Estamos en el noveno inning

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Asediado por el inmediatismo pragmático que todo lo apuesta a operativos urgentes donde se pasa tabla rasa a las ideas y todo el mundo se convierte en infantería desesperada, sin justipreciar que no todos sirven para soldados y pueden multiplicar sus aportes como instancia de representatividad institucional, me refugié en la lectura de Baruch Spinoza para buscarle lógica a la fe que sustenta mis esperanzas sobre los cambios que deben suceder en Venezuela para salir del atolladero histórico que vivimos.

De esta manera concluí, desde la íntima comodidad del pensamiento crítico, que la única manera de sortear los obstáculos que se le han colocado a la voluntad del pueblo es actuando de manera correcta y actualmente lo único correcto es aquello que nos une, lo correcto es empujar todos en el mismo sentido, ése es el único camino y desde sus ideas Spinoza me confirma que el camino elegido es al mismo tiempo nuestro destino.

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De esta forma, aunque no hay seguridad sino dudas sobre el éxito, el propio camino unitario nos irá dando respuestas en la medida que surjan las emboscadas y los impedimentos que sin conocer en detalle prefiguramos y asumimos como parte de la ruta hacia los cambios.

Inmerso en estas elucubraciones que me explican y justifican, pero que no logro transmitir con claridad, vino en auxilio de mis soliloquios la sabiduría política de una inteligencia privilegiada como la de Ramón Guillermo Aveledo, quien para dibujar con líneas maestras el escenario que vivimos dijo ante un pequeño grupo donde tuve el honor de estar, que estábamos en el noveno inning del juego democrático entre el gobierno y la oposición.

Cobijados por el conocimiento compartido de las claves del béisbol, el doctor Aveledo dijo que en este deporte a diferencia del fútbol no había límite de tiempo y que todo dependía de las grandes jugadas, batazos o errores que se cometieran en los momentos cumbres. Por ello, estando ahora en el noveno inning todo cuanto hicieran los equipos enfrentados cobraba una importancia capital.

Agregó que no se podía adelantar con exactitud el desarrollo del partido pero que frente a cada situación sobrevenida se debía actuar con espíritu unitario, con espíritu de equipo y que dependiendo de cada coyuntura por venir se debía poner todo el empeño y capacidad de lucha necesario para vencer la situación creada por la dinámica del juego.

Ademas, dijo, no pensemos que el adversario tiene un equipo monolítico, sin fracturas internas, eso no es así. Dependiendo de cómo actuemos frente a cada episodio o jugada podemos aprovechar las ventajas de que todo el mundo quiere un cambio que mejore el cuadro dramático que sufre el país.

Culminó su intervención Ramón Guillermo Aveledo manifestando que él no tenía un pronóstico exacto sobre el porvenir inmediato pero que podía transmitir con pasión y claridad espiritual que albergaba una esperanza nítida y profunda en que por encima de los obstáculos en Venezuela se alcanzaría un triunfo rotundo de los factores democráticos. Con este cierre, en mi mente hubo de nuevo el perfecto acoplamiento entre la lógica y la fe de la cual nos habla Spinoza. Qué bueno contar con políticos como el doctor Aveledo, quienes hacen política desde las ideas y con esta visión de largo plazo alimentan la esperanza dentro de las urgencias, porque incluso las prioridades inmediatas necesitan de la esperanza para no fracasar.

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