Tal vez el título de estas líneas sea obvio para muchos, pero aunque increíble que parezca aún hay quienes se niegan a aceptarlo, bien por seguir manteniendo alguna cuota de privilegios o simplemente por algún tipo de fanatismo, que como tal impide ver la realidad. Ya vendrán tiempos de mayor calma en los que hacer la autopsia de un paciente que aún se niega a morir sean recibidos con la racionalidad requerida, sin embargo insistir en la afirmación del fracaso de algo que intentó ser un modelo es importante en tiempos de tanta inestabilidad política y tensiones sociales. A continuación el por qué de este planteamiento.
La diatriba política hoy en Venezuela se centra en la lucha por el acceso al Poder, que a los ojos de muchos es la sustitución de un conjunto de intereses económicos que han crecido durante el llamado Socialismo del Siglo XXI (o la “Revolución”), por lo de viejos intereses representados en Partidos Políticos tradicionales, o muy parecidos a estos. Lo anterior no necesariamente es cierto en cuanto a la descripción de los protagonistas, pero sin duda lo es en cuanto al objetivo último como es el acceso al poder, que en el caso venezolano tiene un nombre: la renta petrolera. Puesto así en términos simples queda de relieve lo complejo de un cambio de actores, pues se trata de un juego de todo o nada.
Para que la situación resulte aún más complicada, y a la vez paradójica, es que ni unos ni otros tienen el control de la fuerza real para que se dé un cambio. Con esto no se hace referencia a las Fuerzas Armadas, las cuales al parecer se mueven en una zona gris difícil de comprender para un civil. El verdadero actor con la fuerza real es el Pueblo, concepto bastante amplio y por lo tanto escurridizo, que en términos sencillos pudiera definirse como todos los ciudadanos que viven en Venezuela, independientemente de sus preferencias políticas.
Ahora bien, este Pueblo es una gran masa de personas desarticulada, sin rumbo claro, y que en su gran mayoría ha dejado de creer que es posible otra realidad. Con esto presente algunos apelan al despertar repentino de esta gran fuerza bajo la denominación de “estallido social”, mientras otros confían en que este gigante permanecerá arrinconado por el temor y la desesperanza. Unos y otros hacen sus jugadas en estas líneas, apostando a que continuarán manipulando la situación para mantener al verdadero protagonista desorientado, y por lo tanto inmóvil.
Las apuestas anteriores son todas peligrosas, por lo que es urgente seguir recurriendo a la racionalidad democrática, que aunque imperfecta es la única manera de encontrar caminos que destraben la situación política en el país, y así poder retomar la senda del progreso. Con esto presente es que se hace necesario insistir en lo obvio: el socialismo del siglo XXI fracasó, y por ello quienes lo representan deben dar paso a nuevos actores políticos, la alternancia es uno de los principios democráticos fundamentales, el que lo niegue está negando la Democracia.
Diego Lombardi
Twitter: @lombardidiego