#EspecialCultura: La pintura y sus “milagros” en Trazos de Inocencia

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El estado Lara ha sido cuna de un vasto número de sobresalientes artistas plásticos, en especial de pintores, quienes se han encargado de ganarse el reconocimiento de la colectividad a punta de sus cautivadoras obras y destrezas admirables.

No obstante, no todos los virtuosos de las artes plásticas que hacen vida en la región, han nacido aquí.

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Tal es el caso de la señora Coromoto Rodríguez, quien a pesar de no ser  guara de nacimiento se ha mantenido en la entidad dando lo mejor de sí e ilustrando a la Virgen María, mayormente en la advocación de Divina Pastora, por más de 40 años.

Con algo de óleo y una tarde de motivación, logra, con cierta soltura, convertir un simple lienzo o una tabla de madera en una obra que engancha. El tiempo que le toma depende del estado de ánimo en el que esté, pero el resultado rara vez suele alejarse de lo extraordinario.

Sorprendida por la deslumbrante vida silvestre en el Delta del Orinoco e inspirada en su devoción mariana, Rodríguez empezó a incursionar y dar destellos de su talento a los 20 años de edad, aunque ya de niña dibujaba.

Como esposa de un descendiente de indígenas Waraos, experimentó en un mundo que pocos tienen la dicha de conocer, por lo que se dispuso a expresar, haciendo lo que mejor hace, su visión de aquellas historias fantásticas junto a su devoción católica.

“Había una danta gigante comiendo en la cocina de los Waraos, cunaguaritos dentro de la casa y ahí nació esa inspiración increíble. Para mí fue como una novela de Rómulo Gallegos y me dije, como no tengo la facilidad de la escritura, ni tampoco de la palabra, entonces me dediqué a trabajar con la pintura y tejiendo”, dijo en exclusiva a EL IMPULSO.

Mudada al estado Lara, por cuestiones de la vida, decidió profesionalizarse en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), en donde fue guiada por el maestro Jorge Arteaga, para luego seguir pasos del diestro Ramón Díaz Lugo y finalmente trazar su propio camino.

En sus cuadros predomina el azul y en sus textiles también. “Si no les coloco azul, me parecen que no fueran mías… Ese color es celestial”, sostiene.

La oriunda de San Joaquín de Turmero, estado Aragua, encuentra en lo religioso y la naturaleza mil y un razones para pintar, porque ambas causas “son lo mismo, son Dios”.

Por ello, en su taller, se rodea de mucha vegetación y sonidos de la naturaleza que le permiten concentrarse en su quehacer.

“Este es mi mundo. A veces no prefiero salir de aquí porque cuando lo hago, choco con la realidad de todo lo que está pasando y es un encontronazo muy fuerte. Por eso prefiero quedarme aquí en mi mundo, en mi escondite”.

Loable labor en Trazos de Inocencia

A raíz del nacimiento con síndrome de Down de su nieto, Domo Arima (el dueño de los pájaros en idioma warao), Rodríguez tuvo una filantrópica e innovadora iniciativa.

Al principio, narró, no tuvo el apoyo que esperaba porque no había estudios que sustentaran su idea. Pero gracias al apoyo del doctor José Francisco Navarro Aldana, logró crear el movimiento de integración pictórica con jóvenes y adultos con discapacidad intelectual llamado Trazos de Inocencia.

Gracias a la fundación más de 50 personas que padecen la alteración congénita total o parcial del cromosoma 21 y que tienen entre los 15 y 60 años de edad, han recibido clases de artes plásticas como parte de un tratamiento al que Rodríguez cataloga como “milagroso y medicinal”.

“Esos muchachos me han ganado premios internacionales (en concursos de la Fundación Paso a Paso), ellos son como iluminados, no les importa nada lo material (…) Es algo demasiado hermoso para mí. Nunca he cobrado, el pago me lo dan los muchachos y los representantes con el cariño que me tienen”, acota.

Durante casi 13 años, con clases dos veces a la semana en la Asociación Larense para el Síndrome de Down (Alasid), la proactiva mujer ha desempeñado una loable labor trabajando ejercicios de mano, garabateo, y técnicas que han ido desde el lápiz de grafito hasta la pintura en acrílico.

“Hay gente que lo que piensa es en estupideces pero cuando llegues al cielo Dios no te va a preguntar qué marca de zapatos o ropa tenías, sino qué obras de caridad has hecho por los demás. Esa experiencia me ha enseñado mucho”, alega con satisfacción por su admirable accionar.

Asimismo, quiere dejar un legado importante y que, cuando parta, sus obras no terminen empolvadas en un recinto gubernamental, sino que aspira que su hogar se convierta en un  museo que mantenga viva su esencia

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