Todo desequilibrio económico inicia con un excesivo control que genera descontrol. En Venezuela ocurre con el sistema cambiario que, ceñido a instrumentos legales que condenan la tenencia particular de las divisas, “pulverizó” la propiedad de dólares de ciudadanos comunes y empresas. Las alternativas se suscribieron entonces a un único actor: el Gobierno.
Ante la caída productiva y menguada producción, el Ejecutivo nacional insiste en argumentar que tal condición se debe a la caída de los precios del petróleo. Sin embargo, Orlando Zamora, analista económico y exjefe de la división de análisis de riesgo cambiario del Banco Central de Venezuela (BCV), sostiene que el tema se debe analizar en retrospectiva, ya que en 1986, 1988, 1993 y 1998 el precio del barril cayó a valores entre los $13,50 y $10,57, pero esto no afectó en la oferta de productos y servicios, ni tampoco del pan, cuyo principal ingrediente, la harina de trigo, depende plenamente de la importación de trigo.
Mantiene que la problemática radica en el modelo socialista, que aniquiló la libertad cambiaria y el desahogo de la industria nacional.
-El proceso le sustrajo al resto de la economía los mayores flujos de divisas ($665.000 millones en 18 años), los malversó y desarrolló un núcleo central de poder financiero que se ocupó tanto de la posesión de las divisas, como de insumos, medios productivos y determinó prioridades a dedo de acuerdo a sus interés.
Subrayó que el modelo antes mencionado impactó negativamente en industrias como la del pan, que actualmente ofrece con dificultades pan francés, canilla o campesino.
Según Zamora el Gobierno satanizó la tenencia legítima de medios de pagos internacionales (divisas), acabó con los mecanismos de acumulación y reinversión de divisas tanto públicos (reservas BCV) como privados, dólares en poder de las empresas y los ciudadanos.
El viejo mercado libre
Para citar la rentabilidad de un mercado cambiario libre, Orlando Zamora tomó como ejemplo la experiencia de la trasnacional Cargill, filial en Venezuela, así como otras empresas de la industria del trigo, como Monaca.
Apuntó que dichas empresas, con múltiples molinos de trigo en todo el país, solían adquirir diamante miles de dólares que garantizaban la oferta de toneladas de trigo, para procesarlo localmente y satisfacer la demanda de las panaderías y empresas afines.
Para el manejo de dichas divisas, Cargill creó una unidad independiente llamada Cargill Finance, cuyo propósito era obtenerlas legalmente en el mercado libre de divisas, a fin de mantener su parque industrial activo, con la importación de trigo en cantidades oportunas y suficientes.
La tarea del BCV
En opinión de Zamora, funcionarios del BCV debieron comprender que el mecanismo de la empresa privada no representaba una fuga de divisas, sino que más allá de las ganancias legales y la repatriación en dólares, garantizaba su propio suministro de trigo, sin verse afectado por eventos como la caída de los precios del petróleo.
La libertad cambiaria ajustaba los precios por la devaluación experimental, por lo cual en ninguna de las faltas financieras del gobierno faltó el pan.
Control nefasto
Por el contrario el control cambiario “pulverizó la sana tenencia de dólares”, comentó Zamora, quien detalló que el Estado recién importó dos buques de materia para la industria, lo que permitirá tener pan hasta enero de 2017.
“El Ejecutivo decidirá entonces si comemos pan u otra cosa”, expresó.
A esto sumó las constantes inspecciones de la Superintendencia de Precios Justos (Sundde), que “obliga a vender demagógicamente canillas a 100 bolívares, cuando un huevo cuesta 130 bolívares”.
En su propio control “el Gobierno se asfixia y afecta como economía”, enfatizó.