede responsabilizarse si presenta una falla de cualquier orden.

“Depende  de que las tres fuerzas vivas: Alcaldía, transportistas y el usuario entiendan que los tres debemos, como dice el dicho, empujar el carro hacia adelante”, resume Valencia.

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