A propósito del #SpiritDay 2016: Naturalizar la diversidad es una tarea pendiente

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Jesús Elías Gutiérrez y LP (quien prefirió mantenerse en el anonimato y resguardar su identidad) son dos jóvenes larenses. El primero cuenta con 22 años de edad y el segundo con 26. Ninguno de los dos se conoce, nunca en su vida se han visto, se han topado o han intercambiado palabra. Sin embargo, sus vidas convergen por dos elementos trascendentales: ambos son gais y el fantasma del bullying (acoso) persiguió su época escolar.

“Mi expresión de género siempre me ha puesto en evidencia, mi tono de voz, cierto amaneramiento, mis ademanes (…) por eso, en mi época de bachillerato era común los comentarios ofensivos y discriminatorios sobre mi persona, comentarios que pronto terminaban en burlas porque siempre he sido distinto a lo que podría esperar de mí la heteronormatividad” así narra Gutiérrez al advertir que “no es una situación fácil”, que “genera angustia y preocupación” y “siempre te mantiene al acecho de los demás”.

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Por su parte, LP cuenta que a él nunca le gustaron los deportes. El único que “medianamente” aprobaba era el básquet y, aún así, no era una proeza con el balón. No obstante, recuerda que en 8vo grado, durante una clase de educación física, su profesora le sometió a una “humillación” que no olvida, que sigue presente y que cataloga como la experiencia de bullying más significativa de su adolescencia.

“Nunca me ha gustado el futbol, narró, pero aquella vez nos dividieron. Varones para un lado, hembras para el otro. Los varones teníamos que travesar un circuito de entrenamiento con el balón pero yo no fui capaz, no podía hacerlo, lo intenté varias veces pero no fue posible (…) lo peor es que la profesora, mal intencionada, me obligó a doblegar mis esfuerzos y a repetirlo insistentemente, una y otra vez pese a mis fracasos, y esto generó la burla de mis compañeros porque me tildaron de frágil, niña, etcétera. Fue una humillación”

Desde entonces, LP nunca volvió a su clase de educación física, prefirió no interactuar más con aquella profesora y se dijo a sí mismo “o te avispas o te j….”. Su comportamiento cambió, se hizo más reactivo y el rol pasivo de las víctimas de acoso (aunque sea simbólico) se alternó por el de un adolescente a la defensiva.

Otro punto en común en estas vidas equidistantes, pues Gutiérrez, quien hoy ejerce una labor como activista de la A.C. Venezuela Igualitaria en el estado Lara, también asegura que las situaciones que vivió por culpa del prejuicio, el estigma y la discriminación, hicieron de él una persona más reactiva, alerta y a la defensiva para evitar el maltrato y la agresión.

Ahora bien, LP y Gutiérrez no son los únicos que han sido víctimas de acoso escolar a razón de su orientación sexual, identidad o expresión de género en Venezuela; al contrario, según Ana Margarita Rojas, presidenta de la fundación Reflejos de Venezuela, “en un país donde no hay institucionalidad, no hay leyes antidiscriminación y no se promueve una educación inclusiva, los porcentajes de bullying homofóbico no pueden distar tanto de las cifras internacionales, que se mueven en un estimado del 35 al 40%”.

“En Venezuela se hierve un caldo de discriminación constante; lamentablemente no tenemos cifras oficiales pero tenemos indicios de que es así, de que es real (…) incluso, nosotras tenemos conocimientos de casos donde la víctima ha terminado suicidándose, lo que sucede es que no se visibiliza ese tipo de casos y se esconden bajo el paragua del bullying generalizado, pero son casos de bullying homofóbico”, aseguró Rojas.

Por esta razón, hoy, 20 de octubre, fecha en la que se celebra un nuevo #SpiritDay en apoyo a los jóvenes LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, transgéneros e intersex) que han sido víctimas de acoso por su orientación sexual, identidad o expresión de género, la psicóloga y magister en orientación sexual, Zulma Colmenares, asegura que “Venezuela requiere un cambio de paradigma, que se naturalice la sexualidad y sus múltiples formas de expresión, pero, sobre todo, requiere fundamentarse en el amor y entender que para el mismo no hay fronteras ni barreras”.

Así mismo, las instituciones educativas, el currículo escolar y los actores de la educación, deben “añadirle elementos al área de la salud que permitan culturizar a los participantes en estos temas, y disminuir los índices de homofobia, de discriminación y de acoso”. En otras palabras, la invitación de Colmenares es a desconstruir paradigmas y sentar las bases de una Venezuela más justa e igualitaria para todos.

“Una Venezuela donde el odio no cobre vidas inocentes, aleje a los niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos en general del gueto y las sombras de la discriminación, y donde todos puedan cumplir a cabalidad el artículo 20 de la Constitución que establece el libre desenvolvimiento de la personalidad”, así agregó Giovanni Piermattei Presidente de Venezuela Igualitaria.

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