La crisis alimentaria, la escasez de medicamentos, el deterioro de los principales centros de salud, el alto costo de la vida, el enmohecimiento del tejido social, la inseguridad, entre otros problemas que aquejan hoy a Venezuela representan las principales preocupaciones de los venezolanos.
No obstante, existen diversos grupos de la sociedad que se ven altamente afectados por estas diatribas político-sociales y, en consecuencia, entran en un estado de vulnerabilidad superior. Un ejemplo de esto son los adultos mayores (personas de 60 años en adelante) quienes, luego de una larga faena por los senderos de la vida, requieren de actividades a otros niveles, confort, bienestar y calma para llevar una vida mucho más tranquila.
“La situación del país hace que ese conjunto de normas no se están cumpliendo y, por ello, el adulto mayor está viendo debilitados sus derechos y garantías”, así lo sugiere el presidente de la Organización Venezolana de Adultos Mayores (OVAM) y diputado de la Asamblea Nacional (AN) por el estado Aragua, Arnoldo Benítez, quien ha dedicado parte de su labor pública a la defensa y resguardo de las personas de edad.
“El Estado venezolano carece de políticas públicas, de programas y protocolos que mejoren la calidad de vida de este grupo etario y, por ende, trasgrede lo establecido en las normas y leyes constitucionales”, sostiene. “No es posible que los adultos mayores anden a la deriva, expuestos a la suerte porque sus ingresos no alcanzan para nada, que anden en gravísimos estados de desnutrición, como cadáveres ambulantes, porque simplemente no tienen comida, ni medicamentos, ni cómo cubrir sus necesidades básicas”, puntualizó.
Secuelas de la crisis: una realidad inminente
Empero, ¿cuáles son las principales incidencias que esta situación trae para las personas de edad? ¿Hay, realmente, una afección tangible en su calidad de vida, en su dignidad como personas, en su seguridad y estabilidad social ante la crisis? La gerontóloga y secretaria de bienestar biopsicosocial del colegio venezolano de gerontólogos, Roselín Jerez, respondió a estas interrogantes de forma afirmativa y enumeró una lista de situaciones que pudiesen ir ‘in crescendo’ si no se hace algo para palear la recesión actual.
Mencionó, en primer lugar, el debilitamiento de la expectativa de vida (que actualmente se ubica en los 83 años de edad). En segundo lugar, puntualizó el deterioro hacia la autoestima y la moral del adulto mayor pues, al no ver garantizados sus derechos, al no sentirse seguro y resguardado, se deprime y angustia con lo que se altera su salud mental.
Desde cualquier ángulo, lo que urge es un cambio
El diputado Benítez aseguró que la única manera para darle respuestas a los adultos mayores y evitar este tipo de situaciones es “un cambio de gobierno, cambiar a esos señores que fingen administrar el área pública y lo único que hacen es apoderarse del dinero para su beneficio propio, no para darle atención a esta gente que dio toda su vida productiva para engrandecer el país o para simplemente impulsarlo y mantenerlo”.
Para él “este modelo fracasó y demostró que su prioridad no son las causas sociales por más que impulsaran misiones como el amor mayor”, la cual definió como la “estafa más grande que se le pudo haber dado a los adultos mayores, porque simplemente fue un programa proselitista (…) usado para hacer campaña electoral sobre la base de las necesidades del pueblo”.
Una premisa que no es compartida por Jerez, quien la considera “técnicamente buena”, aunque falten cosas por hacer. Para ella, como especialista de gerontología, “las soluciones, aun cuando dependen de manera sistemática de las políticas públicas y la gestión gubernamental, también son posibles si sensibilizamos la sociedad, respetamos y otorgamos valor a los abuelos y entendemos que todos, en algún momento de nuestras vidas, llegaremos a esa edad”.
Así pues, partiendo de esta visión genuina y sensible ante el tema de la vejez, el adulto mayor no debe ser visto como un actor ajeno a la sociedad; al contrario, debe ser valorado, respetado y dignificado, pues muchos de ellos siguen siendo cabezas de familia, sustentos de hogar y piezas fundamentales de la sociedad.
Las formas, a juicio de Jerez, implican generar un cambio y crear toda una estructura que mejore el acceso a las pensiones, el uso de las tarifas preferenciales, la atención y cuidado de la salud (que debe estar rica en especialistas e insumos); se deben impulsar proyectos educativos, de segunda educación y de preparación para la jubilación, entre otros
A falta de Gobierno, súplicas a Dios
Una aproximación a los principales centros de asilo y hogares de cuidado que hacen vida en el estado Lara, demostró que existen múltiples carencias, debilidades y falencias que impiden el bienestar íntegro de los abuelos. Una de las casas visitadas fue el Hogar de Ancianos Sagrado Corazón de Jesús, ubicado en la avenida Libertador; allí, la religiosa Adriana Martínez sostuvo que actualmente tienen bajo su abrigo 85 abuelitos que “sobreviven por la providencia de Dios”. Esto, debido a que el Gobierno central no les subsidia ni les brinda apoyo y tienen que depender de la autogestión y las donaciones que le brindan amigos, familiares y allegados.
“Ahorita es muy difícil mantener en pie la casa pero Dios nunca nos falta (…) conseguir la comida, por ejemplo, se ha convertido en una tarea difícil para nosotras, de lunes a sábado la hermana encargada de esta faena debe estar pendiente de dónde venden algo, de dónde pueden darnos una donación o dónde podemos ir a hacer colas porque necesitamos abastecer al hogar y alimentar a las 100 personas que hacemos vida aquí (…) a veces, incluso, recibimos abusos, atropellos y humillaciones en las colas porque debemos comprar en cantidad y la gente nos acusa de revendedoras, pero no entienden que la comida es para el hogar”, así declaró esta hermana quien agradece la misericordia de Dios y pide al Gobierno nacional y regional que vuelquen sus ojos en pro de los más necesitados.
Por su parte, los cuidadores y cabezas principales del Hogar Mis Años Dorados, también reiteraron lo difícil que es mantener la labor y la atención del adulto mayor en estos momentos. Ellos, indicaron, además del problema de la alimentación, la falta de medicamentos y el problema para conseguir o adquirir los pañales.
“La vejez en Venezuela está totalmente desprotegida” enfatizó Andrés Eloy Torrellas, director del lugar, “por eso, nosotros hacemos lo mejor que podemos mientras los tenemos aquí, pero es difícil (…)”, recalcó.
El equipo de EL IMPULSO también visitó las instalaciones del Centro de servicio social residencial “Doña María Pereira de Daza”, ubicado en El Manzano, pero no fue permitido el acceso por órdenes de la directora, Isaura Pérez, bajo el alegato de que existe “una prohibición directa de Caracas de ofrecer acceso y declaraciones a los medios”. Pérez se comprometió vía telefónica a gestionar el permiso, pero a la fecha no se ha obtenido respuestas, con lo cual se vulnera el derecho constitucional a la información.