Las conferencias del doctor Gerardo Álvarez tienen la gran plusvalía que a al manejo magistral de cifras suma una interpretación con anclaje cultural amplio y profundo, generando de esta manera en los oyentes todo un proceso de introspección mediante la cual la propia memoria va rellenando los espacios vacios en busca de una comprensión integral de los problemas planteados.
Es así como en su última charla, dictada en reunión ordinaria de la Red de Instituciones Larenses y bajo el anfitrionazgo permanente de El Impulso, presentó un diagnostico económico conciso y sepulcral sobre la etapa histórica que vivimos. Me dio tanto miedo lo que escuchaba que quise construir una cama imaginaria para hacer como cuando niño, meterme debajo para escapar de los espantos y aparecidos que en algunas noches visitaban las casas caroreñas. No teniendo a la mano esta protección me encomendé a la Virgen para que ella nos arrope con su manto.
Una de las causas más ostensibles del drama económico que vivimos es la devastación que se ha hecho del aparato productivo nacional, lo cual incide directamente en la carencia de bienes consumibles, dentro de ellos y con ribetes trágicos alimentos y medicinas.
Oyendo a Gerardo Álvarez y al mismo tiempo disparando los dispositivos del recuerdo gracias a sus referencias históricas y culturales, concluí íntimamente que el gran drama económico de Venezuela es que aquí todo el mundo quiere ser millonario y al mismo tiempo enemigo del capitalismo. En función de esta dualidad perversa los políticos que administraron al país a lo largo de la segunda mitad del siglo 20 ataron la potencialidad productiva de nuestros empresarios a unas relaciones obrero-patronales confesa y explícitamente de inspiración socialista .En Venezuela no se articuló una relación armónica entre empresarios y trabajadores en función de la eficiencia productiva de las empresas sino en relación directa a unas expectativas laborales que desconocían los hechos económicos concretos. Al sincerarse la situación según la inevitable lógica del mercado , miles de empresas fueron a la quiebra dejando un río crecido de desempleo , mientras que el Gobierno , atrapado en el mismo modelo populista que implosionò al «puntofijismo’ se vio impotente frente a una ola de demandas imposibles de satisfacer.
Lo trágico del panorama actual es que los nuevos gobernantes ven al empresariado nacional como agentes extranjeros que reciben órdenes secretamente codificadas desde una ignota y clandestina oficina de FMI, cuando en realidad en su gran mayoría los empresarios venezolanos tienen todos sus activos en bolívares y sus esperanzas sembradas en la recuperación integral del país. Pero esta incomprensión fue previa al huracán político del 98 ya que para complacer un oculto sentimiento de romanticismo izquierdista los líderes políticos de ese momento, permitieron que las universidades públicas se convirtieran en laboratorios ideológicos cuya finalidad era la destrucción del capitalismo. Darle su sitial de honor al trabajo productivo, al esfuerzo, al sacrificio, era la Revolución que se debió acometer hace muchos años, pero de manera irresponsable se soslayó esta obligación histórica para no contrariar a un electorado acostumbrado a un Weltfare State que ni siquiera Inglaterra pudo subsidiar, por ello ahora estamos tomando rumbo hacia los meandros epigonales del [email protected]