El llamado “Milagro de Medellín” no fue un asunto de santos sino de gente muy terrenal, consciente de la importancia de su aporte individual en el esfuerzo colectivo, que produciría un cambio en una ciudad que fuera catalogada hace 20 años, como la ciudad más violenta del mundo. Hoy es una de las más seguras en un continente que requiere buscar fórmulas de cambio que salgan desde su gente.
Hace pocos días durante el “Foro Barquisimeto Modo Innovación”, organizado por el Consejo Consultivo de la Ciudad, oímos la apasionada intervención de Jorge Suárez, digno representante de Colombia, en el intercambio de experiencias y propuestas sobre cómo cambiar una ciudad, a partir de la misma gente, entendiendo por tales a todos: gobernantes y gobernados. “Escuchar y Escuchar” sería la frase repetida a lo largo de una intervención en la que no faltaron indicadores, para guiarse en un camino que requiere de cambios de mentalidad, de nuevas formas de relacionarse y de participación, mediante pactos que garantizan objetivos y vías comunes entre los diversos sectores de la sociedad.
Hacer el milagro llamado Medellín, significó cambiar de perspectiva: Se pasó del miedo a la esperanza mediante el desarrollo de una estrategia para el desarrolloeconómico sostenible e inteligente. No debe haber sido fácil cambiarle la mentalidad a quienes se habían dejado llevar por la “plata fácil”. El narcotráfico tuvo secuelas hondas que afectaron tanto al estado como al ciudadano común: le cambió el alma a la gente.
No paralizarse frente al miedo o mejor dicho: vencer la parálisis fue en sí un reto. Hubo que pensar a largo plazo. Había que “juntarse” para construir una ciudad para todos y desde todos y enfrentar armoniosamente los problemas normales de crecimiento, en una ciudad que hace 20 años era la capital más violenta del mundo.
Construirla de nuevo no fue un asunto de decreto sino de pensarla y repensarla. De equivocarse y rectificar. De oírse una y otra vez. De incluir a todos. El transporte hoy parece un asunto de magos más que de gerentes. Organizarlo no fue fácil pero se logró, transformando la mentalidad de los líderes y propiciando la incorporación de la gente joven con nuevas ideas, sin desechar la experiencia. Todos hacen falta para mover el molino.
“Escuchar y escuchar”, produjo muchos cambios. Uno fue el de ganar la incorporación de los empresarios en el cambio de la ciudad, al pedírseles participar en la transformación de las instituciones públicas, especialmente en las de salud, educación y seguridad. Una ciudad que recibe unos 3 mil desplazados al año, no puede pensarlos como un asunto de provisionalidad sino como de inclusión ciudadana. También se solicitó la participación de las universidades en la búsqueda de soluciones y la difusión y aplicación de saberes. Los empresarios participaron en los debates e hicieron posibles los proyectos. Dejó de escindirse lo público de lo privado en cuanto a las maneras de participar y comprometerse. Unos y otros aprendieron a escucharse y trabajar en común.
Se adelantaron programas de emprendimiento que fueron apoyados por las empresas. Las universidades y centros de investigación adelantaron proyectos concretos en relación a la lucha contra enfermedades, su prevención y tratamiento, así como la apropiación de tecnologías.Se aprendió a enfrentar la crisis con resilencia.
Las transformaciones e innovaciones urbanas, incluyeron la incorporación del metro cable a las barriadas más altas y alejadas y lasescaleras mecánicas, lo cual aligeró el esfuerzo y el tiempo invertido de quienes deben bajar y subir para la ida al trabajo y el regreso a casa, mejorando la productividad laboral y la calidad de vida del ciudadano.
Los pactos entre los sectores públicos y privados, mantendrán el eje sostenible a largo plazo para adelantar las transformaciones urbanas. En el campo de la ciencia y tecnología, se enlazaron el Estado, las universidades, centros de estudio, educación e instituciones públicas con los empresarios, apuntando al desarrollo del talento humano, el emprendimiento y el liderazgo positivo, ése que toma en cuenta al Otro, al sí mismo y genera bienestar social.
Debe ser difícil mas no imposible, pensar nuestra ciudad mientras aprendemos a escucharnos y cambiar de perspectivas. Barquisimeto lo merece y nosotros también.