En diversos evangelios, Jesús habla de los niños y dice que tienen el alma sincera, un corazón inmaculado y permanecen en la sencillez de sus pensamientos; los ama y abraza. Cristo demuestra su gran amor por los más pequeños de la casa y nos invita, como padres, a seguir ese camino como requisito indispensable para llegar al Reino de los Cielos.. En Jesús no hay violencia física ni verbal. Es el ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios, quien camina por espacios de vida o muerte, quien olvidando su compromiso con la vida, echa a la calle al jardín más hermoso que crece en el hogar: Los niños.
Caracas y otras ciudades de Venezuela se encuentran ocupadas por un sin fin de problemas, entre los que sobresalen los niños y jóvenes de la calle. Ellos salieron del seno familiar buscando una alternativa de vida y encontraron en las vias, la sobrevivencia y marginación, por cierto, muy parecida a las de su hogar, pero con una gran ventaja: La libertad. Han ganado los espacios públicos a fuerza de golpes y sacrificios, han desarrollado en las calles no sólo un modo de vida, sino toda una cultura callejera, de la que poco entiende nuestra sociedad.
Desde el comienzo de la humanidad, el más débil de la casa siempre ha sido perseguido y tenido como esclavo en las diversas culturas. Según la Biblia, Moisés, con dos meses de nacido, fue perseguido por Faraón. El evangelio de San Mateo relata que el rey Herodes mandó a matar a los niños menores de dos años, al verse burlado por los Reyes Magos, quienes regresaron a sus países por rutas diferentes para no revelarle dónde estaba el Mesías.
En el oriente venezolano, una zona llena de riquezas, donde el régimen derrocha 200 millones de dólares en una cumbre, un grupo de recién nacidos, abrió sus ojos sin imaginar estar durmiendo en un objeto proveniente de la basura. Allí mismo, hay denuncias de bebés fallecidos y persecución a médicos para que no cuenten la verdad. En otros centros asistenciales, la desnutrición es alarmante y los chiquillos regresan a las aulas de clase con la incertidumbre de no tener comida.
En los principales basureros del país, los rorros se deslizan por el lodo que se acumula en las arterias que recorren los espacios donde viven los no atendidos por los dirigentes del régimen. Jesucristo no solo se compadeció de los pobres y desasistidos sino que se interesó por sus necesidades, a tal punto que él y sus Apóstoles tenían un fondo común para ayudar a los necesitados. En Venezuela el régimen proporciona cartones para dormir y bolsas de basura para alimentarse.